Thomas Sankara

Durante su mandato, Sankara promovió la nacionalización de los recursos naturales y la cooperación regional como pilares para fortalecer África frente a las potencias extranjeras.

Por Dani Seixo | 24/12/2024

«Para el imperialismo es más importante dominar culturalmente que militarmente. La dominación cultural es más flexible, la más eficaz, la menos costosa.»

Thomas Sankara

Thomas Isidore Noël Sankara nació el 21 de diciembre de 1949 en Yako, una pequeña localidad de lo que entonces era Alto Volta, hoy conocido como Burkina Faso. Desde muy joven, Sankara demostró un compromiso inquebrantable con la justicia social y la igualdad, valores que marcarían profundamente su trayectoria como uno de los líderes revolucionarios más influyentes de África. Su vida y su legado son una muestra de la lucha incansable por la emancipación de su pueblo, la autodeterminación y la resistencia ante el imperialismo.

A los 17 años ingresó en la academia militar de Kadiogo, donde fue instruido bajo una perspectiva anticolonial inspirada en los movimientos de liberación africanos. Esta formación despertó en él un pensamiento crítico y revolucionario que lo llevó a cuestionar las estructuras de poder impuestas por las potencias coloniales. En 1981 asumió el cargo de secretario de Estado para la Información, pero renunció al año siguiente debido a las políticas antiobreras del régimen. Su postura firme contra la corrupción y las injusticias lo condujo a la cárcel, lo que marcó el inicio de una crisis política en el país. En 1983, un golpe de Estado apoyado por Libia lo llevó a la presidencia de Burkina Faso, donde inició una revolución que transformaría profundamente la nación.

Como presidente emprendió un ambicioso programa de reformas enfocado en la autosuficiencia, la justicia social y la equidad. Cambió el nombre colonial de Alto Volta por Burkina Faso, que significa «la tierra de las personas íntegras», y promovió la igualdad de género como uno de los pilares fundamentales de su gobierno. Prohibió prácticas tradicionales nocivas como la mutilación genital femenina, el matrimonio forzado y la poligamia, mientras impulsaba la participación activa de las mujeres en la política, la economía y la vida social. Instituyó el Día Nacional de la Solidaridad de las Mujeres como un símbolo de la lucha por la igualdad.

En el ámbito de la educación y la salud, su gobierno logró avances impresionantes. Sankara implementó programas masivos de alfabetización que elevaron la tasa del 13% en 1983 al 73% en 1987. En cuanto a la salud, lanzó una campaña de vacunación que en solo una semana inmunizó a 2,5 millones de personas contra enfermedades como la poliomielitis y la meningitis, convirtiendo a Burkina Faso en un modelo para otros países africanos.

Sankara comprendió la importancia de la autosuficiencia alimentaria para la soberanía nacional. Redistribuyó tierras a los campesinos y promovió la agricultura sostenible mediante la movilización comunitaria. En apenas cuatro años, Burkina Faso no solo alcanzó la autosuficiencia alimentaria, sino que logró un excedente, un logro notable en un continente frecuentemente azotado por el hambre y la inseguridad alimentaria.

Ferviente panafricanista, abogó por la unidad de los países africanos y denunció el peso de la deuda externa como una herramienta de opresión neocolonial. En un discurso memorable en la Organización de la Unidad Africana, instó a los líderes africanos a rechazar colectivamente el pago de la deuda, argumentando que perpetuaba la pobreza y la dependencia. Su postura lo enfrentó con las potencias occidentales, que veían en sus políticas una amenaza para el orden establecido.

Durante su mandato, Sankara promovió la nacionalización de los recursos naturales y la cooperación regional como pilares para fortalecer África frente a las potencias extranjeras. También estableció relaciones con países socialistas como Cuba, enviando jóvenes burkineses a recibir formación profesional con el objetivo de contribuir al desarrollo nacional.

Sin embargo, su valentía y sus políticas radicales lo convirtieron en un blanco de sectores internos descontentos y de las potencias extranjeras. El 15 de octubre de 1987, Sankara fue traicionado y asesinado durante un golpe de Estado liderado por su compañero de infancia Blaise Compaoré. Su muerte dejó un vacío profundo en Burkina Faso y en el movimiento revolucionario africano.

A pesar de su corta vida, el legado de Thomas Sankara sigue vivo e inspira a generaciones de luchadores por la justicia y la igualdad en todo el mundo. Fue un líder visionario que creía en el poder del pueblo para transformar su destino. Como él mismo dijo: «La escuela debe enseñar a leer, a escribir, pero sobre todo a contar. No a contar con los dedos, sino a contar con sus propias fuerzas». Su mensaje de autodeterminación, justicia social e igualdad lo consagra como un símbolo eterno de resistencia y esperanza en la lucha por una África libre y unida.

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