Ucrania: cómo el atlantismo nos arrastró a la guerra

Desde el inicio en febrero de 2022 de la confrontación militar directa entre Rusia y Ucrania, hemos asistido a una peligrosa escalada bélica por parte de la OTAN que amenaza con provocar un conflicto de carácter internacional.

Por Oriol Sabata

En líneas generales, los círculos políticos y mediáticos occidentales se limitan a hacer un análisis de la situación actual ocultando de manera consciente y premeditada los principales sucesos de la historia reciente que han contribuido de manera determinante al estallido de este conflicto. Lo primero que debemos remarcar es que la violencia armada inicia realmente en el año 2014 en el Este de Ucrania. El detonante: el golpe de estado que triunfa en Kiev y que cuenta con el apoyo explícito de Occidente.

Para entender cómo se ha llegado a este escenario de conflagración, es necesaria una perspectiva histórica más amplia que abarque las últimas tres décadas.

Es precisamente durante este periodo de tiempo, tras la caída del campo soviético, que se produce una expansión sin precedentes de la OTAN. Solo basta con ver la evolución del mapa europeo para comprobar el avance constante de la alianza atlántica hacia las fronteras rusas. No hacía falta ser un experto en la materia para comprender que esto iba a desencadenar un grave conflicto entre dos grandes bloques o potencias militares como lo son la OTAN y Rusia.

Paralelamente a esto, y a partir de 2014, se produce un punto de inflexión determinante en Ucrania. Washington y Bruselas apoyan abiertamente, con diplomáticos y figuras de la primera línea política los disturbios que se desarrollan en Kiev bajo el llamado movimiento de protesta del Maidan. Aquellos días aparecieron en las protestas de Kiev el senador estadounidense John Mc Cain, la Subsecretaria de Estado de Estados Unidos Victoria Nuland, el Embajador de EEUU en Ucrania Geoffrey Pyatt, o el Ministro de Exteriores alemán Guido Westerwelle. Este ciclo de movilizaciones, lideradas por grupos de choque neonazis, terminó derrocando al gobierno de Víctor Yanukovich.

Este hecho es clave. Es a raíz de la implementación del nuevo régimen en Kiev que se produce un incremento de la violencia armada y una notable desestabilización política y social en el Este del país. La región del Donbass, con un segmento importante de población rusófona, se niega a reconocer al régimen surgido del golpe. Como represalia, Kiev ataca a esta región, donde según diversas fuentes, se estima que han muerto unas 14.000 personas. Es precisamente bajo ese contexto de agresión que se llevan a cabo los referéndums de autodeterminación de Donetsk y Lugansk.

Ante este panorama, desde Moscú se apuesta por los Acuerdos de Minsk como vía para tratar de alcanzar la paz. Posteriormente hemos conocido, por declaraciones a la prensa del expresidente francés Francois Hollande (Kyiv Independent – 8/02/23), la ex Canciller alemana Angela Merkel (Die Zeit – 7/12/22), o el propio expresidente ucraniano Petro Poroshenko (Radio Free Europe – junio de 2022), que los Acuerdos de Minsk, iniciados en 2014 después del golpe en Kiev, fueron en realidad, usados como pretexto por Occidente para ganar tiempo y fortalecer militarmente a Ucrania para una confrontación bélica con Rusia.

Estas informaciones demostrarían que Occidente no solo no tenía intención de implementar una serie de medidas para llegar a una paz en la región, sino que se estaba preparando para la guerra.

Nos encontramos, entonces, con tres factores que precipitan la guerra actual:

1. El expansionismo de la OTAN durante 30 años hacia fronteras rusas.

2. Un cambio de régimen en Kiev y la posterior persecución y ataque contra la población rusófona del Donbass.

3. Unos Acuerdos de Minsk que son instrumentalizados por Occidente para prepararse para la guerra.

Moscú monitoreaba desde hacía años el avance de la OTAN hacia sus fronteras y advertía que suponía una amenaza para su Seguridad Nacional. Desde 2014 apostó por los Acuerdos de Minsk pero finalmente constató que ya no había voluntad ni posibilidad de acuerdo con Occidente. Ante la «farsa atlántica» en Minsk, Rusia optó por intervenir, en lo inmediato para proteger a la población rusófona del Donbass, y en clave estratégica para frenar el avance de la alianza atlántica.

Discrepo con el argumento de que Rusia lidera actualmente una lucha contra el nazismo como en los tiempos de la URSS. Evidentemente, se está combatiendo contra batallones nazis que el régimen de Kiev ha integrado en su Ejército y Guardia Nacional, pero no es esta la cuestión central.

El relato lanzado por el Kremlin busca, en realidad, apropiarse del imaginario colectivo de la Gran Guerra Patria (II Guerra Mundial) que sigue muy vivo en la sociedad rusa y cuenta con una gran popularidad. Pero esto se hace en términos exclusivamente chovinistas.

En esta misma línea, Iván Nikitchuk, miembro del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), organización que apoya abiertamente la operación militar en el Este de Ucrania, advertía en un artículo publicado en el mes de noviembre sobre el peligro de «subordinar los intereses de la clase trabajadora a los de la burguesía bajo un falso patriotismo en el marco de la guerra en Ucrania». Nikitchuk remarcaba que «el centro de todos los movimientos sociales y políticos en el seno de la sociedad rusa sigue siendo la lucha de clases».

Detener la escalada

Hay que detener la escalada bélica actual. Es necesario un alto el fuego inmediato y retomar los acuerdos de Minsk con una voluntad real de implementar medidas que permitan alcanzar la paz.

Y entre esas medidas, debería estar la de reconocer y garantizar la independencia del Donbass para proteger a su población. Por otro lado, Ucrania debería abrazar la neutralidad y renunciar a su incorporación a la OTAN para poder alcanzar una paz estable y duradera.

Si Washington y Bruselas siguen en la misma dinámica de confrontación y sanciones contra Rusia, puede producirse una deriva muy peligrosa. Nuestra responsabilidad como ciudadanos de un estado miembro de la OTAN es exigir al gobierno que se detenga el envío de armas y que se deje de entrenar a soldados ucranianos en territorio español. Como clase trabajadora no debemos seguir sosteniendo sobre nuestras espaldas los «sacrificios de guerra» que nos impone el altantismo. Nuestra responsabilidad, aquí y ahora, es exigir la salida de España de la OTAN y el desmantelamiento de las bases en la península. Por eso resulta primordial reactivar el movimiento contra la OTAN. Solo así seremos capaces de desactivar el conflicto.

2 Comments

  1. Buena y clara información. Desgraciadamente, hay mucha gente a la cual no le llegará porque los medios televisivos, que es lo que la mayoría de familias ve, continuará manipulando y ocultando las informaciones que pongan en cuestión la ética( antiética) del bloque de la Otan. Difícil la salida, estamos atrapados.

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