
Hagamos el extraordinario esfuerzo de imaginar por un instante que en algún momento de la historia, alguien pudiese haber abogado por hacer del Berghof un mausoleo en en donde velar la memoria de Hitler o compliquémoslo más aún, imaginemos Auschwitz transformado en un monumento donde entre simbología nazi y las fosas comunes de los judios asesinados en Europa, la ultraderecha alemana conmemorase cada 30 de abril la muerte del führer ¿Despreciable verdad? Pues por por extraño que parezca, eso es exactamente lo que se está haciendo desde el gobierno de España con el Valle de los Caídos.
La megalomana estructura de mármol y granito en donde reposan* Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, no representa como se nos quiere hacer creer un monumento a la paz y la reconciliación, muy al contrario, la obra culmen del caudillo supone un último y despiadado recordatorio a la superioridad moral de los vencedores sobre los vencidos. Un macabro legado póstumo del dictador, que todavía hoy muchos se niegan a repudiar en un parlamento aparentemente democrático, en el que podría llegar a resultar complicado comprender los resortes morales o políticos que llevan al Partido Popular a negar la transformación de la «mayor fosa común de España» en un lugar para la memoria y la concienciación, sino fuese porque son los propios actos de su entorno los que se encargan de recordarnos su estrecha vinculación con la «gloriosa cruzada» y al nacionalcatolicismo en su conjunto.
Los cadáveres de cerca de 22.000 personas ajusticiadas por el dictador llevados hasta allí en contra del deseo de sus familiares y el recuerdo de todo el sufrimiento padecido durante 18 años por los presos políticos obligados a trabajar (no creo que la negativa fuese una opción muy diferente a la muerte) en un homenaje para mayor gloria de su verdugo, suponen motivos suficientes para reclamar una vez más al gobierno del Partido Popular la exhumación y traslado de los restos de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera fuera del recinto del Valle de los Caídos. Con este gesto, se abriría no solo una pequeña puerta para la transformación del mausoleo franquista en un museo para la concienciación y reparación de las víctimas de la Guerra Civil, sino además una oportunidad para superar un pasado monopolizado hasta el momento por la visión “única” que los vencedores impusieron durante la transición a los vencidos, imposibilitando cualquier tipo de reparación a las víctimas de la represión y la dictadura, mientras el bando franquista honraba a sus víctimas desde primera hora.
Todavía hoy, las más de 2.000 fosas comunes registradas en nuestro país, la desmemoria histórica y social, además de la continua exaltación de la dictadura franquista, parecen recordarnos que el Valle de Los Caídos no supone más que la punta del iceberg del problema, un pequeño gesto con el que comenzar a recomponer la historia, nuestra dignidad y los cimientos de una democracia que al igual que el mausoleo franquista, guarda todavía demasiados demonios en su interior.
*A no ser claro que finalmente fuesen ellos los que entendieron mal el catolicismo y por tanto ahora se encuentren revolviéndose en sus tumbas.
El Valle de la Venganza y de las verguenzas¡¡¡¡