Teníamos un Plan

Por Francisco Javier López Martín

Me llama la atención cómo han cambiado los tiempos. Hace no tantos años, no más de veinte, la política urbanística se regía por decisiones políticas que se plasmaban en un Plan. Madrid tenía un Plan General de Ordenación Urbana y hasta Gallardón, al frente de la Comunidad de Madrid, se esforzaba en consensuar un Plan Regional de Estrategia Territorial.

Parecen cosas del pasado. Aquellos tiempos en los que el alcalde Tierno Galván presentaba el Plan General del 85, que habían redactado y sometido a consulta los responsables de urbanismo municipal, herederos de Eduardo Mangada, que había sido primer teniente de Alcalde y concejal de urbanismo en la primera corporación democrática,

-El hecho es que el Plan se fue configurando y vi que era la ciudad reducida a texto, lo mismo que la teología es la divinidad reducida a texto. Así como la textualidad de lo divino es la teología, el Plan es la textualidad de la ciudad. Pero hace falta un texto para leer la realidad, que es la tarea intelectual más alta, convertir la realidad en texto legible.

De eso se trataba, en palabras del viejo profesor,

-Leer significa entender,

La ciudadanía, las mujeres y hombres que habitan la ciudad, aprendiendo a leer, interpretar, juzgar la realidad del territorio que habitan, decididos a transformarla. Recuerdo movilizaciones, allá por el 97 del siglo pasado, contra la desrucción de espacios industriales integrados en la ciudad, para ser recalificados como suelo para construcción de viviendas, caras por supuesto.

Porque leer es mucho más que deletrear, me lo recuerda aún hoy Mangada,

-Cuando digo «texto», puede ser escrito, pintado, cantado e, incluso, construido. La importancia de las frases de tierno podrían resumirse en la necesidad de escribir, pintar, cantar o construir para hacer inteligible la realidad.

Esa es la clave, leer entendiendo lo que se lee, sigo con mi amigo Eduardo, que más que arquitecto al uso se ha ido convirtiendo en un filósofo del urbanismo interdisciplinar, multidisciplinar, polifacético, heterogéneo…

Volvemos al crecimiento desordenado. La administración interviene para allanar caminos, cuando los poderes económicos toman la iniciativa de nuevos desarrollos urbanísticos.

-Todo arte es el producto de una lucha contra la realidad, muchas veces agazapada tras relatos tópicos, asumidos críticamente y transformados en pensamientos únicos, impuestos por el poder. Falsos discursos alienantes. El arte, si es arte y no artificio,  es hijo de una lucha contra esta alienación. Una esforzada batalla contra la oscuridad, en busca de la luz.

Hoy ya no hay planes. Planificar una ciudad, sus espacios productivos, de qué tipo, dónde los ponemos y en qué lugares ubicamos las viviendas, los centros de salud, los hospitales, centros educativos, universidades, qué transporte queremos, privado, público, tranvías, metros, autobuses, bicicletas, patinetes, qué calles, en qué lugar hay un teatro, un parque, un cine en cada barrio, centros sociales, culturales, servicios municipales, cuarteles de policía, parques de bomberos.

Hay quien lo considera innecesario, ocioso, intervencionista, viva la libertad, eso son herencias de los planes de desarrollo franquistas, planes quinquenales estalinistas, no es necesario. Volvemos al crecimiento desordenado. La administración interviene para allanar caminos, cuando los poderes económicos toman la iniciativa de nuevos desarrollos urbanísticos.

Habrá quien diga que el Plan existe, pero más como trampantojo que como marco de desarrollo de la ciudad.

Así ha pasado con operaciones como Chamartín, Paseo de la Dirección, o el centro logístico de Villaverde. Se pactan unas cuantas viviendas sociales y todo lo demás negocio privado puro y duro. Sobre los terrenos ferroviarios de Chamartín se construirán 10.500 viviendas, el 20 por ciento con protección pública básica o limitada.

Hasta la izquierda que gobernaba Madrid, su concejal y su alcaldesa, han entrado de hoz y coz en el sarao. La metrópoli que crece a empujones y pelotazos. Habrá quien diga que el Plan existe, pero más como trampantojo que como marco de desarrollo de la ciudad.

Qué tiempos aquellos en los que gobiernos de derechas, o de izquierdas, nos leían sus intenciones. Luego nosotros discrepábamos, pedíamos, exigíamos, nos movilizábamos, negociábamos y acordábamos la ciudad que queríamos ser. Nunca a gusto de todos, es cierto, pero teníamos un Plan.

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