Por Joan Manuel Cabezas @Etnosistema, Doctor en Antropología Social | Viñeta de Eneko
La unidad popular debería incluir la retahíla de etnosistemas un espacio social plural, complejo, diverso y metamórfico. Si es popular debe englobar el conjunto del populus, del pueblo, expresando sus energías, no inyectando fórmulas y dogmas creados para tratar de amoldar y monitorizar este populus. Ni mucho menos realizando lo imposible ecuación populus: Kultur (término procedente del nacionalismo esencialista e historicista alemán).
El pueblo de Cataluña (y hablo de Cataluña, pero lo que comento se puede aplicar a cualquier otra nación) no es “la cultura catalana”, entendida en el sentido anteriormente mencionado de Kultur, es decir, un conjunto finito de formas de ser, con una caracterología, una historia que “crea” una “personalidad” colectiva o idiosincrasia, y una “estructura identitaria” (concepto pronunciado por Artur Mas hace unos 10 años), ‘estructura’ formada por una serie de rasgos ‘culturales’ dados de una vez para siempre.
Esta concepción sirve como un colosal mecanismo de exclusión de aquellos que no están incluidos en el ‘núcleo duro’ (y jerárquico) de la ‘estructura identitaria’ o ‘cultura’ por los motivos que sean: porque no se identifican, y/o porque llegaron (inmigraron) cuando los ‘rasgos culturale’ ya habían cuajado, es decir, habían sido inventariados y sistematizados por los nacionalistas. Son los nacionalistas los que construyeron la nación, la nación moderna y abstracta, discerniendo los elementos que pueden justificar tal o cual interés de las élites, como la figura del hereu en el caso catalán….
Mal vamos si pensamos que la unidad popular debe ser lo mismo que la “cultura catalana” entendida en este sentido, como todavía hace el nacionalismo identitario, esencialista, xenófobo. No. La unidad popular debe sobrepasar esta coartada cultural, e incluir el conjunto de la sociedad, la cual sólo existe en espacios concretos, donde se despliegan múltiples maneras de decir, hacer y pensar, es decir, muchas modulaciones de las formas que adoptan las relaciones sociales, la ‘cultura’ entendida en un sentido no-esencialista. O, mejor, las culturas. En plural.
Si esto no se entiende y no se aplica en la praxis política, no estaremos hablando de unidad popular, sino de otra cosa, que servirá como eje para marginalizar aquella parte de la sociedad que no encaje en lo que algunos consideren como lo ‘realmente’ catalán o ‘propio’, es decir, no ‘ajeno’…
Y estamos hablando de marginalizar o dejar fuera de la unidad popular a más de la mitad de la nación catalana, si por nación entendemos la compleja interacción social de múltiples etnosistemas o, en términos menos académicos, si por nación entendemos el conjunto de sistemas sociales que conviven y coexisten en Cataluña, independientemente de su ’ origen ’, lengua, creencia, identificación’ ‘cultural’, y también de su ideología política …
La unidad Popular, si es tal, es decir, el 90% de la sociedad (las clases populares, situadas bajo la oligarquía dominante), esta unidad también incluye, nos guste o no, muchas personas que carecen de ideología política. La desmovilización general de la sociedad, programada por el franquismo y el actual neofranquismo, ha desembocado, no nos engañemos, en que muchas personas no tengan lo que podríamos considerar como una ideología política específica, bien interiorizada. Y también son parte de la unidad popular, la cual no puede ser isótropa, ni monolítica, ni dogmática, ni centrada en un único prisma cosmológico ni ideológico, ni puede ser monopolizada por un único posicionamiento político, sea éste el que sea.
He criticado a menudo que resulta una impostura querer hacer coincidir la unidad popular con una ‘cultura’ nacional inencontrable más allá de fantasmagóricas invocaciones metafísicas. Lo mismo podemos decir del inútil esfuerzo consistente en hacer coincidir, con calzador, la unidad popular con, sólo, un único modelo usado para entender y explicar la realidad, y para querer transformarla siguiendo un único patrón o fórmula.
Las significaciones no existen separadas de la práxis de la gente de un tiempo y de un mundo, ni están en las mentes de las personas, ni tampoco en las cosas: están en la acción social. De ahí la importancia capital de la etnografía, por cierto.
En definitiva, no hay que basarse en nebulosas abstractas ni en dogmas de fe, sino centrarnos en lo que sucede a las personas y a los colectivos. La unidad popular no se puede centrar en códigos que existen colgados en el vacío, surgidos de una Nada celestial o de un orden arquetípico universal descontextualizado, sino en imaginarios sociales que yacen sobre una experiencia y una práctica efectivas.
Nos lo jugamos todo. Que no es poco.
Viñeta de Eneko
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