Una violación no es porno

Por Daniel Seijo

Señor Vila-Coia, me sorprende enormemente que un hombre de su supuesta categoría intelectual siga aludiendo a la censura ante lo que a todas luces se trata simplemente de un lento pero firme proceso de cambio social en el que poco a poco usted está quedando desfasado. No se trata de que la universidad, los medios generalistas o gran parte de la comunidad presente en las redes sociales censuren sus comentarios por alguna extraña confabulación feminista que pretende apartar y apagar su opinión, sino que simplemente sucede que  las auténticas barbaridades el público admitía en el pasado, hoy son inconcebibles para una mayoría social que poco a poco –pero firmemente– comienza a recriminar y rechazar las voces más alienadas con el discurso del patriarcado.

Pedía en su cuanta de Twitter una crítica seria contra los argumentos y reflexiones que usted vertía en diferentes diarios a tenor del caso de terrorismo machista acaecido en Pamplona durante los sanfermines de 2016, bien, no me considero especialmente iluminado como para que pueda llegar a considerar lo que me dispongo a escribir una crítica seria –especialmente teniendo en cuenta que bajo su criterio aquel artículo suyo si lo era–  pero intentaré que al menos pueda llegar a comprender que expresiones como «machista», «asqueroso» y especialmente la de «exabrupto de taberna» pueden llegar a ser en cierta manera la mejor forma de definir aquel trabajo suyo.

La taberna en Galiza es habitualmente un lugar anclado en el tiempo, defensora de sus costumbres pese a la evolución social y mental de toda aquella población ajena a ese lugar tan particular entre calendarios comerciales, vinos especialmente baratos –indiferentes también a toda esa pijotada surgida alrededor de tales caldos–  debates improvisados y espacios para todas las opiniones habidas y por haber. Normalmente en la taberna cualquier opinión es bien recibida, después de todo en ellas han bebido tradicionalmente los vencedores y los perdedores de la guerra, los represaliados y los caciques, los terroristas y los demócratas, los obreros y también los patrones… El intentar imponer un consenso entre semejantes polos regados con copas de vino, aguardiente y algún que otro problema que venía ya escapando de casa, podría fácilmente derivar en tragedia. En la taberna uno podía reírse de que el hijo del vecino pareciese un maricón con esas pintas, alardear de las hazañas sexuales que uno podría realizar con la mujer de algún Miña Xoia que en realidad no la sabe «disfrutar» o incluso sembrar la duda del «algo haría» sobre una presunta violación sin que habitualmente nadie pusiese el grito en el cielo. La reacción más habitual en ese ambiente ante una barbaridad que rompa ese pacto social tan particular sería la de apurar la copa, pedir la cuenta y quizás despedirse con un último comentario cargado de retranca.

Por suerte o por desgracia para usted, su último artículo ha sobrepasado los límites que normalmente alcanzan los medios en los que se ha publicado, y fuera de ese particular público –y me atrevo a asegurar de que también dentro– sus opiniones han sentado como un auténtico «exabrupto de taberna» para una masa social poco a poco más concienciada con los paradigmas feministas. No se trata de la censura del feminismo a los hombres, sino de rechazo frontal y directo a lo que muchos han identificado claramente como machismo, un machismo que hasta hace poco no era identificado y enfrentado en nuestra sociedad, pero que hoy al igual que  ha sucedido con en el racismo, el fascismo o la xenofobia comienza a ser repudiado, apartado y denunciado por el conjunto de la sociedad.

Busca usted auxilio en la antropología sexual y en la filosofía antropológica, se pierde en la elucubración metafísica e ignora, desconozco si premeditadamente o simplemente debido a que lo considera irrelevante, el testimonio de la víctima de la supuesta agresión sexual, los informes de los forenses, el informe pericial de la policía foral, los indicios que llevan a la Audiencia de Navarra a mantener a los acusados en presión preventiva y también las razones de la fiscalía para pedir para cada uno de ellos 22 años de cárcel. En este juicio con pronta resolución no se está juzgando para nada la sexualidad humana, no se trata de un coloquio filosófico de domingo por la tarde, ni de una oportunidad para hablar de nuestro libro, lo que se juzga en esa sala es una nueva agresión machista, una violación en grupo supuestamente cometida por cinco hombres contra una mujer que simplemente disfrutaba de su ocio como lo hacían miles de hombres y mujeres durante las fiestas de sanfermin.

Elucubra usted sobre la posibilidad de que un adolescente desee tener relaciones sexuales con varios hombres al mismo tiempo, sobre si alguien puede llegar a sentirse agredido sexualmente sin que de forma objetiva sea apreciada tal cosa por nuestros sentidos, sobre si la víctima cierra los ojos por miedo o por vergüenza, sus gemidos, su posición durante la supuesta agresión sexual o incluso sobre las causas por las que entró aquella noche en aquel portal, se hace usted numerosas preguntas y ninguna de ellas señor mío resulta para nada fundamental. En una cama con champagne y velas, en el baño de una discoteca o incluso inmersos a en medio de lo que usted considera una «Catarsis dionisíaca», la pregunta fundamental es la siguiente: ¿Existió consentimiento por parte de la denunciante?.

No se trata de la censura del feminismo a los hombres, sino de rechazo frontal y directo a lo que muchos han identificado claramente como machismo

Si la respuesta es no –por mucho que su elucubración metafísica apunte en otra dirección– hablamos de una violación. En fotos como las que usted aporta en su cuenta de Twitter en la que diversos hombres y mujeres tocan y manosean a otros hombres y mujeres durante sanfermines, la mecánica atiende exactamente a la misma lógica, se diferencian entre agresiones y meros actos con carácter sexual dependiendo de si existe o no consentimiento en ellos. Personalmente, he de decirle que también he tenido la oportunidad de disfrutar de Pamplona durante las fiestas a las que nos estamos refiriendo, puedo asegurarle que he disfrutado plenamente de sus días y sus noches dejándome llevar por la desinhibición del alcohol y la magia de sanfermines. Pero con  catarsis dionisiaca colectiva o sin ella, nunca me he visto impelido a interpretar un No,un silencio o la sumisión de nadie como una señal para hacer lo que no había hecho nunca. Cuando la sexualidad reprimida y mal entendida sale a la luz manifestándose con toda su oscuridad en una nueva agresión patriarcal contra una víctima inocente, ni todo el alcohol del mundo, ni las calles de nuestros festejos, ni el solitario zaguán de un edificio, ni toda la ambigüedad del mundo en una publicación periodística, podrán evitar que seamos nosotrxs quienes nos convirtamos en la manada para gritar bien claro que si tocan a una, nos tocan a todxs.

A los 18 años una mujer puede ser plenamente consciente del número de hombres con los que se ha de relacionar, a quién y por qué debe dar su consentimiento o hasta que punto debe llegar en su interés sexual por otra persona. A los 18 años sin embargo ninguna mujer debería tener que presentarse en comisaría tras haber sido violada por 5 hombres, nunca tendría que demostrar su inocencia, dar explicaciones de su comportamiento cuando ha dejado clara su negativa o lidiar con comentario machistas y titulares que sin que se sepa muy bien el motivo pretenden alejar el hecho de que ha sido agredida del centro del debate.

En conclusión, a pesar de la inconsistencia de su artículo o la incomprensible manía por tildar de censura lo que simplemente es un amplio y profundo rechazo social frente a sus declaraciones o sus particulares divagaciones, lo que queda claro es que a la espera de una sentencia firme, sería aconsejable para todos evitar lidiar con nuestros traumas o batallas pendientes pisoteando el respeto que se debe a la víctima.

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