Cuando se dan este tipo de situaciones, todas tenemos la esperanza de que “no sea nada”, pero no podemos quitarnos de la cabeza esa otra horrorosa idea, que en realidad es la que tenemos más presente.
Y pasan los días y al final sucede, sucede la peor de las posibilidades. A todas se nos encoge el corazón y vuelve el pensamiento de siempre: ¿por qué? Entonces pensamos “¿por qué a ella?” que se convierte rápidamente en un “¿por qué a nosotras?”. Por la cabeza se nos pasan los “yo podría ser la siguiente” o incluso “yo pude serlo aquel día”. Se nos vuelve a encoger el corazón
Lo peor es que cualquiera de nosotras entendería de lo que estoy hablando sin que hubiésemos asistido a otro feminicidio recientemente. Otro que cuando busquemos los datos oficiales del Ministerio no aparecerá porque claro, no la ha matado ni su novio ni su ex novio. Y te preguntas, ¿qué narices tendrá que ver la relación que tuviera con ese tipo?
Estamos hartas. Hartas de pensarnos varias veces el estar solas por la calle especialmente cuando ya está oscuro; hartas de tener que justificar que oh, sorpresa, no queríamos ser agredidas de ninguna forma; hartas de pensar si nuestras amigas habrán llegado bien a casa; hartas de que se nos cuestione por no denunciar todas las agresiones machistas que sufrimos porque no nos sentimos preparadas, porque se nos va a juzgar y porque vemos constantemente que tenemos las de perder.
Pero, compañeras, ante el hartazgo y la irritación por esta y por todas las violencias a las que nos lleva este sistema, la solución no es resignarse. Debemos transformar toda esa rabia en energía, en resistencia para estar organizadas y seguir peleando. Los problemas colectivos no se solucionan de manera individual, tenemos que estar unidas para apoyarnos las unas en las otras y luchar juntas.
Mucho ánimo y mucha fuerza a todas.
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