Este tercer fragmento del diario de Senlúa Arraiana fue recuperado y adelantado a nuestro tiempo por Npoitepedralonga, fiel camarada del abuelo de la líder de la resistencia arraiana
Por Cristóbal López Pazo
Me llamo Senlúa y soy miembro de la resistencia arraiana. Dentro de unas horas tengo que intervenir en la Asamblea Arraiana para exponer mi plan de infiltración en la Colmena para acelerar su desmoronamiento. No será fácil convencer a mi pueblo para que se apreste a esta arriesgada misión pero creo que las últimas revelaciones aportadas por las disidentes que rescatamos hace escasos días van a decantar el voto de la mayoría de la asamblea a favor de mi proposición.
Gracias a todo lo que nos contaron podemos hacernos una idea clara de la situación terminal de la Colmena. Solo acumulando más y más poder puede permanecer estable un régimen totalitario como la Colmena. Su cúpula dirigente se arrogó una autoridad arbitraria imponiendo el terror a la población. En ese terror generalizado la delación indiscriminada está la orden del día. Cualquier acusación por muy infundada que sea desencadena un juicio sumario y finaliza en una pena capital. Su régimen necesita que todos se sientan culpables para que el terror que él mismo genera justifique su arbitrariedad. Ya no destierran a las personas declaradas traidoras, ahora son ejecutadas y sus restos mortales adornan los caminos y plazas principales para que el terror a ser señalado sea una correa que garantice la ciega obediencia de la población.
Ahora sabemos porque últimamente rescatabamos muchos menos disidentes en los avances. Los que encontramos eran sólo los huidos de la Colmena por voluntad propia y no expulsados por lesa traición. Muy pocos son los que se atreven a escapar adentrándose en Mortefría y menos son los que encontramos con vida después de varios meses en esa gélida e inhóspita zona. Ya no podemos contar con que nuestro pueblo crezca rescatando desterrados por lo que se hace más necesario aún infiltrarse en la Colmena para facilitar la evasión a los disidentes. Por contra se torna mucho más arriesgada la operación teniendo que convivir con ese terror a ser víctima de cualquiera progromo aleatorio. Toda mi preparación para integrarme en esa sociedad no será salvaguarda si son diana dentro de la maraña de acusaciones cruzadas en la que está atrapada la población de la Colmena.
Me acuerdo que mi abuelo se quejaba de que en su mundo la sociedad también estaba atrapada en el sistema. Tenían un planeta azul y verde lleno de vida y no fueron quien de conservarlo, aunque sabían que su codicia irrefrenable abocaba a su especie a la extinción. Mi abuelo siempre sentenciaba que en su mundo la clase acaparadora logró convencer al resto de la sociedad de que la ley del más fuerte era el orden natural de las cosas. Así, criminalizando a las víctimas por carecer de la fuerza para defenderse justificaban dar rienda suelta a su codicia mediante la acumulación ilimitada de riqueza desposeyendo de ella al resto de la población. La expansión y depredación sin restricción fue la manera con que escondieron la nula redistribución de la riqueza pero sobre todo les sirvió para disimular lo superfluas que eran las clases acaparadoras para la sociedad, eludiendo así que prendiera contra ellas la ira de la población y que esta desvelara la acaparación de ignominia, resucitando el ideal de justicia social que pondría de nuevo en peligro sus inmensas fortunas. Las clases poseedoras dictaban las leyes económicas asegurándose así que no se alzaran en el camino de su rapacidad. El sueño de que el dinero engendra dinero se volvió una realidad para esta casta que con absoluto desprecio de todas las leyes se apoderó de la riqueza del planeta.
Mujeres y hombres sin oficio fuera de la política, que carentes de ética y respeto a las leyes, se llenaron de verborrea populista y fueron aclamados como hombres de estado. Se convirtieron todos ellos en parásitos del patriotismo alimentados por el miedo cerval a la escasez de la población. Así, envolviendose en la bandera racial de la patria chica, pudieron simular estar al servicio del bien común y que su deserción social no quedara al descubierto. La expansión económica ilimitada, la acumulación del poder y el poder ensimismado en sí mismo tenían un final anunciado: el desastre planetario irreversible.
Muchas y muchos como mis abuelos intentaron no ser un diente más de esa maquinaria depredadora pero distaron mucho de sumar una fuerza realmente coercitiva. Sé del pernicioso para lo bien común que es el individualismo ambicioso y presuntuoso. Tengo grabada en la retina a imagen de mi madre echando abalorios a la lumbre en una de las primeras asambleas arraianas. Yo era pequeña cuando sucedió. En uno rastreo de víveres encontramos un arcón lleno de ínfulas en una cámara soterrada de una derribada iglesia. Un grupo comenzó a disputarse la posesión de estos abalorios y la disputa se extendió recrudeciendose. Snowball, le llaman así mi madre, instó a todos a echar al fuego aquellos símbolos del individualismo y les recordó que la participación en la asamblea soberana era la mayor garantía de la individualidad de cada uno de ellos. Era muy pequeña y apenas tengo una vaga remembranza pero sí recuerdo vívidamente la exaltación de mi madre y su furibunda diatriba contra aquellos que ella llamaba “ Mollies”.
Está sonando el aviso para el inicio de la asamblea. Antes de mi intervención escucharemos las conclusiones del Consejo de Sabios sobre lo acoplamiento de la traslación a la rotación de la Terra. Todas tenemos la percepción de que el sol del oeste cada vez avanza más lento. Sí el dictamen del consejo va en este sentido en unos años quedaremos en una posición estacionaria eliminando la necesidad de escapar de las terribles temperaturas avanzando cara el este. Esta buena noticia tiene su reverso, la mayoría de los alimentos que encontramos son los que dejan atrás en los campos de cultivos de la Colmena cuando avanzan para eludir entrar en Mortefría. Sin avances no habrá alimentos para sobrevivir. El miedo a la escasez hará enfrentarnos a la Colmena mucho antes de que estemos preparados.
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