Tania Lezcano: ‘El amor es la verdadera resistencia ante el último coletazo del capitalismo’

En la novela, esta desmemoria es extrema y se ha conseguido de hecho que la sociedad no conozca absolutamente nada de su pasado. Pero la manipulación de la historia y la repetición de mentiras hasta que parezcan verdad son algunas estrategias que se utilizan para seguir ese camino. 

Por Angelo Nero | 17/01/2025

Siglo XXII. España está gobernada por un tiránico gobierno que tiene un férreo control sobre la población, incluso sobre su sexualidad y sobre sus derechos reproductivos. Un control social que es especialmente agresivo con las mujeres. Mientras la mayoría de la población es sometida a largas jornadas de trabajo, les induce al consumo de drogas y de alcohol para “alejarse” de la realidad. Se promueven políticas de olvido. Pero, como en todas las dictaduras, surge la llama de la rebelión. Una rebelión que vendrá de la mano de quienes más sufren este sistema, las mujeres.

En esta sociedad distópica nos sumerge Tania Lezcano a través de su segunda novela, “La lluvia debe ser libre” (Malbec, 2024), colaboradora habitual de NR, donde, entre otros trabajos, nos ha brindado una emotiva ventana al genocidio que se fragua en Gaza, en su serie “Voces Palestinas”. Tania, licenciada en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, máster en Política Internacional y especializada en Oriente Medio, vuelve a remover nuestras conciencias con una interesante novela que no dejará a nadie indiferente.

En tu novela está implícita la influencia del visionario “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley -un libro escrito hace casi un siglo-, pero también de otras distopías literarias como “1984”, de George Orwell, o del más contemporáneo “El cuento de la criada”, de Margaret Atwood -una historia que me removió las entrañas mucho antes de que se popularizara su adaptación audiovisual-. ¿Qué otras referencias literarias -o cinematográficas- te han marcado a la hora de construir el futuro distópico de “La lluvia debe ser libre”?

La realidad es que las tres patas son esas que comentas, aunque “Un mundo feliz” siempre me ha parecido más factible: un sistema opresor por consentimiento, en vez de por coerción, es decir, que la gente piense que es libre y lo acepte. Creo que podría añadir “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury, por su obsesión con eliminar los libros; “Nadie duerme”, de Barbijaputa, por la fuerza para la rebelión de las mujeres; y, como película, típica pero no por ello menos potente, “V de Vendetta” sigue siendo de mis favoritas, por ese espíritu inspirador para lanzarse a cambiarlo todo. Quizá haya algo inconsciente de todas ellas en la novela, pero, sin duda, el núcleo lo forman “Un mundo feliz” y “El cuento de la criada”.

En la sociedad que describes hay una falsa sensación de libertad, ya que, aunque la mayoría de la población está sometida a largas jornadas de trabajo, se fomenta una sexualidad sin compromiso -donde la monogamia y la homosexualidad están prohibidas- y el uso de las drogas para evadirse. ¿Por qué has querido incidir en uso del sexo y de las drogas como elemento de alienación?

Las drogas, el alcohol o el juego siempre se han usado como forma de alienación de la clase trabajadora. Creo que solo hay que mirar a nuestro alrededor y veremos cuánta gente sale de trabajar y solo es capaz de consumir para “olvidar”. Es algo que siempre ha ocurrido y que sigue ocurriendo. En lugar de intentar cambiar ese sistema que queremos olvidar porque nos explota, solo podemos intentar alejarnos de él durante unas horas. Y digo “solo podemos” porque hoy apenas se tiene conciencia de clase y apenas se sabe identificar al verdadero culpable de que nuestras vidas sean tan precarias y monótonas.

Respecto al sexo, me parecía interesante reflexionar sobre los nuevos modelos de sexualidad basada en el individualismo hasta el punto de no tener ningún tipo de responsabilidad afectiva. Estamos convirtiendo las relaciones humanas en una forma más de consumo: tomar, consumir y desechar. Y me parece triste. Creo que se puede tener una sexualidad libre y sin compromisos sin por ello perder la humanidad de preocuparnos por los sentimientos de los demás. En realidad, el nuevo modelo está convirtiendo el sexo en un producto neoliberal más que creo que solo puede ser el camino hacia una mayor deshumanización. Y, de nuevo, esta idea salió del “mundo feliz” de Huxley, de esas relaciones esporádicas para relajarse, vistas también como una forma de evasión de la realidad.

Las protagonistas indiscutibles de esta historia son las mujeres, que se rebelan contra el control de sus cuerpos y de su sexualidad. ¿Crees que, como en la novela, la revolución será feminista o no será revolución?

No hay otra opción. Las mujeres somos más de la mitad del mundo. Ninguna revolución puede tener éxito sin nosotras. De hecho, en anteriores revoluciones participaron mujeres activamente y siempre reprocharon a sus compañeros que se olvidaran de ellas y relegaran su lucha a un segundo plano. Personalmente, creo que el feminismo y la lucha obrera van de la mano, pero esos hombres que están implicadísimos en la lucha obrera y consideran el feminismo un objetivo de segunda van a tener problemas en el momento de la verdad, porque no estamos dispuestas a relegar nuestra lucha de nuevo y nos van a necesitar.

También percibimos en tu libro el eco de temas relacionados con la reproducción, como el control de la natalidad, el robo de bebés y los vientres de alquiler. ¿Has investigado sobre estos temas para escribir “La lluvia debe ser libre”? Y ¿cuál es tu postura con respecto a que ciertos sectores de nuestra sociedad se declaren partidarios de la gestación subrogada?

No he investigado nada en concreto, me he basado en lo que he ido aprendiendo a lo largo de los años, ya que me interesan mucho estos temas. En toda sociedad a lo largo de la historia se ha intentado controlar los cuerpos de las mujeres de una u otra manera: para tener hijos, como siempre que la Iglesia ha estado de por medio o, por ejemplo, en las dictaduras fascistas en el siglo XX, o ahora mismo en Rusia; y para no tenerlos, como pasó en China durante muchos años. Todo lo relacionado con la maternidad se ha controlado o intentado controlar, incluyendo los robos de bebés, como comentas. Pero ahora pasamos del robo a la compraventa, directamente. La mal llamada gestación subrogada no es otra cosa que una forma moderna de explotación, en este caso reproductiva. Me parece inaudito que tantos años después se siga hablando de esto como un “debate”, cuando no hay nada que debatir. Las leyes internacionales prohíben la esclavitud y la compraventa de seres humanos. Firmar un contrato para adquirir un producto (además usan estos términos) es compraventa. Igual de inaudito me parece que partidos que se denominan de izquierdas apoyen esta práctica neoliberal cuando hace unos años la proponía Ciudadanos y a todo el mundo le parecía una locura. Pero es cierto que esos mismos partidos hace mucho que dejaron de ser de izquierdas y de preocuparse por las mujeres, ya que también apoyan la explotación sexual a través de la prostitución.

Volviendo al tema, aprovecho para recordar que en España la explotación reproductiva está expresamente prohibida, no es que falte regulación. Aunque el PSOE cometió una traición garrafal en 2010 cuando permitió inscribir a bebés de otros países. Actualmente el feminismo lucha por la derogación de esa instrucción, ya que además es clasista: en nuestro país no permitimos esta práctica, pero si las mujeres son de países pobres, pues no pasa nada, puedes comprar el bebé allí e inscribirlo aquí. Es de locos.

Otro tema que pones sobre la mesa, y que ya trataste en tu anterior novela, es el de la memoria, ya que en esta sociedad que planteas el gobierno fomenta una política del olvido. ¿Es un reflejo de esa desmemoria -cuando no caen en algo peor, como el negacionismo- que desde los sectores más reaccionarios se está impulsando en este país?

Me obsesiona el tema de la memoria porque crecí escuchando casi constantemente eso de que quien olvida la historia está condenado a repetirla. Y aquí estamos: en medio de un genocidio perpetrado por quienes se justifican con las víctimas de uno anterior, con una importante mayoría de jóvenes que creen que el franquismo fue bueno, etc. La desmemoria es la herramienta que usan quienes quieren crear un mundo de esclavos, y me da igual quién sea. En la novela, esta desmemoria es extrema y se ha conseguido de hecho que la sociedad no conozca absolutamente nada de su pasado. Pero la manipulación de la historia y la repetición de mentiras hasta que parezcan verdad son algunas estrategias que se utilizan para seguir ese camino. Me gustaría añadir aquí una crítica al sistema educativo: mientras sigamos fomentando el aprendizaje sin cuestionamiento y repudiemos el pensamiento crítico, caer en esas estrategias seguirá siendo posible. Pero, a fin de cuentas, el sistema educativo está ideado por políticos, muchos de los cuales están a favor de esa desmemoria en favor de su propaganda, sea cual sea. A ningún partido le gustan las críticas, son sectarios por naturaleza –y a la disciplina de voto me remito–. Y todo eso es contrario al pensamiento crítico.

El amor es el motor de la revolución en tu libro, y por eso el sistema ve el peligro de estrechar lazos, ni tan siquiera de amistad, porque, al final, estos lazos son los que te hacen dar un paso al frente por la gente que quieres, incluso arriesgando tu vida. ¿Esta también es una crítica soterrada a este mundo donde se priva lo individual, la falta de compromiso y de empatía?

Absolutamente. Como comentábamos antes, ya no solo en el ámbito del sexo, los lazos crean sociedad, crean comunidad. Y no hay nada más peligroso para el neoliberalismo. Por eso está luchando por terminar con lo único que resistía a su salvaje individualismo, el tejido social. Estamos viviendo un momento en el que gran parte de la sociedad se siente sola, y no importa a cuánta gente tenga alrededor. ¿Cómo hemos llegado a esto? Porque nos invitan a dejar de preocuparnos por los demás y, si lo hacemos, a no implicarnos demasiado, que al final “nuestra vida es nuestra vida” y debemos ir “a lo nuestro”. Pero quieren hacernos olvidar que ese “nuestro” incluye colectividad, que una gran parte de la felicidad depende de nuestras relaciones sociales y no solo de nuestros logros individuales. Sí, creo que el amor, la preocupación real por los demás, el apoyo entre vecinos, amistades, la gente del bar de debajo de tu casa, el personal del supermercado de la esquina, la ternura generalizada… son la verdadera resistencia ante el último coletazo del capitalismo: la destrucción absoluta de los lazos sociales, la compraventa de emociones: el neoliberalismo en su máxima expresión.

Subyace asimismo en la trama la diferencia entre clases, la enorme desigualdad social entre los opresores y los oprimidos, pero, sobre todo, cómo consiguen que los que están más abajo crean que todo es por su bien. ¿Es este un reflejo también de lo que está sucediendo en nuestra sociedad actual?

Siempre se ha dicho eso de que no hay cosa más tonta que un obrero de derechas. Creo que es la frase que mejor resume esto, pero no es el único fenómeno. En este individualismo enfermizo que, irónicamente, busca constantemente la validación externa, la pérdida absoluta de autoestima nos lleva a aceptarlo todo. Si unimos esto a la ausencia de conciencia de clase, tenemos el cóctel perfecto para que una persona con horas extra sin cobrar, sin llegar a fin de mes y sin poder disfrutar de tiempo libre de calidad crea de verdad que Amancio Ortega es un héroe y que está más cerca de él que de un currante de Rusia, por ejemplo. Aquí es importante destacar la ausencia total de una izquierda que ni está ni se la espera, que debería estar en cada esquina, como estaba hace un siglo, porque sigue haciendo falta la misma pedagogía. Es necesario volver a explicar a la clase trabajadora que lo es, y conceptos como la conciencia de clase, la plusvalía, etc. Es triste, pero la ultraderecha y el fascismo sí están en todas partes.

Ahora que se cumplen 50 años del fin de la dictadura conviene señalar que esa distopía que narras ya la vivieron las mujeres en España, aunque bajo otras formas, con centros donde se establecía un férreo control sobre la moral, la sexualidad y la reproducción, como fue el Patronato de Protección a la Mujer. ¿Hay que seguir haciendo pedagogía para saber de donde venimos y hacia donde queremos ir?

Dijo Simone de Beauvoir que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Y que, por ello, tendríamos que permanecer vigilantes toda nuestra vida. A la vista está. Es darse la vuelta un momento ante un pequeño triunfo y nos adelantan el fascismo y la religión por la derecha para cuestionar cualquier cosa. O el posmodernismo, por la “izquierda”, diciendo que la explotación reproductiva o la prostitución son trabajos como otro cualquiera. Hay partidos denominados de izquierda que defienden que haya mujeres en campos de concentración al servicio de puteros para someterse a prácticas que no desean. Este es el nivel. Así que sí. Es imprescindible la genealogía, recordar a todas aquellas mujeres que lucharon en el pasado por que hoy estemos donde estamos, y también todos esos lugares horribles, como el Patronato de Protección a la Mujer, y todas las prácticas inhumanas a las que hemos sido sometidas, y muchas siguen siéndolo en aras de un “bien común”.

Hablamos del proceso de reflexión y de creación, pero, una vez que la novela está lista, viene otro proceso más arduo, que es el de la edición. ¿Ha sido difícil encontrar una editorial que haya apostado por tu novela?

Es algo que hay que tomar con mucha calma, porque es un proceso largo y repetitivo, pero, en mi caso, he de decir que he tenido mucha suerte. No tuve que esperar demasiado tiempo, un año y pico. Y he tenido la suerte de recibir respuesta. Además, Malbec se ha portado muy bien y estoy muy ilusionada.

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