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María Goyri, una mujer libre pese a la época que le tocó vivir

Con la llegada de la Guerra en 1936, se truncaron los sueños, la vida y el trabajo de una gran parte de los intelectuales. La familia Menéndez Pidal se refugió en Segovia. En el Archivo General de la Guerra Civil Española consta que desde Burgos, donde estaba la Junta de Defensa Nacional se pidió el 2 de julio de 1937 a las autoridades de Segovia un informe amplio y ecuánime de las actividades así como la ideología política antes del «Glorioso Movimiento Nacional» de los miembros de la familia Menéndez Pidal-Catalán.

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Marina Ginestà i Coloma, la sonrisa de la miliciana

El 19 de julio de 1936, Marina junto a su hermano Albert y un amigo tomaron un fusil y se fueron a las barricadas de la Plaza de Colón de Barcelona. A las pocas horas el sueño de los tres se extinguía. El amigo caía muerto de cuatro tiros en el vientre. Su hermano Albert se marchó al frente de Zaragoza y Marina comenzó a trabajar de mecanógrafa en el Comité de Guerra. Marina vivió la guerra desde una retaguardia militante.

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Rosario Sánchez Mora, «la dinamitera»

La mañana del 15 de septiembre, Rosario y diez compañeros aprendían a efectuar una descarga con cartuchos de dinamita, mucho más fáciles de manejar que las bombas lata. Rosario estaba situada la última a la izquierda. Cuando prendió su mecha, la oyó silbar. La noche anterior había llovido y estaba húmeda. Se quemaba por dentro, pero no por fuera, y no sintió el calor de la llama en la uña de su dedo pulgar, que indicaba el momento de lanzarla.

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Teresa Plá Messeguer, «la pastora»

Teresa se unió a los maquis de la Agrupación de Guerrilleros de Levante y Aragón, formación en la que se mantendría durante veinte meses y en la que se sintió por primera vez apoyada. Entonces quiso ser hombre, porque se sentía como tal y le ayudaron a asumir la identidad masculina. Cambio su nombre por el de Florencio, las faldas por los pantalones, se cortó el pelo e incluso le enseñaron a leer, algo que apreció mucho.

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Concha Carretero Sanz

Concha Carretero es la memoria viva de todo aquello que jamás debió ocurrir. Una mujer con ojos de guerra que sufrió la tortura franquista y compartió prisión con las “Trece Rosas”, pero tuvo más suerte que ellas.

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Rosa María García Alcón, la sonrisa que Billy el Niño no pudo quebrar

Se le aplicó la Ley Antiterrorista que aún no se había aprobado y se la mantuvo seis días en despachos y calabozos de la DGS, cuando su “legalidad” no permitía estar más de 72 horas. La Justicia Militar se hizo cargo, llevando al juez militar a los despachos de la DGS para “tomarle” declaración.

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Josefina Manresa Mahuenda, algo más que la pasión de Miguel Hernández

Cuando Miguel falleció a Josefina se le hundió el mundo, pero aprendió a revivirle en sus textos y en sus recuerdos. Su vida se convirtió en una lucha constante por mantener viva la memoria de su esposo. En un baúl que heredó de su madre, donde guardaba la ropa de cama, fue depositando los manuscritos que le entregaron algunos compañeros de la cárcel