Videojuegos | Furi y la redención

Por Manuel Evangelista

‘Las penas de cárcel en España se deberían endurecer, porque son muy cortas y en la mayoría de ocasiones no se llegan a cumplir en su totalidad’. Este es un argumento al que se suele recurrir en los debates que surgen sobre el sistema judicial español cuando transciende a la escena pública un hecho especialmente escabroso. Con el caso Diana Quer copando la actualidad informativa, este cliché se ha vuelto a oír en las discusiones de miles de tertulias matutinas, ya sea en bares o en morning de televisión y radio.  Con esta excusa, quiero hablaros de un concepto a menudo olvidado en estas charlas, y que parece que sólo tiene cabida en el ámbito deportivo: la redención.

Para evitar malentendidos, con este artículo no pretendo justificar a ninguno de los implicados en el caso Diana Quer. No soy juez y no comprendo las leyes en su totalidad, así que no me corresponde emitir veredicto alguno. Sólo quiero compartir mi visión de cómo se ha aplicado este concepto en el mundo de los videojuegos. Para ello, me voy a centrar en Furi, un título creado por el estudio francés The Game Bakers, que integra esta idea en su desarrollo de forma muy acertada.

Furi es un boss rush, un tipo de videojuego que se basa únicamente en combatir contra jefes finales sin que haya un nivel u otro desafío de por medio. Su historia nos sitúa en una prisión de máxima seguridad de la que nadie ha conseguido escapar, entre otras cosas, porque está custodiada por diez carceleros (los jefes finales). Nuestro protagonista, un extranjero amnésico que ha sido confinado en el nivel mejor defendido del complejo por cometer un crimen imperdonable, es liberado por un extraño que parece conocerlo todo sobre la prisión y los carceleros. Así, hemos de recorrer cada uno de los niveles derrotando a su jefe correspondiente mientras nuestro insólito colaborador nos guía cual Virgilio en la Divina Comedia.

[Este párrafo y la imagen posterior contienen spoilers del final de Furi] Si no sabemos el crimen que hemos cometido y, además, tenemos que acabar con la vida de los carceleros para poder salir de la prisión ¿Cómo podemos redimirnos? Al lograr escapar y salir al mundo exterior, observamos que, a cada paso que damos, la vegetación se va marchitando y muriendo. Tras unos minutos de incertidumbre, hallamos un cohete al lado de un poblado. Al entrar, inicia automáticamente el despegue hacia el espacio tras reconocer nuestro rostro y nos lleva hasta una nave nodriza situada en la atmósfera. En ella, una inteligencia artificial nos da la bienvenida y nos pregunta cómo nos ha ido la misión de reconocimiento. Finalmente, descubrimos que pertenecemos a una raza alienígena que tiene como misión conquistar el planeta y acabar con toda vida que haya en él. Entonces el juego nos da la posibilidad de elegir: Puedes acabar con la inteligencia artificial y redimirte o cumplir tu propósito inicial y encabezar la invasión.

 

Dependiendo de lo que elijamos, se nos mostrará un final u otro.

 

Una vez que conocemos la verdad acerca de nuestro crimen y nuestra naturaleza, ¿Qué motivo nos podría impedir que nos arrepintamos de nuestros actos? Pues la animadversión que sentimos hacia aquellos que querían evitar que se diera esta situación: los carceleros. Furi es un juego difícil, ninguno de los bosses es precisamente coser y cantar. Incluso si ya nos hemos pasado el juego una vez, en los niveles superiores de dificultad (especialmente el modo furioso, el más difícil de todos) los patrones de ataque del enemigo cambian para evitar que vengamos con la lección aprendida. Esto fomenta que el jugador se sumerja en una dinámica de mucho estrés, de repetir un jefe cinco, diez o quince veces, hasta que consiga derrotarlo. Además, todo nos incita a obsesionarnos en ese estado de rabia y ofuscación: la agresividad verbal y corporal de los carceleros, que nos intimidan con frases como ‘mira lo que me has hecho’ o ‘esto es culpa tuya’, en las que podemos sentir su dolor; la música psicodélica que nos confunde y aturde con su ritmo; la lluvia de proyectiles de luz que ocupan casi la totalidad de la arena de combate impidiéndonos ver con claridad el siguiente ataque del enemigo; su mecánica de dividir el enfrentamiento en asaltos, como el boxeo, que devuelve al vencedor una barra de salud al ganar una ronda, etc.

Todas estas decisiones contribuyen a que no pensemos con claridad y nos dejemos llevar por nuestros instintos más primitivos. Lo que los deportistas de élite suelen decir de ‘estaba con las pulsaciones a mil por hora’ para justificar una expulsión u otro comportamiento inexplicable. Por eso, es tan importante que el título nos dé la oportunidad de redimirnos (también es importante que nos dé la opción de asimilar el planeta, para que podamos canalizar nuestra ira si no encontramos motivos para pedir perdón), puesto que es de esos actos que hemos cometido de manera irracional de los que uno más se arrepiente. Furi lleva esta idea hasta el final ofreciéndonos hasta dos oportunidades de redención: Al llegar al sexto nivel, su carcelera, The Song, nos advierte que no nos puede dejar salir de la prisión pero que tampoco quiere encerrarte allí, así que te invita a permanecer a su lado en su jardín, disfrutando de esa seudolibertad lo que te reste de vida. Si decidimos aceptar su oferta, veremos los títulos de créditos mientras los dos personajes charlan sentados en un banco.

El cristianismo cree que dios todo lo perdona y hasta el mayor pecador de todos puede ingresar en el paraíso si se arrepiente de corazón de sus errores. Puede ser una maniobra para eximirse de sus crímenes cometidos por la ‘fe’ o la convicción de que si juzga a una persona de manera implacable y definitiva nunca sabrás si se arrepiente o no, porque no le concederás el beneficio de la duda. En definitiva, cometerás el mismo crimen que pretendes castigar.

 

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