Una puta. Segunda parte

Por Carmen Sereno

Primera parte

-дерьмо!* ¡Por tu culpa, se ha estropeado maquillaje! –exclamó enfurecida.

Se dio la vuelta, y con las manos torpes de nerviosismo, rebuscó con ímpetu entre los cajones del cuarto de baño. Cuando dio con el paquete de discos de algodón, lo rasgó con tanta fuerza que un buen puñado de ellos acabaron desparramados por el suelo.

-Lo siento -musité agachándome a recogerlos de inmediato-. De verdad que lo siento. Siento que tengas que volver a empezar -añadí al incorporarme, acercándome a ella con los discos en las manos.

Ella me miró y pude advertir que sus ojos habían cambiado de repente, como si una especie de telón de acero mate hubiese cubierto el brillo húmedo que las lágrimas habían dejado tras de sí. Tenía otra vez esa mirada vacía con la que me había abierto la puerta de su casa.

Esa mirada a nadie.

A nada.

Ésa mirada.

No me respondió. Cogió uno de los discos que sostenían mis manos y lo frotó contra su rostro con furia, arrastrando el maquillaje hacia algún confín tras el que ya no quedara piel, como si tratara de borrarse, como si no quisiera volver a verse.

Sentí que se me cerraba la garganta y me pregunté, con pesar, cuántas veces en la vida tiene que volver a empezar una mujer como ella.

No es por qué hago, sino para qué. Por favor, tú hases de nuevo pregunta. –dijo entonces.

Exhalé profundamente y dejé los discos de algodón sobre el mueble del baño. Luego recuperé mi cuaderno de notas del fondo del bolso y carraspeé.

-Está bien. ¿Para qué haces esto? -inquirí con un tono de voz neutro.

Única cosa buena recuerdo de mi infansia es бабушка **. Ella calentaba pies con sus manos en noches de invierno. Tú sabes, en mi país hase siempre mucho frío.

Sonreí con indulgencia y asentí con un leve gesto de la cabeza.

бабушка también curaba heridas.

La fina línea de mi sonrisa se destensó de golpe.

Mi padre era alcohólico y pegaba palisas todo el tiempo. No sólo a mí; también a бабушка y a mi hermana pequenia. Mira –se retiró el pelo de la nuca y me mostró una cicatriz en su cuello-, esto es marca de sigarrillo.

Cerré los ojos un instante y disimulé la súbita sensación de mareo que me había invadido apoyándome contra la pared.

-¿Y tu madre? -pregunté haciendo un esfuerzo por recomponerme.

Murió después naser mi  hermana pequenia. Doctor dijo ella estaba desnutrida. No sé, es posible; éramos muy pobres, como mayoría gente en mi país. Pero yo creo que, en realidad, ella murió de tristesa.

-¿Tú crees que se puede morir de tristeza?

Sonrió con sarcasmo, dejando ir un resuello, y clavó su fría pupila azul en el espejo.

-¿Acaso tú no? 

Sus palabras rebotaban desordenadamente en mi cabeza y necesité un momento para poder continuar. La observé trazándose una larga línea oscura encima del párpado con el pulso firme y la precisión de un cirujano. Sin duda, esa mujer había sufrido mucho, pensé. Y sin embargo, destilaba tanta fuerza que supe sin saberlo que en el fondo del agujero negro en el que se escondían sus emociones, había mucha luz.

Y eso me alentó a seguir.

Yo vi luz; se merecía que contase su historia.

-Explícame cómo llegaste hasta aquí.

Mi padre no sólo pegaba; también obligaba mí a acostarse con hombres a cambio de dinero. No preguntes porqué; seguramente no vas a entender. No creo tú puedas llegar a entender cómo es vivir en un país frío y pobre como mío. ¿Sabes con quién yo perdí virginidad? -dijo con una extraordinaria espontaneidad- Con mi primo hermano, por mismo presio que cuesta bocadillo y Coca-Cola en cualquier bar de esta siudad. 

Tuve que contener la rabia que me impregnaba la garganta y que pugnaba por salir de mi boca en forma de sucias palabras hacia su padre. Si es que un hombre así puede llamarse padre. Pero no lo hice. No sería profesional. Y ella me había pedido sin pedírmelo que no lo juzgara. Así que dejé que continuara con su relato.

Como él se bebía todo lo que yo ganaba y cada ves teníamos más hambre, empesé a ir con otros hombres sin que él supiese. бабушка guardaba dinero y conseguía comida para mí y mi hermana. Patatas, pan, col, a veses leche… No mucho, pero sufisiente para ir tirando, como se dise aquí. Lo malo es que teníamos que comer a escondidas para que mi padre no enterase de dónde sacábamos dinero para comida.

-¿Y llegó a enterarse?

Sí, claro. Secretos siempre acaban viendo lus, ¿no? O al menos, así desimos en mi país. 

Dibujó una enorme O con los labios y, cuidadosamente, comenzó a pintárselos con una barra de color carmesí.

-¿Qué ocurrió cuando lo supo?

Que pegó palisa tan fuerte que por más tres meses no pude salir de cama. Tenía muchos huesos rotos -dijo sin que se alterara ni una sola de sus facciones. Se apretó los labios entre sí, en ese gesto de espontánea feminidad, y se retiró los restos de carmín de las comisuras con un suave toquecito de las yemas. –Como yo no podía trabajar, obligó mi hermana pequenia a haser trabajo por mí, pero primero pagó a mi primo hermano una sierta cantidad para que fuera su chulo y así la vigilara. Por desgrasia, ella quedó embarasada muy rápido.

-¿Por qué dices “por desgracia”?

Se dio la vuelta y me miró fijamente durante unos segundos que a mí se me antojaron eternos. Había terminado de maquillarse y, aunque continuaba siendo excepcionalmente bella, los tonos oscuros que había escogido endurecían muchísimo su rostro.

Se me ocurrió que tal vez ella necesitara que fuera así.

Que tal vez necesitara endurecerse por fuera para no romperse por dentro.

Joder, claro que era así. No podía ser de otra manera.

Ningún ninio se merese el castigo de ser traído a un mundo que es un infierno. -sentenció con la voz áspera.

Tragué saliva y dije:

-Deduzco entonces que no lo tuvo. Tu hermana no tuvo el bebé, ¿verdad?

El sonido de una vibración rompió el momento por la mitad.

Disculpa. Es de la agensia. Tengo que contestar.

Continuará…

*Del ruso, diermó! (¡Mierda!)    **Del ruso, bábushka (abuela)

 

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