Viaje a la efímera República de Uzice que vivió durante 67 días hasta que fue barrida por Adolf Hitler

Plaza central de Užice, en el oeste de Serbia (fotos: Ignacio Hutín)

En septiembre de 1941, Josip Broz “Tito” lideró un intentó partisano en el oeste de Serbia que logró resistir durante poco más de dos meses el avance de las tropas nazis

Por Ignacio Hutín / Infobae

La primera impresión es de claustrofobia, no hay luz, no hay aire, sólo existe el concreto que hace de los túneles una fortaleza imposible. Es un búnker, pero también es una larga bóveda subterránea en la que alguna vez se guardaron tesoros y se refugiaron personas que huían de bombardeos. Ahora las paredes pesadas transpiran humedad y se empaña el lente de la cámara que apunta a las viejas maquinarias, desenfocando lo poco que queda de aquella historia, de aquellos sesenta y siete días en los que los túneles y los dos edificios cercanos fueron capital de un país efímero. Bajo tierra se fabricaban armas, en la superficie se tomaban decisiones. Hasta que una explosión hirió gravemente a la curiosa aventura de fundar un país en medio de la Segunda Guerra Mundial. Y el ejército Nazi terminó de aniquilar a esa fugaz República de Užice, hundiendo aquel recuerdo en el fondo de unos largos túneles oscuros y claustrofóbicos.

Hoy Užice, al oeste de Serbia y muy cercana a la frontera con Bosnia Herzegovina, tiene casi sesenta mil habitantes y está rodeada de montañas y surcada por un río. Hay un monumento al inventor Nikola Tesla, quien diseñó para la ciudad una de las primeras represas hidroeléctricas del planeta; y también hay una enorme estatua de Josip Broz “Tito”, presidente de la Yugoslavia socialista hasta su muerte en 1980. Junto a esta estatua se encuentra uno de los accesos a los túneles y el edificio desde donde Tito gobernó la República de Užice.

Centro de Užice y el río Djetinja

Hacia abril de 1941, Alemania había invadido y dividido el Reino de Yugoslavia en varios territorios, y la mayor parte de Serbia quedó bajo control de un gobierno militar títere del nazismo. Dos meses más tarde, el intento de Adolf Hitler de invadir la Unión Soviética y la retirada de miles de soldados de la región balcánica fue la oportunidad ideal para que se levantaran en armas los primeros grupos de resistencia. Para finales del verano, casi toda la montañosa región del sudoeste serbio estaba bajo control partisano y el 24 de septiembre se fundó una república rebelde en el primer territorio liberado del nazismo en Europa. Tito, entonces comandante de Ejército de Liberación Popular y secretario general del Partido Comunista de Yugoslavia, se convirtió en líder de un país que llegó a ocupar entre veinte y veinticinco mil kilómetros cuadrados, con fronteras que cambiaban casi a diario y más de 300.000 habitantes.

A los pies de una colina y junto al acceso a los túneles se levantan dos edificios gemelos, cuadrados, construidos a principios del siglo XX y enfrentados entre sí. Aquí se encuentra hoy la sede local del Museo Nacional, pero originalmente eran las oficinas del Banco del Reino de Yugoslavia. Con la llegada de los partisanos y la fundación de la república rebelde, los edificios fueron expropiados y Tito hizo de ellos la sede de su gobierno y también su hogar por los siguientes dos meses.

La vieja sede del Banco Nacional del Reino de Yugoslavia que se convirtió en casa de gobierno de Uzice durante 67 días.

Este breve periodo en el que los partisanos dominaron la región fue una pequeña muestra de lo que vendría tras el final de la guerra y la instauración del régimen socialista en Yugoslavia. Todo lo relacionado al antiguo sistema monárquico fue arrancado de cuajo: la administración fue reemplazada por “Comités Populares” y los organismos judiciales fueron sustituidos por “Cortes Populares”, cuya principal tarea era juzgar a quienes eran considerados “traidores” o “colaboradores”. El periódico oficial del Partido Comunista, Borba (“Lucha”), se publicaba tres veces por semana y era distribuido gratuitamente tanto en los territorios liberados como en aquellos que seguían bajo control alemán. Su director, Milovan Djilas, sería años más tarde presidente del Parlamento Yugoslavo. Por su parte, Aleksandar Rankovich, futuro jefe del departamento de Seguridad Nacional, estaba a cargo de la Policía Secreta de la República, y Edvard Kardelj, futuro ministro de Relaciones Exteriores, se ocupaba del día a día político y de las relaciones públicas.

Užice contaba por entonces con apenas doce mil habitantes, pero era una importante ciudad industrial. Los partisanos confiscaron de las bóvedas del Banco Nacional alrededor de sesenta millones de dinares en efectivo, más de 20 millones de dólares actuales. Ese dinero significó que no fuera necesario reclamar aportes monetarios a la población civil y también la posibilidad de brindar servicios en salud, educación, transporte y cultura. Era una forma de mostrar a los locales cómo sería el país si los partisanos ganaban la guerra.

Túnel derecho, en donde funcionaba la producción de armamento y municiones. Aún se exhibe maquinaria utilizada en 1941

La estrella roja, emblema del comunismo y de los partisanos, se volvió tan omnipresente en la precaria república que hasta fue instalada una versión gigante en el techo de la sede del gobierno que se iluminaba por la noche, pero también aparecía en la bandera del país (muy similar a la que eventualmente adoptaría Yugoslavia), en las culatas de los rifles fabricados en Užice y en los uniformes de los soldados. Además “Estrella Roja” fue el nombre de la marca de cigarrillos creada por los partisanos gracias a las enormes reservas de tabaco que encontraron al tomar la ciudad.

Todas las fábricas que continuaban operando durante la guerra fueron intervenidas y la producción quedó en manos rebeldes, algo particularmente importante en lo vinculado al armamento y los uniformes. La pequeña fábrica de armas y municiones FOMU, fundada en 1928, se encontraba intacta y se convirtió en un elemento esencial para la resistencia. Los primeros bombardeos alemanes obligaron a mudar la maquinaria a un sitio seguro y resguardado: las viejas bóvedas del Banco Nacional. Eran dos túneles paralelos conectados por uno transversal, en donde se almacenaban materias primas para la producción, armamento en diversas etapas de producción y antiguas bombas de las que se extraía pólvora. El túnel derecho albergaba la maquinaria, mientras que el izquierdo funcionaba como refugio civil antiaéreo. En los 67 días que existió el país se llegaron a fabricar 21.000 rifles, 30.000 granadas, 2.000 minas terrestres y casi 3.000.000 de balas. La demanda de armamento y municiones era tal que debieron incorporarse a la producción decenas de personas con pocos o ningún conocimiento en manejo de elementos explosivos. Y esa sería eventualmente una de las principales razones de la caída de Užice.

En el túnel transversal se almacenaban materias primas para la producción de armamento y municiones

En el centro de la ciudad hoy se venden camisetas y otros recuerdos que refieren a la breve etapa en la que Užice fue país, a sus líderes y sus símbolos. Y aunque sólo Tito tiene monumentos, también es común ver en las tiendas el rostro de Dragoljub Mijailovich. Más conocido como “Drazha”, era el comandante de los chetniks, otra agrupación de la resistencia que, a diferencia de los partisanos, apoyaba el sistema monárquico previo a la guerra y luchaba por el regreso del rey de Yugoslavia Pedro II, por entonces exiliado en Londres. Tito y Drazha discutieron en diversas ocasiones cómo unificar sus fuerzas, pero las diferencias ideológicas eran más relevantes que el enemigo en común. En noviembre los chetniks fracasaron en su ataque a Užice y Drazha intentó alcanzar una tregua con el ejército alemán para enfrentarse a los partisanos, pero tampoco logró su objetivo. Hacia finales de mes, huyó con sus hombres hacia el sur y los nazis ofrecieron una recompensa de doscientos mil dinares por su cabeza.

Monumento a Tito junto a la entrada a las viejas bóvedas del Banco Nacional del Reino de Yugoslavia

Los túneles pueden visitarse y aún se conservan decenas de maquinarias que fueron utilizadas en la producción de armamento. Hay pesadas puertas de hierro con marcas de balas y viejas fotografías de trabajadores apenas iluminadas. En un rincón oscuro del túnel transversal una luz roja marca el sitio más importante de este universo subterráneo: allí ocurrió la explosión. El sábado 22 de noviembre de 1941 estalló la pólvora almacenada y terminó con la vida de 120 personas, muchas de ellas civiles en el refugio antiaéreo. Muy probablemente se tratara de un accidente provocado por la reutilización de material peligroso en manos inexpertas, pero Borba se apresuró a difundir: “…traidores a sueldo y espías fascistas llevaron a cabo distracciones simultaneas al provocar explosiones en la fábrica de Užice y la planta eléctrica de Čačak. El enemigo no causó mayor daño en las instalaciones, pero en Užice fueron asesinados trabajadores y civiles, mujeres y niños inocentes que se encontraban casualmente allí. Aún así, la mano criminal del enemigo no logró su cometido”.

Apenas unos días más tarde los alemanes avanzaron con sesenta mil hombres apoyados por aviones, vehículos blindados y artillería. Los nazis superaban ampliamente a los rebeldes en número, equipamiento y preparación. Tito ordenó entonces a sus tropas huir hacia el sur llevando consigo una imprenta y parte del dinero confiscado. El último batallón partisano en Užice retrocedió hasta Kadinjača, quince kilómetros hacia el noroeste, y desde donde podrían utilizar la altura como ventaja estratégica al menos para ganar tiempo mientras Tito huía. Pero la noche del 28 de noviembre todos los soldados fueron masacrados.

Monumento en Kadinjača, en donde fue derrotado el último batallón partisano de la República de Užice

Ya líder de la República Socialista Federativa de Yugoslavia, Tito hizo construir en 1952 un enorme complejo en Kadinjača para honrar a sus tropas. Es un recorrido de casi trescientos metros en el que se suceden enormes e irregulares piedras blancas, algunas antropomorfas, otras que recuerdan a lápidas. Una de las más grandes está partida al medio y exhibe un gran orificio que simula la destrucción provocada por un estallido. Desde allí, desde la cima de la montaña, se alcanza a ver la ciudad de Užice, muchos metros más abajo. No hay más sonidos que el del viento que sopla con fuerza a través de las montañas. El silencio en las tumbas de los derrotados al final de una república efímera

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