La extrema derecha utiliza la crispación en redes para marcar el discurso, llevarlo a debate y beneficiarse de coyunturas políticas.
Artículo de Carmen Romero
Desde la irrupción de la extrema derecha en el panorama político actual español, las redes sociales, sobre todo Twitter, se han convertido en un arma de doble filo al intentar enterrar bulos y fake news propiciados por los propios integrantes de estos grupos y seguidores.
En Twitter encontramos a dos tipos de usuarios dentro de la oposición a esta extrema derecha: los que intentan destapar sus bulos y fake news por bondad y los que lo hacen para recibir el famoso “casito” que tantos buscan en redes: ser viral.
Nada es casualidad, y estos nuevos Getkeepers lanzan informaciones falsas en redes a sabiendas de que tendrán un mayor alcance, para así, inmediatamente, introducir su discurso.
Por lo tanto, dependiendo de la forma en la que se haga, ese intento de destape de bulos y fake news por parte de usuarios a los que se les provoca puede suponer la viralización del discurso del odio y, sobre todo, marcar la agenda.
El click como arma
En las redes sociales, Abascal se muestra como un candidato con una marca personalizada que provoca a adversarios y electores. Esta provocación hace que la agenda utilizada por los mass media para la selección de información se pueda ver alterada.
La extrema derecha ha sido capaz de invertir esta Agenda Setting de medios. La Agenda Setting es la forma de marcar qué es noticia y qué no pasando antes la información por determinados filtros. Vox crea una agenda alternativa. Una agenda con unos mecanismos de abajo-arriba (protagonizada por la sociedad) que condiciona esa Agenda Setting gracias al impacto en redes.
Los usuarios en redes crean lo que Eli Pariser denomina filtro de burbuja. Es decir, comunidades online de preferencias políticas afines. Twitter, apoyándose en esta burbuja, funciona como herramienta de persuasión y propaganda. El like a Abascal (supuestamente) significa romper con el status quo, el bipartidismo, la corrupción, estar contra la inmigración, la Unión Europea etc.
El click es un arma de persuasión. Los tuits citando/criticando otros tuits del propio Abascal o Vox sólo hacen que reforzar su mensaje. Vox no pretende ganar el debate, sino marcarlo. El ejemplo más claro lo tenemos en el pasado 8 de marzo: Vox culpa al movimiento feminista de propagar el virus.
Desde ese momento, en las redes sociales no se habla de otra cosa que del tema. Los simpatizantes reproducirán el mensaje hasta el más extremo, incluso con informaciones falsas. Los opositores citarán los mensajes lanzados por Vox para criticarlos. Ahí es el momento en el que la extrema derecha gana el espacio.
La oposición podría haber puesto sobre la mesa un discurso llevado hacia las condiciones materiales de la clase trabajadora y lo que supone tener una sanidad pública, gratuita y de calidad en contraposición a las aspiraciones de privatización en forma de copago por parte de Vox. Qué mejor momento que una crisis sanitaria para fortalecer el papel de la intervención estatal. Pero no fue así.
En ese momento, el filtro de burbuja se cruza. El mensaje de Vox se viraliza gracias al engagement (fidelidad) y críticas. Aquí es cuando los mass media toman partido y la agenda queda marcada por el discurso del odio.
Los medias se benefician de estas figuras como Santiago Abascal. Si hablan de él se convierten en referentes informativos y generadores de opinión pública.
Los medios de comunicación privados se rigen por las leyes del mercado. No ganan vendiendo información de calidad, sino vendiendo audiencia, nos venden (a los lectores/espectadores) a las agencias publicitarias: somos el objeto. Por eso cualquier periódico en formato papel de las grandes cabeceras puede regalarte una vajilla que cueste diez veces más que el precio del periódico y aun así ganar dinero. Venden espectadores. En el capitalismo, todo es mercancía. Eres mercancía.
Por esta dependencia de los mass media con el mercado y agencias publicitarias para vender espectadores en forma de mercancía es por la que llevan a portada los mensajes virales en redes.
Vox, de entrada, cumple con los valores por los que se rigen los media. Aun así se posicionan contra estos. Les beneficia ir en contra y marcar la agenda desde la crispación. Actúa como un padre estricto que define las reglas. Condicionan el marco mental.
La oposición toma como objetivo principal, incluso antes de marcar un mensaje propio, contrarrestar los bulos de Vox. Pero No pienses en un elefante (George Lakoff) y lo primero que harás será pensar en él.
Es una copia exacta de la campaña comunicativa lanzada por Trump en las pasadas elecciones de los EEUU.
De esta forma, se muestran como los outsiders, el partido de la gente. Como los “no sistema”, para acabar siéndolo.
Vox llama “medios progres” a los media para mostrar su descontento con lo establecido. Trump los llamaba “liberal media”. Es una forma de conectar con quienes recelan la política, los medios de comunicación, la figura del político etc.
Es el odio como arma de convicción de masas. Karen Stenner define tres aversiones propias del pensamiento conservador: al cambio, al gobierno y a la diferencia. La creación del nosotros contra ellos. Un discurso expuesto cada día en medios con cabeceras de renombre.
En resumen, la extrema derecha utiliza la crispación en redes para marcar el discurso, llevarlo a debate y beneficiarse de coyunturas políticas (populismo) para llegar al electorado. Mientras, la oposición de sofá viraliza cada acción e idea por muy descabellada que sea. Sin intención de marcar una estrategia más allá de una actuación policial contra bulos. Sin ser quien marque la agenda para introducir su discurso. Y es que, lo que no se nombra no existe. Y si no, que se lo pregunten a Amanecer Dorado (o lo que queda).
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