“Gobernados por un puñado de psicópatas que predican el odio -incluso como leit motive de campaña-, expuestos a la ilusión de un mundo de malos y buenos que la prensa nos ha fabricado, influenciados por ese relato perverso que sale de la boca de los dueños de la democracia, faltos de criterio, desinformados… el terreno es fértil para sembrar tan inconmensurable ignorancia que nos imposibilitará discernir entre una tragedia y un horror evitable”
(Walter C. Medina)
“Las propuestas de la derecha para frenar la violencia islamista son evidentes: más insistencia en el supremacismo cristiano y occidental, más represión interna y externa, más sospechas sobre la sociedad, más ley mordaza, más desconfianza y descalificación ante los que piensen diferente y, por supuesto, más castigo militar en las sociedades rotas de Irak, Siria, Libia, Yemen o Afganistán (al tiempo que no se dirá nada sobre, por ejemplo, el gobierno de Marruecos o el de Arabia Saudí). En cambio, la derecha no estará de acuerdo en acabar con los paraísos fiscales, en dejar de vender armas a gobiernos dictatoriales, en invertir para revertir la influencia cultural del islamismo radical, en recuperar económicamente a los países donde el islamismo radical aprovecha la pobreza para extenderse y en aumentar el gasto en inteligencia y prevención como forma de prevenir atentados. Ni en reconocer que desde que se decidió invadir Irak, el mundo está mucho más roto”
(Juan Carlos Monedero)
El último de ellos, en Finlandia, después del brutal atentado de Barcelona y de Cambrills, donde ya se contabilizan 15 víctimas mortales (puede que aumente este número, pues aún hay heridos críticos) y casi 100 personas heridas de diversa consideración. ¿El modus operandi? Variante del mismo que viene ocurriendo en las principales ciudades europeas desde hace varios años, que consiste en el uso de armas elementales (cuchillos, etc.) y de arrojo de vehículos sobre la muchedumbre que se encuentra paseando, para causar una masacre lo más amplia posible. El uso de vehículos como arma terrorista ya es una técnica consolidada en los atentados yihadistas, en los últimos 13 meses hubo ataques similares en diversas ciudades de Francia, Alemania, Suecia o Reino Unido. Todas ellas han sido reivindicadas por el Estado Islámico, esa perversa organización terrorista de ideario fundamentalista (wahabita), alimentada al calor de los Estados Unidos, y con el apoyo y colaboración inestimable de Arabia Saudí y sus adláteres, esos mismos que están perpetrando una masacre continua y una tragedia humanitaria en Yemen de escandalosas proporciones, guerra de la que por cierto no se habla diariamente en nuestros programas informativos (de ninguna cadena pública ni privada), ni por cuyas víctimas guardamos minutos de silencio. Una guerra silenciada, una cruel invasión sistemática, y un genocidio despiadado el que se está llevando a cabo en Yemen, por cuyas víctimas no organizamos manifestaciones populares, ni atraen a nuestros dirigentes políticos. Esos mismos que tampoco se manifiestan por las víctimas de Gaza o de Mosul, de Raqqa o de Alepo, lugares donde diariamente ocurren masacres que quintuplican las víctimas de Barcelona.
Nos dicen que la responsabilidad de estos atentados es únicamente de sus asesinos, y es cierto. Pero…¿quién es realmente el Estado Islámico? ¿Cómo se origina? ¿Quiénes lo respaldan? ¿Cómo se extienden sus seguidores por el mundo? El Estado Islámico, ISIS o Daesh fue un producto creado y patrocinado por la CIA, el MOSSAD y el MI6 (servicios secretos estadounidense, israelita y británico, respectivamente) para disponer de una coartada perfecta para sus intervenciones, creando (bajo la complicidad de países locales como Arabia Saudí) un perverso engendro que fuera capaz de captar la militancia de jóvenes de todo el mundo para la corriente musulmana más fundamentalista y violenta, el wahabismo. Recomendamos, entre otros muchos, este artículo del Profesor Michel Chossudovsky publicado en el medio Insurgente, que explica perfectamente el origen y la razón de ser de este monstruo terrorista. Se tiene constancia que los soldados de ISIS dentro de Siria trabajan a las órdenes de la alianza militar occidental. Su mandato tácito es causar los mayores estragos posibles y las acciones más devastadoras y criminales en Siria e Irak. El trasfondo geopolítico determina la motivación para todas estas guerras y conflictos armados, dándose incluso la paradoja y aparente contradicción de que fuerzas chiítas que luchan contra ISIS en Irak, así como miembros del propio ejército iraquí, han denunciado repetidamente las ayudas militares suministradas por Estados Unidos a los terroristas de ISIS, mientras a la vez, combatían contra ellos. En el fondo, el complejo militar-industrial necesita un poco de acción para continuar creciendo, obteniendo beneficios para sus empresas de armamento, para lo cual necesita justificar estos horrores en nombre de la «democracia, la libertad y los derechos humanos». La hipocresía y el cinismo llevados a su máxima expresión.
más de 400 soldados españoles participan de la misión imperialista contra el ISIS en Siria e Irak, formando parte de la coalición internacional (CJTF-OIR, por sus siglas en inglés)
¿Participan los países europeos en toda esta barbarie? ¿Participa España? Pues veamos: más de 400 soldados españoles participan de la misión imperialista contra el ISIS en Siria e Irak, formando parte de la coalición internacional (CJTF-OIR, por sus siglas en inglés), que es el mando central militar creado y liderado por Estados Unidos para frenar el avance del Estado Islámico. Cuando nuestros Ministros de Defensa se desplazan a estos campamentos, y son recibidos por nuestras tropas, brindando y proclamando elocuentes discursos, están contribuyendo a toda esta escalada irracional de violencia, terror y devastación. Una escalada que, como estamos comprobando, se vuelve contra nosotros cada cierto tiempo, haciendo pagar a personas inocentes con su vida la irresponsabilidad de nuestros indecentes y belicistas gobernantes. Por su parte, nuestro Rey Felipe VI se sitúa a la cabeza de todos ellos, pues mientras se coloca en primer plano de una manifestación popular y guarda un minuto de silencio por las víctimas, cada cierto tiempo visita y se reúne con sus reyes «hermanos» de la sátrapa dinastía saudí, viajando con una pléyade de Ministros y Secretarios de Estado, así como un buen grupo de grandes empresarios, interesados en la construcción de las grandes obras civiles e infraestructuras del país arábigo, así como ingentes cantidades de munición y armamento militares. Nuestro monarca se convierte así en el mejor representante de la «Marca España», sin importarle su colaboración con regímenes absolutistas y despóticos que no respetan mínimamente los derechos humanos. De hecho, las abominables prácticas de los soldados del Califato están inspiradas en los inhumanos, crueles y degradantes tratos a los que el Gobierno saudí somete a sus súbditos, sobre todo mujeres y homosexuales, además de personas críticas con el régimen. Se tiene constancia igualmente que Arabia Saudí mantiene vínculos con organizaciones yihadistas que siembran el terror en Siria, a las que financia y proporciona armas compradas a países occidentales, esos mismos que luego se manifiestan «contra el terrorismo», que llaman «a la unidad de los demócratas» contra el terror y la intolerancia, y demás absurdas y falaces proclamas. Y con la mayor hipocresía, cuando se comete un atentado como el de Barcelona, nuestros Reyes se dedican a visitar a las víctimas en los hospitales, y a guardar minutos de silencio.
De hecho, los bombardeos estadounidenses y aliados no están apuntando a ISIS, sino que tienen el objetivo de bombardear la infraestructura económica de Irak y Siria, incluyendo sus fábricas y refinerías de petróleo. El famoso proyecto del Califato de ISIS también forma parte de la agenda estadounidense de política exterior para la región. Nuestros países nos venden la idea de que estamos ante una «guerra contra el terrorismo», ante un choque de civilizaciones, ante una guerra de valores y religiones, que intenta acabar con nuestro sistema occidental de valores, democracia y libertades. Nada más lejos de la realidad. Se trata únicamente de una guerra para controlar los recursos naturales de los países de la región, de una guerra de conquista, guiada por objetivos geoestratégicos y económicos. Por tanto, la propia Unión Europea y Estados Unidos, en general los países de la OTAN, son los verdaderos causantes de la oleada de terrorismo que asola nuestras ciudades, y que viene de lejos. No podemos extrañarnos, ni señalar a los terroristas como la encarnación del mal, mientras continuamos hipócritamente apoyando las tropelías que nuestros Gobiernos perpetran en países de Oriente Medio y Próximo. Los culpables de los atentados son los propios terroristas, evidentemente, pero…¿son también ellos los últimos responsables? Los verdaderos responsables se sientan en los lujosos despachos de la Casa Blanca, el Pentágono, el Palacio del Elíseo, el 10 de Dawning Street, la Casa al Saúd, El Palacio de la Moncloa, o la sede de la OTAN, entre otros muchos. Y por la otra parte, la propia desestabilización de nuestras sociedades occidentales, marcadas por el capitalismo más despiadado, representa también un caldo de cultivo para que muchos jóvenes musulmanes sean fácilmente radicalizados, para convertirse en «Soldados de Alá». A ello contribuyen también la enorme cantidad de imanes que desde las mezquitas de nuestras ciudades europeas (construidas con capital saudí en una gran parte) ejecutan un adoctrinamiento salvaje sobre sus jóvenes huestes.
¿No deberemos concluir entonces que todos estos atentados terroristas ocurridos en suelo europeo son en realidad un efecto boomerang, resultado de las perversas polìticas exteriores llevadas a cabo por todos estos países occidentales, «libres» y «civilizados»?
¿No deberemos concluir entonces que todos estos atentados terroristas ocurridos en suelo europeo son en realidad un efecto boomerang, resultado de las perversas polìticas exteriores llevadas a cabo por todos estos países occidentales, «libres» y «civilizados»? El odio, la destrucción y la barbarie sólo engendran más de lo mismo. Nuestro país y el resto de países europeos colaboran activamente (incluso de forma entusiasta en muchas ocasiones, como ocurrió con la invasión de Irak en 2003) con las guerras «preventivas», «humanitarias» y desestabilizadoras patrocinadas por Estados Unidos y los países de la OTAN, cercando a Rusia, hostigando a China y a Corea del Norte, destrozando Siria, y antes Afganistán, Libia, Irak, Líbano, y un largo etcétera. Es de todo punto lógico pensar que toda esa barbarie, más tarde o más pronto, ha de rebotar en nuestros propios territorios. El propio fundamentalismo islámico es un producto cultural patrocinado por Estados Unidos, y promovido con la ayuda de los países musulmanes más abyectos, como Arabia Saudí, para controlar a terceros países de la región donde sus pueblos querían elegir y organizar Estados laicos, y sociedades democráticas, emancipándose del dominio y del control norteamericano. Ahora estamos pagando las terribles consecuencias. Pero como todo esto no puede ser reconocido por nuestros indecentes gobernantes, se instrumentaliza a la opinión pública, mediante simplistas y falaces mensajes como que «los terroristas vienen a destruir nuestro sistema de libertades», «venceremos al terror con la unidad de todos los demócratas», «no tenemos miedo», y otros muchos por el estilo. De paso, también aprovechan para fomentar en la ciudadanía las posturas islamofóbicas, racistas y xenófobas (incubando una especie de fascismo popular y de odio al extranjero), y aprovechando los atentados para recortar aún más los derechos fundamentales y las libertades públicas (cosa que ya hace el neoliberalismo por sí mismo), militarizando cada vez más nuestras sociedades, instalando estados de excepción, y todo ello en nombre de la seguridad colectiva.
Si queremos dejar de sufrir atentados terroristas en Europa, hemos de ser pacifistas y coherentes. Es el único camino. En primer lugar pacifistas, y ello implica (entre otras muchas cosas) retirar nuestros ejércitos de todos los países en conflicto, retirarnos de los países que integran la «coalición internacional» liderada por Estados Unidos que bombardea indiscriminadamente en Siria, abandonar nuestra amistad (e intereses comerciales) con países como Arabia Saudí (auténtico baluarte del fundamentalismo wahabita, que no respeta los más elementales derechos humanos y extiende y financia los imanes y mezquitas yihadistas por todo el mundo), dejar de vender armas a estos países, reducir nuestro gasto en Defensa, salir de la OTAN, y conseguir que los Estados Unidos retiren todas sus bases militares de nuestro territorio. En segundo lugar coherentes, y ello implica (entre otras muchas cosas) alejarse de la reduccionista y falaz retórica de los «buenos» (nosotros) y los «malos» (los musulmanes), dejar de alimentar el odio racial, la xenofobia, la islamofobia, la discriminación hacia el diferente, acoger a todos los refugiados de las guerras que nos sea posible, llorar y apoyar a todas las víctimas por igual, y abandonar la hipócrita «neutralidad» en conflictos como el que enfrenta históricamente a Israel y Palestina. Nosotros, los europeos en general, jamás hemos sido pacifistas ni coherentes, más bien al contrario, hemos fomentado nuestro propio imperialismo (que aún perdura en muchas colonias africanas y asiáticas), hemos apoyado el imperialismo estadounidense (responsable de las mayores matanzas de la historia), y lejos de poseer y defender una política exterior, de defensa y de seguridad autónomas, hemos seguido como perritos falderos al indecente imperio del norte. Mientras todo ello no cambie, seguiremos siendo blanco de atentados terroristas.
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