El hartazgo de la gente, asociado en particular al nivel de corrupción del clan de Rajapaksa, que domina la vida política de Sri Lanka desde 2005, ya era palpable en diferentes movilizaciones sociales que ha conocido el país desde 2020.
Las razones que derivaron en el drama que está viviendo la antigua Ceylán, tan detalladamente narrados en todos los medios, con solo cambiándoles algunos nombres y coordenadas, parecieran hablar de tu país, no importa cuál sea.
Mientras recordamos cómo el gobierno de Jayawardena promulgó la Ley de Prevención del Terrorismo (PTA) en 1979 y fue cómplice de los pogromos contra la minoría tamil, tendemos a olvidar cómo los sindicatos fueron aplastados por el régimen en julio de 1980.
El malestar general existe desde hace varios años, frente a un estado militarizado y etnocrático, y es alimentado por la grave crisis económica que ha tenido efectos incluso en la clase media.
por primera vez, la gran mayoría de la población se ha rebelado. La crítica a la dictadura está muy extendida y, por fin, puede que la división entre los trabajadores se esté superando.