En Turquía, hablar el idioma kurdo implica correr graves riesgos. Hombres y mujeres son detenidos y encarcelados por apenas pronunciar unas pocas palabras en un lenguaje considerado terrorista por el Estado.
Por Leandro Albani / La tinta
Una lengua que más de 40 millones de personas tienen prohibido hablar. En pleno siglo XXI, el pueblo kurdo sufre esta situación en los Estados-nación donde quedaron atrapados después de la Primera Guerra Mundial. En el caso de Turquía, esta prohibición continúa vigente y las políticas punitivas contra quienes se atreven a pronunciar palabras en su idioma materno se aplican con toda la fuerza.
Con su origen en las lenguas indo-europeas, el kurdo está emparentado con el baluche, el guilakí y el talish, idiomas de raíz iranios. Dividida en varios dialectos, donde el kurmanji y sorani son los más hablados, la lengua kurda –en todas sus formas- fue blanco de una sistemática persecución histórica en Siria, Irak, Irán y Turquía. En los dos primeros casos, los procesos sociales y políticos que permitieron la autonomía de las regiones kurdas de esos países llevaron a que el idioma fuera liberado de sus cadenas.
En Bakur (Kurdistán turco, norte de Turquía), la criminalización de la lengua está a la orden del día. En el escenario represivo desplegado en ese país desde finales del Imperio Otomano hasta nuestros días, cantar, hablar o defender el idioma del pueblo kurdo tiene, como mínimo, una consecuencia donde la policía, el Poder Judicial y la condena estatal se alinean para golpear.
El 29 de octubre pasado, el comerciante Cemil Taşkesen fue detenido luego de que en Siirt, su ciudad, habló con el titular del partido político Iyi, Meral Akşener, a quien le dijo “Esto es Kurdistán”. Una semana después, el detenido fue Hacı Tunç, otro comerciante de la localidad de Ipekyolu, de la provincia kurda de Van, tras reunirse con Mustafa Sarıgül, titular del Partido del Cambio en Turquía (TDP). Según informó la agencia de noticias Medya News, Tunç le dijo al representante político que “cuantos más idiomas, más felicidad. La cultura oriental es diferente. No nos olvidemos de Oriente. Un amigo nuestro en Siirt dijo: ‘Esto es Kurdistán’. Hace 2.000 años esto era Kurdistán. Seguirá siendo Kurdistán. No estemos en desacuerdo. Es Dios quien nos creó. Allah también sabe kurdo, turco, árabe e inglés”. Cuando Sarıgül se fue del comercio, la policía allanó el local de de Tunç y lo trasladó a la “sección antiterrorista” de las fuerzas de seguridad de Van.
Estos dos casos son una pequeña muestra de la vida cotidiana de los kurdos y las kurdas en Turquía. A la negación de su lengua, el Estado despliega una serie de políticas represivas de todo tipo, profundizadas en el último tiempo bajo el régimen del presidente Recep Tayyip Erdogan. La destrucción de pueblos enteros a través de bombardeos y ocupaciones militares, la encarcelación sistemática de alcaldes, alcaldesas, diputados y diputadas electas por el voto popular, la violación de derechos humanos, el desplazamiento forzado y los asesinatos públicos conforman un entramado visible y que, por fuera de los kurdos, pocos cuestionan en Turquía.
En una reciente entrevista con la agencia de noticias ANF, Mehmet Arak, integrante de la Comisión de Lengua Kurda del Colegio de Abogados de Amed (la capital histórica de Kurdistán), se refirió a estos últimos hechos. El abogado recordó que, días atrás, el profesor Hifzullah Kutum fue destituido por el director de la Universidad de Firat, y luego detenido, por publicar en Twitter la frase: “Şoreşa Îlonê hemû Kurdan pîroz be. ¡Bijî Kurdistan!” (Felicito a todos los kurdos por la revolución de septiembre. ¡Viva Kurdistán!).
“¿Desde cuándo se considera un delito definir una región como Kurdistán? –se preguntó el abogado-. En el artículo 26 de la Constitución (turca) y otros textos legales similares, tales declaraciones se definen como parte de la libertad de expresión. Toda persona tiene derecho a expresar y difundir su pensamiento y sus opiniones, individual o colectivamente, mediante la palabra, el escrito, la imagen o cualquier otro medio, dice la ley”.
Arak agregó que una frase como “Esto es Kurdistán” no es un delito, sino que significa “el ejercicio de uno de los derechos más básicos”. “Es ilegal que estas personas sean detenidas y encarceladas. Según las convenciones internacionales, el verdadero delito es la restricción de la libertad de expresión y la persecución penal del ejercicio de este derecho fundamental –explicó-. Aunque el Estado toma estas decisiones ilegales para complacer a sus partidarios nacionalistas y racistas, no puede erradicar la verdad de la existencia de Kurdistán y de la lengua kurda”.
Sobre la situación en Turquía con respecto a las prohibiciones idiomáticas, Arak dijo que en las instituciones estatales solo se habla turco, lo que genera graves problemas para quienes no eligen este idioma. “La razón por la que la lengua kurda no se utiliza ampliamente en público es por los frecuentes ataques –remarcó el abogado-. En consecuencia, la lengua kurda está literalmente confinada en casa. No solo eso, sino que la televisión y los medios de comunicación están en turco. La gente pierde la sensibilidad por la lengua también en casa. Por tanto, el kurdo debe convertirse en una lengua oficial y educativa”.
Otro ejemplo de esta situación –ejemplo que se puede multiplicar por miles- ocurrió a mediados de noviembre, cuando el gobierno prohibió el concierto del artista Mem Ararat, programado para el 4 de diciembre en el centro cultural Ertaş, del municipio de Keçiören, en Ankara. La argumentación oficial fue que en el recital “se tocará música kurda”.
Desde el Colegio de Abogados de la provincia de Urfa, declararon que la prohibición “es fomentada por quienes definen la lengua kurda como una ‘lengua desconocida’”, por lo cual “emprenderemos acciones legales para contrarrestar la prohibición y denunciarla como un crimen de odio contra la lengua kurda y el pueblo kurdo”.
Debido a la prohibición del concierto de Mem Arat, el portavoz de la Plataforma de la Lengua Kurda, Şerefxan Cizirî, recordó que durante muchos años se interpretaron canciones kurdas en el canal de televisión estatal TRT Kurdî y subrayó que “la lengua es esencial para un pueblo. Cuando se pierde la lengua, se deja de ser pueblo”. Por su parte, Rêzan Aktum, director de la Asociación de Investigación de la Lengua y la Cultura de Mesopotamia, aseveró que el Estado turco demuestra con estas medidas su “mentalidad negadora y represiva”, por lo cual “hablemos, pensemos y escribamos en kurdo en nuestra vida cotidiana. Solo así podremos frustrar estas políticas”.
Para el pueblo de Kurdistán, este tipo de prohibiciones son monedas corrientes. Aunque el poder estatal intenta, por todos los medios, borrar su historia y su cultura, la tradición milenaria del dengbêj es una de las armas para que el olvido no cubra a la sociedad. Los hombres y las mujeres dengbêjs son las encargadas de resguardar este género musical kurdo que, a través de cantos y de la oralidad, permite que las historias pasadas y presentes vivan de generación en generación. En Kurdistán, ser un dengbêj no es muy diferente a subir a las altas montañas y convertirse en guerrillero, donde la palabra es el fusil y viceversa.
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