De ordenar detener las acciones, sin duda mullah Akhundzada provocaría una cantidad de rebeliones, que rompería la principal arma de los talibanes para esta victoria: la unidad blindada ante todo.
Por Guadi Calvo / Línea Internacional
Ya son diez las capitales regionales tomadas por el Talibán, nueve en los últimos cinco días y nada hace pensar que las operaciones lanzadas por los rigoristas, el pasado primero de mayo, se pueda detener. Ghazni, cuya capital homónima, a ciento cincuenta kilómetros de Kabul, fue la última en caer este jueves doce, conociéndose que sus jefes políticos y militares, se han replegado “estratégicamente” a la capital del país. Mientras el mando Talibán informó que tras tomar la prisión, se habían liberado 400 de sus hermanos. Mientras una impórtate cantidad de miembros de las fuerzas de seguridad e inteligencia destacadas en la provincia, se han pasado a las filas talibanas, con gran cantidad de armamento, materiales de comunicación e información clave.
La estrategia del talibán, para la conquista de estas ciudades ha sido siempre la misma, en primer lugar invadir el campo, cortar las líneas de suministros y comunicación, impidiendo la llegada de refuerzos del gobierno central, mantener aislada a la población sin posibilidades de abastecerse de agua y alimentos, recordemos que el país está atravesando una sequía histórica, para finalmente entrar a la ciudad.
Además de las capitales caídas bajo el control de la insurgencia, son cientos de ciudades, miles de pueblos y aldeas, los aeropuertos, bases militares, puestos de control, rutas y cruces fronterizos que ya dominan los muyahidines. En esta oportunidad un dato clave es que las victorias de los integristas se están registrando también en las provincias del norte, tradicionalmente bastiones anti-talibanes, que los integristas ni siquiera pudieron controlar durante su gobierno entre 1996-2001.
Toda esta crisis se verifica, frente a la pasividad de los Estados Unidos, que reclama negociaciones y dice estar bombardeando posiciones integristas, lo que evidentemente no genera ningún efecto. Ya que ciudades inexpugnables con las capitales norteñas de Faizabad, de la provincia de Badakhshan y Pul-e-Khumri, capital de Baghlan, ya se han rendido. Mientras otras capitales del norte como Mazar-i-Sharif, (Balkh) y Maymana, (Faryab), Gardez, (Paktia) están próximas a ser conquistadas. Es importante anotar que hasta la llegada de los norteamericanos en la ciudad de Faizabad, funcionó el cuartel general de la Alianza del Norte, la única fuerza militar que pudo sostenerse durante en el interregno talibán.
Los avances de la insurgencia, desde la retirada efectiva de las tropas norteamericanas que terminaría el próximo 31 de agosto, junto a las pocas tropas que todavía permanecen en el país de sus aliados europeos, no dejan dudas de que el Talibán podrá tomar el control total del país en pocos meses más.
Los resultados para la población civil están siendo verdaderamente trágicos, ya solo durante el último mes se registraron más de mil muertos y según registros del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en los primeros diez días de agosto, en los quince centros que cuenta en el país se habían tratado más de 4 mil heridos por armas de fuego. Mientras que las Naciones Unidas (UN) informó que de civiles se incrementaron en la primera mitad del año en un cincuenta por ciento, con respecto al mismo periodo del año anterior; por lo que se prevé, de no controlarse la situación, este año podría ser el de mayor número de víctimas civiles desde que comienzo de la invasión norteamericana 2001. Además de haberse registrado cerca de medio millón de desplazados en lo que va del año, muchos de ellos han huido a Kabul, debiendo acomodarse en parques y plazas de la ciudad.
En su avanzada, el Talibán ha logrado liberal a miles de “hermanos” detenido en cárceles del gobierno afgano, la última de estas operaciones se realizó en la prisión de Sarposa, en la provincia de Kandahar, 480 kilómetros al suroeste de Kabul, de la que fueron rescatados más de mil prisioneros. La ciudad de Khandahar, donde se registran intensos combates, además de ser la segunda ciudad más poblada del país, es cuna del movimiento Talibán. Lo que sin duda de concretarse su toma, gravitará fuertemente en el ánimo de los muyahidines. Según se informa los rebeldes ya tienen el control de grandes sectores de dicha ciudad habiendo alcanzado la céntrica plaza Ahmad Wali Khan. También se registran intensos combate en Lashkar Gah, capital de la provincia de Helmand, donde las fuerzas gubernamentales están encajonadas después de una semana de intensos bombardeos insurgentes. Además de varios atentados suicidas contra la sede de la policía y la prisión regional de donde habrían conseguido escapar cientos de detenidos.
En las últimas declaraciones del presidente norteamericano Joe Biden, en el momento más delicado desde la invasión de 2001, llama a los líderes afganos a “luchar por su nación”, después de haberes reprochado que: “Gastamos más de un billón de dólares en 20 años. Entrenamos y equipamos, con equipos modernos a más de 300 mil efectivos afganos” lo que habrá detonado en Kabul, como mil bombas.
La Casa Blanca agrega que las fuerzas del presidente Ashraf Ghani: “Tienen lo que necesitan. Lo que necesitan determinar es si tienen la voluntad política para contraatacar y si tienen la capacidad de unirse como líderes.” para terminar afirmando: “Continuaremos brindando apoyo aéreo cercano. Continuaremos reabasteciendo sus fuerzas con alimentos y equipo, y pagaremos todos sus salarios”. Lo que evidentemente no ha servido para contener al Talibán, que desde que el presidente Barak Obama anunciara el comienzo del retiro de tropas en febrero de 2013, los integristas afganos comenzaron la marcha que en poco tiempo más, de no producirse un cambio drástico en las políticas de Washington, los dejará a las puertas de Kabul. Mientras que funcionarios de inteligencia y defensa de Estados Unidos, creen que el colapso del gobierno afgano podría producirse en tres meses, aunque el sitio total a Kabul, podría estar establecido en las próximas semanas.
El último manotazo.
El presidente Ghani, desde hace semanas anuncia que está preparado una gran ofensiva, mientras su eterno rival político, Abdullah Abudullah, se encuentra gestionando una reunión urgente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y en Doha (Qatar), en las que Washington en febrero 2020, logró quitarse de encima el yunque afgano y librar a los 37 millones de habitantes a su suerte, tras su reinicio el miércoles once con la negociaciones ampliadas: con Estados Unidos, Rusia, China y Pakistán, anótese que faltan dos jugadores caves Irán e India, ofrecen ahora un acuerdo de reparto del poder a cambio del inmediato cese de ataques contra las grandes ciudades del país. Cuestión a la que el máximo líder de los talibanes el mullah Haibatullah Akhundzada, más allá de su voluntad, no debería aceptar, ya que estaría poniendo a prueba de manera innecesaria su liderazgo. Dada que tras la vertiginosa cadena de victoria de los muyahidines, los mandos medios, a tiro de piedra de la gran victoria, quieran aceptar un acuerdo, que les arrebataría la victoria a prácticamente a horas de concretarla después de dos décadas de lucha, cuando controlan 35 de las 37 provincias afganas y están al borde de restablecer su Emirato Islámico de Afganistán por la forma más significativa la triunfo armado.
De ordenar detener las acciones, sin duda mullah Akhundzada provocaría una cantidad de rebeliones, que rompería la principal arma de los talibanes para esta victoria: la unidad blindada ante todo.
Por otra parte antiguos señores de la guerra, como Abdul Rashid Dostum, actual vicepresidente afgano y con un largo historial de crímenes de guerra, que acaba salir desde Kabul, a hacia su “principado” Sheberghan, capital de la provincia de Jowzjan, recientemente tomada por los insurgente, a los que prometió ahogar en sangre o el general y ex gobernador de Balkh, Atta Mohammad Noor, que promete defender “su ciudad” Mazar-i-Sharif , la capital provincial, también en manos de los extremistas, “hasta la última gota de mi sangre” pueden representar las últimas barreras que deberán superar los talibanes para tener vía libre a Kabul.
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