Todo ha cambiado y todo sigue igual

Artículo de Luis Aneiros con ilustración de Iñaki y Frenchy 

Nada como dejar que el tiempo ponga las cosas en su sitio. Y ya ha pasado tiempo suficiente desde aquél lejano 28 de abril para que cada agente, cada protagonista, cada palabra, cada gesto hayan ocupado la realidad que les correspondía. La que estaba llamada a ser una histórica jornada electoral ha dado paso a una situación política anómala en ciertos aspectos, pero no tanto…

El gran problema son las expectativas creadas, que después no se ven reflejadas en los resultados y provocan que se caiga en la tentación de convertir una decepcionante realidad en un hito de proporciones épicas. Pero ni lo progresado por unos ha sido tanto ni lo retrocedido por otros ha sido tampoco lo que parecía en un primer momento. Y, sobre todo, en estos días transcurridos ya, me atrevo a afirmar que los comportamientos no son los que deberían de ser, al menos en la mayoría de los casos.

La pre-campaña y la campaña se habían visto afectadas en exceso por los resultados de las autonómicas andaluzas, en el cansino empeño que tenemos los españoles por comparar lo incomparable. Y las encuestas, benditas Aramis Fuster de la política, no hicieron más que despistar todavía más a pueblo y a tertulianos rellenos de verdad. Y de todo ello se desprendió algo en principio positivo: la movilización de la izquierda para neutralizar el más que cantado asalto de la ultraderecha al Parlamento. De rebote, y gracias a la nefasta Ley Electoral que nos asiste, el bloque de derechas formado por PP, Ciudadanos y VOX, vio traducidos sus votos en muchos menos escaños de los que cabría esperar. Pero no olvidemos nunca este dato: 11.169.796 de españoles dieron su voto al bien llamado trifachito, frente a 11.213.684 que confiaron en PSOE y UP. ¿Un giro a la izquierda? ¿De verdad? Y ya que estamos… ¿se puede considerar, como no me harto de leer y escuchar, que los 24 escaños de VOX suponen un fracaso para el partido de Santiago Abascal?

Alianza Popular, en las primeras elecciones de 1977, obtuvo 16 diputados. Cosa lógicamente vista en su momento, ya que el partido fundado por Fraga y la plana mayor del franquismo representaban lo que el pueblo quería olvidar, los años más oscuros de nuestra reciente historia. 16 diputados que, tan sólo seis años después, tras asumir los restos de la fallecida UCD y aliarse con otras formaciones conservadoras, pasaron a ser 107. VOX parte de una mayor presencia, y el paralelismo entre las historias del PP y de la UCD no es hoy tan descabellado. ¿Estoy viendo un futuro en el que VOX absorba al PP y se convierta en un sólido candidato a gobernar España? Bueno, no lo estoy descartando al menos. La constante fuga de miembros de las filas populares a las de la extrema derecha es un hecho, y el calado del mensaje de VOX en sectores de la sociedad en principio sorprendentes, otro. En cualquier caso, 24 diputados ultraderechistas y dispuestos a la bronca, no me parece algo que debamos considerar positivo para la democracia ni un fracaso para ellos. Supone visibilidad, dinero, espacios en los medios de comunicación públicos y una posición que les permitirá presentarse ante la sociedad como la única opción para salvar España… Si, eso que tanto parece preocupar a los españoles… la patria.

¿Estoy viendo un futuro en el que VOX absorba al PP y se convierta en un sólido candidato a gobernar España?

Esa patria que parece haber girado a la izquierda, gracias a los 7.480.755 votos al PSOE. Nada más falso que un giro a la izquierda, la verdad. Un Pedro Sánchez que, incluso en el calor de la noche de victoria, no duda en recordarles a sus votantes que él no es Rivera y que, para demostrarlo, no descarta pactar con él para poder gobernar. Cuando se vota al PSOE de Sánchez, ¿se recuerda a quién se está votando? ¿Cuál es la izquierda a la que representa Pedro Sánchez? ¿La de prometer derogar todas y cada una de las canalladas de los gobiernos presididos por Rajoy y no hacerlo? ¿La del apoyo incondicional a un 155 cuando ahora habla del diálogo como única solución? ¿La del prometer desahuciar a Franco de su loft público en treinta días, y casi un año después ya ni se habla del tema? ¿Es la del PSOE la izquierda que pactó con Ciudadanos una investidura fallida o la que tuvo que bajarse los pantalones ante Pablo Iglesias y subir el SMI en contra de sus principios? ¿Este gobierno de izquierdas acoge barcos con víctimas de guerras y hambre o mantiene las concertinas en las vallas de Melilla? No, la del PSOE es la izquierda que aspira a gobernar en solitario con la abstención de Ciudadanos, evitando así un pacto con UP y el apoyo de algún grupo independentista. Porque ese apoyo supondría tener que dialogar y eso, a pesar de todo lo dicho, no es lo que quiere Pedro Sánchez. El socialista.

Cuando se habla de derrotas, el caso del Partido Popular es evidente. La molesta sonrisa de superioridad de quien creyó que apuñalar a Sáenz de Santamaría supondría sentarse en La Moncloa en un asiento diferente al retrete, mientras asumía los postulados de VOX como suyos para atraer el voto de las vísceras, se heló al fracasar como cachorro de Aznar. El futuro de Pablo Casado es el de alguien que descubre que hay cosas para las que no está hecho. Y la prueba es su absoluta incapacidad para asumir el fracaso de quien partía con 137 escaños y presentar una dimisión que, al menos, movería la maquinaria para refundar un partido que, de otra forma, y como ya he dicho antes, corre el riesgo de trasvasar todos sus efectivos a las otras dos fuerzas de la derecha, principalmente a su ala más radical, como reacción a la victoria “socialista”.

El varapalo de Unidas Podemos se puede entender por varias causas, desde una degradación de su imagen por problemas internos fruto de ambiciones personales, hasta el pago de lo que los españoles entendieron como voto útil al PSOE.

Pero tampoco se debe olvidar el varapalo recibido por Unidas Podemos. Las causas son múltiples, desde una degradación de su imagen por problemas internos fruto de ambiciones personales, hasta el pago de lo que los españoles entendieron como voto útil al PSOE. La poco comprensible capacidad para llegar a acuerdos con quienes fueron sus aliados en pasados comicios hizo que un buen puñado de votos se perdieran en la aritmética electoral y renunciaran a aproximadamente otros seis escaños. La eterna historia de una izquierda incapaz de dejar a un lado el afán de liderar la nueva historia de España por el bien común. Pero estos días me ha sorprendido especialmente la ausencia en los medios de la necesidad de que Pablo Iglesias se cuestione su papel en el partido. ¿Por qué nadie plantea la posibilidad de que Iglesias ponga su cargo a disposición de los inscritos de UP? ¿La bajada de 71 a 42 escaños no es motivo suficiente para, al menos, plantear a las bases la posibilidad de un cambio en la dirección? Que sean ellos quienes decidan si la responsabilidad de su secretario general justifica su renuncia o no al cargo. Este humilde y atrevido columnista cree que el tiempo de Pablo Iglesias ha terminado, y que se hace necesario un relevo. Y es tiempo de que Unidas Podemos demuestre su vocación de izquierda feminista poniendo a una mujer al frente. Candidatas de peso hay, y me atrevo a vaticinar la victoria de Irene Montero, quien tiene hoy un protagonismo indudable y el apoyo de todo el partido, pero cuyas circunstancias personales invitan a una demora que veo innecesaria. ¿O acaso existe el temor de que un cambio de liderazgo malogre los resultados en las diversas consultas del 26 de mayo? No digo que sea sencillo, tan sólo que hay que saber cuándo se termina una etapa.

De Ciudadanos poco hay que decir. Cumplirá su papel en la política española. Pactará con Sánchez para una investidura tranquila y negociará todos aquellos aspectos económicos que permitan a Pedro Sánchez mantener una buena relación con los poderes financieros y las multinacionales. Rivera se opondrá a todo lo que suponga una mejoría de las condiciones de los españoles que tengamos menos de 50.000 euros de renta y peleará para que los ricos hereden gratis. Y lo conseguirá, claro. Que para eso hemos hecho presidente a Pedro Sánchez, para que todo cambie y que todo siga igual. Rivera afianzará su papel de veleta, lo cual le supone un futuro sólido en política y un puesto en algún consejo de administración… Porque las puertas giratorias y los aforamientos se mantendrán con un gobierno de Pedro Sánchez.

En resumen: Todo ha cambiado y todo sigue igual.

Es mi opinión.

1 Comment

  1. Comparto todo, menos el ahora reemplazo de Pablo Iglesias. Irene no es el momento oportuno, seguro más adelante, cuándo? Dependerá de estos tiempos vertiginosos.
    Sánchez se desnudo con Jordi evole, no es creible. No es de fiar. La sociedad aletargado y mucha mucha en el confort burgueses el otro ancla, no hay politizacion y can 80 años, recién se empieza espero que crezca.

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