Transfronterizas: mujeres marroquíes que ejercen la prostitución en Ceuta

Por Estrella Martínez 

Una mujer espera en una parada de autobús en Ceuta. Su ropa es como la de cualquier otra persona. Es una mujer normal y corriente, solo que ella no espera el bus, espera clientes. Es una mujer marroquí que ejerce la prostitución en Ceuta. Pasa diariamente la frontera entre Marruecos y Ceuta, lo que la convierte en parte de esa masa sin nombres conocida como mujeres transfronterizas. Dentro del colectivo olvidado de las transfronterizas, las que tienen algo más de visibilidad son las porteadoras, que pasan la frontera cargando pesados bultos con todo tipo de mercancías que compran en Ceuta y venden en Marruecos. Menos visibles que estas son las mujeres marroquíes que cruzan la frontera para trabajar en el servicio doméstico en Ceuta. Y en esta escala de invisibilidad las mujeres que cruzan la frontera para ejercer la prostitución están a la cola.

Irene Pascual y Pilar Alba de Fundación Cruz Blanca trabajan semanalmente con estas mujeres. Fotografía de Estrella Martínez.

Algunos en la ciudad, incluidos trabajadores de ONG, dicen que ellas buscan esa invisibilidad por temor a que poner el foco sobre ellas afecte a la manera que tienen de ganar dinero. Otros directamente se muestran sorprendidos cuando descubren que existe ese tipo de prostitución en Ceuta. Mujeres anónimas e invisibles salvo para algunos y algunas.

Irene Pascual y Pilar Alba son dos de esas algunas para las que estas mujeres tienen rostro, nombre y una historia. Las dos son mediadoras en la Fundación Cruz Blanca e insisten en que las mujeres no se quieren acercar a la prensa. Obtener datos sobre prostitución en Ceuta es una misión imposible*. Solo los que da Irene, “nosotras trabajamos con unas 40 mujeres”, aunque hay más, pero no se atreve a dar una estimación. En Ceuta la prostitución se ejerce en pisos y en calle, y no siempre por mujeres transfronterizas. Aunque las que trabajan en la calle lo son casi en su totalidad. Van y vienen cada día. Estas mujeres viven en la provincia de Tetuán y pueden pasar a diario a Ceuta, pero no pernoctar, de ahí su trasiego fronterizo. Su rutina habitual es entrar en Ceuta entre las 10 y las 11 de la mañana y volver a su casa unas doce horas después.

En esta escala de invisibilidad las mujeres que cruzan la frontera para ejercer la prostitución en Ceuta están a la cola.

 

La frontera de la doble desigualdad

En Marruecos la prostitución está prohibida, aunque existe, pero “te pueden mandar a la cárcel, está penado y muy perseguido”, explica Irene. Para evitar el estigma, tanto Pilu como Irene cuentan que la mayoría de las mujeres, si no todas, dicen en Marruecos que vienen a Ceuta a trabajar en el servicio doméstico. Estas mujeres tienen una media de entre 30 y 35 años. “Tienen hijos a su cargo y la mayoría han sido abandonadas por sus parejas. Muchas llevan toda la carga económica de la familia”, explica Irene. Además, la inmensa mayoría tiene muy pocos estudios. Ana Lucas, coordinadora de Manos Unidas en Marruecos, Egipto y Mauritania, “confirma que hay un abandono escolar fortísimo y altísimo en el colectivo de la mujer”. La educación pública en Marruecos es muy deficitaria, lo que se une al difícil contexto de la mujer en el país. Así, si el niño que no tiene suficientes medios económicos sufre las consecuencias del mal funcionamiento del sistema educativo, la niña mucho más.

Las paradas de autobús son los lugares más habituales donde estas mujeres ejercen la prostitución. Fotografía de Estrella Martínez.

La cercanía física entre Ceuta y Marruecos hace que todavía sean más llamativas las diferencias entre los dos países. Según el Fondo Monetario Internacional, en 2016 España ocupaba la posición 14 en el ranking de países por PIB, mientras que Marruecos la 62. De acuerdo al Índice de Desarrollo Humano (IDH), en 2015 España estaba en el puesto 27 y Marruecos en el 123. Oxfam Intermon recoge datos de la Unesco cuando afirma que la tasa de analfabetismo en el país vecino es de 18,12% en los hombres y 37,95% en las mujeres. Por su parte, Amnistía Internacional situó en 2016 a Marruecos entre los 10 peores países en cuanto a igualdad de género. Las protagonistas de esta historia no solo viven en un país muy diferente a su vecina España, sino que además son mujeres, lo que hace que aumente aún más la brecha entre la realidad ceutí y la de la provincia de Tetuán.

Fatima Sadiqi, directora del Centro ISIS para la Mujer y el Desarrollo, ahonda en esta profunda desigualdad que existe entre hombres y mujeres en Marruecos, “la clase media se está reduciendo, lo que implica más feminización de la pobreza y un trabajo más informal para las mujeres”. A esto cabe añadir que “las mujeres que no están casadas están socialmente más marginadas que las que sí lo están”, como sucede con las transfronterizas que pasan a Ceuta.

Irene y Pilu las visitan en la calle. Hablan con ellas, conocen todas sus historias, les hacen un seguimiento, les dan material preventivo y les hacen pruebas de VIH gracias a la colaboración de la Consejería de Sanidad. Las dos tratan de dar respuesta a sus demandas. Algunas de sus peticiones más habituales son “mucha ropa para los niños, carritos y que quieren estudiar. La mayoría te dicen que no quieren esta vida, que están aquí porque no tienen nada, porque no saben ni hablar el idioma”, cuenta Irene.

Anónimas e invisibles, pero pilares indispensables de los suyos.

Pilu e Irene se ponen muy serias cuando definen a estas mujeres: “Son unas luchadoras”. Las dos resaltan los valores que tienen, cómo se apoyan las unas a las otras a pesar de las carencias que tienen todas y lo que suponen para sus familias: su único sustento económico. Anónimas e invisibles, pero pilares indispensables de los suyos. Ana insiste en esta idea de fuerza de la mujer. Manos Unidas no ha trabajado directamente con transfronterizas, pero sí con distintos colectivos de mujeres marroquíes y “cuando se juntan tienen mucha fuerza”. La organización ha trabajado en distintos proyectos de alfabetización de mujeres “y van todas, tienen que crearse varios grupos porque se apuntan más de las que esperábamos, sale de ellas alfabetizarse”. Cristina de Benito, trabajadora de la zona del norte de África en Manos Unidas, tiene claro que a pesar de la desigualdad, cuando se trabaja con las mujeres y “se les da un ímpetu, una palanca como la alfabetización, cuando trasladan ese aprendizaje a su casa normalmente es exitoso. Esa alfabetización suele disminuir en gran medida la desigualdad que existe de base. En su casa el marido y los hijos lo aceptan. Ese valor que tiene para ellas empoderarse, querer hacerlo, hace que trasladen su entusiasmo a los demás”.

Todas coinciden en señalar que Marruecos es un país difícil donde los avances se dan muy lentamente. Así pues, mientras llegan las oportunidades para todos, y especialmente para todas, habrá mujeres que esperen en las paradas de autobús de Ceuta cada día. Y seguirán siendo anónimas e invisibles.

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