El territorio de Shengal, en el norte iraquí, es escenario de nuevas tensiones bélicas. El gobierno de Bagdad intenta invadir la región yezidí que declaró su autonomía.
Por Leandro Albani / La Tinta
La larga marcha del pueblo yezidí por su libertad es una utopía eterna. Es, también, un camino plagado de obstáculos y dolores. En su extensa historia en el corazón de Medio Oriente, los y las yezidíes sufrieron 73 genocidios, el último de ellos cometido por el Estado Islámico (ISIS) en 2014. Hasta el día de hoy, más de 2.000 mujeres yezidíes se encuentran desaparecidas, muchas de ellas en poder de ISIS, pero muchas otras ya fueron vendidas como esclavas sexuales, denuncia realizada por la propia Organización de Naciones Unidas (ONU).
Pese a los cientos de asesinatos cometidos por el Estado Islámico, cuando el grupo terrorista fue expulsado de Shengal por la guerrilla del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y por los y las milicianas de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ), el pueblo yezidí tomó una decisión trascendental: declaró la autonomía de Shengal –amparada en la Constitución iraquí-, conformó sus propias fuerzas de autodefensa e inició un proceso político y social de democracia y libertad, basado en el confederalismo democrático, paradigma que lleva adelante el Movimiento de Liberación de Kurdistán (MLK).
Entre otras razones, esta decisión se debió a que, cuando ISIS atacó Shengal, tanto el ejército iraquí (que depende del gobierno de Bagdad) como las fuerzas Peshmerga (que responden al Partido Democrático de Kurdistán –PDK-, que administra la región semi-autónoma del Kurdistán iraquí –Bashur) huyeron de la zona, dejando totalmente desprotegida a la población yezidí.
Ahora, la administración central de Bagdad envió tropas a Shengal con el objetivo de ocupar la región. El 9 de octubre de 2020, el gobierno iraquí, la administración encabezada por el PDK, Turquía y Estados Unidos firmaron con urgencia y entre bambalinas un acuerdo que rechaza el autogobierno autónomo en Shengal y, a su vez, remarca que Bagdad tiene la potestad sobre el territorio.
Al menos hay dos razones para esta nueva tensión bélica que rodea el territorio yezidí. La primera es el peligro que implica la construcción social en Shengal basada en el confederalismo democrático, donde la libertad de las mujeres, el ecologismo, el anticapitalismo y la democracia son los puntos principales. La segunda razón es que, si el gobierno iraquí ocupa Shengal, corta la comunicación del pueblo kurdo con las Zonas de Defensa de Medya, donde la guerrilla del PKK tiene sus bases, y con Rojava (Kurdistán sirio).
El avance militar de Bagdad sobre Shengal no es una casualidad. Desde el 17 de abril, el gobierno turco intenta ocupar varias zonas del Kurdistán iraquí, principalmente las controladas por la guerrilla kurda. En estos últimos tres años, Ankara atacó y bombardeó decenas de veces las Zonas de Defensa de Medya. En el plan de expansión turco, desbaratar a la guerrilla es fundamental. Sin medias tintas, el gobierno de Recep Tayyip Erdogan dejó en claro (y públicamente) que su intención es extender el poder turco hacia otros territorios. Su intervención en las guerras en Libia o su apoyo a Azerbaiyán en el conflicto bélico con Armenia por Artsaj son algunos ejemplos.
Al mismo tiempo, Ankara también redobló sus ataques contra Rojava (Kurdistán sirio). Además de ocupar ilegalmente el cantón kurdo de Afrin -desde 2018- y localidad como Al Bab o Serêkaniye, el ejército turco continúa lanzando ataques contra Kobane, una ciudad que se convirtió en símbolo de resistencia para los pobladores de Rojava, ya que en ese territorio las Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ) vencieron al Estado Islámico en 2015, dando el primer golpe mortal al grupo terrorista.
Mientras la administración de Bagdad criticaba los ataques turcos contra el Kurdistán iraquí, planificaba la incursión militar contra Shengal. La política de doble rasero de los gobiernos centrales no es nada nueva para los y las kurdas (y, en particular, para el pueblo yezidí). En su larga historia, la traición, el engaño y la persecución se convirtieron en moneda corriente.
Como siempre dicen desde el Movimiento de Liberación de Kurdistán, los Estados-nación que oprimen al pueblo kurdo pueden tener diferencias y hasta conflictos graves entre ellos, pero, a la hora de apuntar contra los kurdos, siempre se ponen de acuerdo de manera instantánea.
Además, en Medio Oriente, las casualidades no son un capricho de algún dios pintoresco.
El 4 de mayo, la Administración Autónoma de Shengal (AUS) difundió un comunicado en el que confirmó conversaciones “infructuosas” con la dirigencia de Bagdad y reiteró su disposición “a cooperar pacíficamente con las autoridades iraquíes”. También se exigió “que se respete el derecho de la comunidad yezidí a la autodeterminación y la autodefensa.
Desde la AUS, indicaron que Shengal se encuentra en “estado de emergencia”, pero que esto no detendrá la construcción de “un sistema administrativo y de defensa autónomo”. A su vez, se señaló que la administración autónoma presentó “muchos proyectos para aclarar el estado de Shengal durante los últimos ocho años y hemos mantenido numerosas conversaciones. En este proceso, confiamos en la unidad de Irak y queremos resolver nuestros problemas dentro del marco de la legislación iraquí”.
“La respuesta a nuestros esfuerzos fue el sucio acuerdo del 9 de octubre de 2020, que fue sellado entre el gobierno del primer ministro Mustafa Al Kadhimi y el PDK, bajo la presión del Estado turco y con el acuerdo de las fuerzas internacionales. Este acuerdo es el punto de partida de los problemas de hoy, alienta a Turquía a atacar Shengal y el PDK lo invoca para regresar a la región”, se detalló en la declaración.
Debido a los ataques del ejército iraquí a Shengal, al menos 4.000 personas huyeron de la región. El desplazamiento forzado es otra de las armas utilizadas contra los y las yezidíes. En un reciente artículo, la periodista e intelectual kurda Meral Çiçek explicó que el genocidio cometido por ISIS contra el pueblo yezidí tuvo como objetivo “dispersar a los últimos miembros de la comunidad que vivían en la línea entre Shengal y Shekhan, y expulsarlos de Kurdistán”. En ese momento, “las fuerzas de la modernidad capitalista asumieron la misión de distribuir a los sobrevivientes en lugares a miles de kilómetros de distancia” de su lugar de origen, apuntó Çiçek.
La intelectual kurda analizó un punto fundamental para entender el ataque contra Shengal: “Los Estados occidentales abrieron sus puertas de par en par en nombre de sus políticas supuestamente humanistas y de ayuda, y provocaron que la diáspora yezidí creciera aún más. Cuando el gobierno canadiense anunció en un gran gesto que otorgaría derechos de residencia a 1.200 yezidíes, esto se presentó como una política ejemplar de refugiados. En una visita a Francia, Nadia Murad, quien escapó de las garras de ISIS, le pidió al presidente Macron que aceptara más refugiados de Shengal. Ninguno de estos Estados charlatanes, que se comportan como si su intención fuera proteger al pueblo yezidí y sus creencias, ha hecho el más mínimo esfuerzo para garantizar que los yezidíes puedan vivir en sus propias tierras en paz y seguridad”.
Çiçek advirtió con claridad lo que está ocurriendo en estos días en Êzidxan, nombre con el que el pueblo yezidí denomina a su tierra: “Los ataques de limpieza (étnica) y ocupación dirigidos a Shengal por parte de las fuerzas armadas iraquíes deben evaluarse en este contexto. Estos ataques no solo se llevan a cabo a través de la cooperación entre el Estado turco fascista, sus títeres, el PDK y algunos elementos sunitas en Irak. En un panorama más amplio, las políticas de genocidio desarrolladas e implementadas por las fuerzas de la modernidad capitalista en la Mesopotamia han sido efectivas durante los últimos 200 años”.
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