Trabajar en el metaverso

Los conflictos capital-trabajo o capital-vida son históricos y permanecen, pero los escenarios de la disputa evolucionan y con ellos la forma de construir derechos.

Mª Ángeles Castellanos

El Metaverso como espacio de realidad virtual no es un concepto nuevo pero su desarrollo está en las etapas iniciales y se está construyendo como un lugar capaz de ofrecer oportunidades similares a las del mundo real.

Más allá de jugar o de relacionarse como en una red social, el metaverso puede ser un lugar en el que formarse, en el que trabajar, en el que emprender un proyecto empresarial o un espacio desde el que acceder a nuevas formas de ocio aún desconocidas, aunque también puede ser que al final se quede en nada.

Al ser una realidad inmersiva busca que la persona se sienta sumergida en un universo virtual haciéndole creer a sus sentidos que realmente están viviendo ese momento en esa atmósfera, creando así experiencias realistas mediante el uso de distintos dispositivos como gafas, guantes o cascos.

Por tanto, lo que ocurra dentro del metaverso lo sentiremos y lo viviremos como real, aunque al tiempo, es un lugar que es ficción, un nuevo no-lugar con un fuerte vínculo con el consumo en el que además la propia identidad puede ser sustituida por un avatar.

Las empresas están trabajando en el desarrollo del metaverso, quizás el caso más conocido sea el de Mark Zuckerberg que ha rebautizado a sus empresas con Meta. En la biografía de Twitter de la cuenta de Meta podemos leer “Bienvenido al próximo capítulo de la conexión social”.

Los CEO de Microsoft y Nvidia también se han pronunciado sobre este tema, desde Nvidia, Jensen Huang en una entrevista en CNBC destacaba las potencialidades del metaverso como banco de pruebas y la rentabilidad económica que supone disponer de una tecnología así, aunque Nvidia Corp, como mayor fabricante de chips de videojuegos, tiene un interés evidente en que funcione el concepto de metavero y lo califica como “la próxima mina de oro de la tecnología”

Por su parte, el CEO de Microsoft, Satya Nadella ha señalado que el metaverso cambiará nuestra visión del mundo y que su compañía participará en él.

Las entidades financieras también están hablando de esta tecnología, Goldman Sachs ha mostrado su interés por el metaverso señalando la importancia del blockchain para su desarrollo, desde Bank of America destacan el papel de las criptomonedas en este universo y han anunciado que utilizarán realidad virtual para el entrenamiento de habilidades de su plantilla, en España, BBVA, Caixabank y Santander, según informa el diario CincoDías, se preparan para operar en este entorno.

Otra gran empresa como Inditex, en este caso del sector de la moda, y en colaboración con la firma coreana Ader Error, ha lanzado AZ Collection, una colección para el mundo real y para el metaverso.

Si el metaverso tiene el desarrollo esperado su impacto económico va a ser importante, Bloomberg Intelligence estima que para 2024 la oportunidad de mercado para el metaverso puede alcanzar los 800.000 millones de dólares.

Las personas que se sumerjan en estas nuevas realidades, no lo harán solo para hacer algo que ya se hace en el mundo real, también será un espacio para nuevos bienes, servicios y relaciones que aún no conocemos.

Si se está construyendo un espacio que puede tener un alto impacto en múltiples aspectos de la vida, su diseño no puede definirse  desde Facebook (ahora Meta), Goldman Sachs, Inditex o las otras empresas  de las que he ido hablando.

Si se construye una nueva realidad hay que hacerlo de forma acompasada con la construcción de nuevos derechos.

Los algoritmos opacos, la desinformación sobre el tratamiento de nuestros datos, la concentración de poder, la desigualdad  vinculada  a la acumulación de criptomonedas en pocas manos, la brecha digital, la desregulación, la ausencia de estándares de protección, las nuevas formas de acoso que ya se están dando en el metaverso o la contaminación que genera la tecnología blockchain por su alto consumo energético, no pueden ser los elementos que marquen el  futuro del metaverso o de cualquier otro nuevo entorno tecnológico.

Todo este desarrollo, si finalmente se materializa, ha de servir para mejorar la calidad de vida, para avanzar en cohesión social, en igualdad y en sostenibilidad, no puede convertirse en una nueva forma de explotación, de extractivismo o de apropiación del conocimiento público con patentes privadas y para eso es necesario que actores con un perfil más social estén presentes en el diseño de estas nuevas realidades.

Tal y como apunta el científico de datos de la ONU Miguel Luengo-Oroz en una entrevista en Radio Nacional, el futuro es gente que entienda las ciencias tecnológicas y las ciencias sociales.

Un paso importante en este sentido lo encontramos en  la conocida como “Ley Rider” que entró en vigor el 12 de agosto de 2021, una Ley que garantiza los derechos laborales de las personas dedicadas al reparto en el ámbito de plataformas digitales  pero que además ha  modifica el artículo 64.4 del Estatuto de los Trabajadores estableciendo que el comité de empresa tendrá derecho a ser informado por la empresa de los parámetros, reglas e instrucciones en los que se basan los algoritmos o sistemas de inteligencia artificial que afectan a la toma de decisiones que pueden incidir en las condiciones de trabajo, el acceso y mantenimiento del empleo, incluida la elaboración de perfiles.

Por tanto, el desarrollo del metaverso en España ha de hacerse garantizando este nuevo derecho recogido en el artículo 64.4 del Estatuto de los Trabajadores.

La Comisión Europea, inspirada en la “Ley Rider” española, también quiere avanzar en la transparencia de los algoritmos y en la construcción de nuevos derechos de información sobre el funcionamiento de los mismos.

Los avances tecnológicos han de ir de la mano de la construcción de nuevos derechos.

Desde la negociación colectiva también se construyen derechos frente a la inteligencia artificial, así, el XXIV Convenio colectivo de banca incorpora en su artículo 80 la regulación de los derechos digitales y entre otros aspectos recoge el derecho a la educación digital y el derecho ante la inteligencia artificial señalando que “Las Empresas informarán a la RLT sobre el uso de la analítica de datos o los sistemas de inteligencia artificial cuando los procesos de toma de decisiones en materia de recursos humanos y relaciones laborales se basen, exclusivamente en modelos digitales sin intervención humana. Dicha información, como mínimo, abarcará los datos que nutren los algoritmos, la lógica de funcionamiento y la evaluación de los resultados.”

De forma más reciente CCOO, UGT y la plataforma de reparto JustEat han alcanzado un acuerdo laboral en el que se contempla la creación de la Comisión Algoritmo que permitirá a la representación de los trabajadores conocer la información relevante utilizada por los sistemas de inteligencia artificial que afecten a la organización de su actividad.

Otros convenios como el de puertos del Estado también incluyen aspectos que regulan el uso de algoritmos.

El avance tecnológico no se puede desligar del avance social, ya hemos visto que se están dando pasos significativos  en este sentido, pasos que son tan importantes como lo puede ser la aparición de cualquier tecnología disruptiva.

No hay que olvidar que los nuevos derechos no serían posibles sin políticas marcadas por una ideología que defienda a los trabajadores y a las trabajadoras y sin sindicatos fuertes que demuestran ser capaces de continuar con las luchas más clásicas en los escenarios más clásicos y con las nuevas disputas en nuevos espacios con nuevos  instrumentos.

Los conflictos capital-trabajo o capital-vida son históricos y permanecen, pero los escenarios de la disputa evolucionan y con ellos la forma de construir derechos.

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