El libro repasa las fórmulas, desde la guerra sucia a la negociación, con que el Estado intentó acabar con ETA, para concluir lacónicamente que “no fue una historia de éxito”.
Uno de los policías condenados no tuvo reparo en alegar que «es público y notorio que los terroristas se autolesionan y luego denuncian malos tratos». La versión oficial inicial había tratado de achacar las lesiones a una «pelea» en los calabozos, como si tal cosa fueron posible.