Ya nadie sabe que sucede en Etiopía, a nadie le importa esa pústula que es Darfur, el corazón sangrante de Sudán, donde entre el desastre humanitario y el exterminio de sus pobladores, apuntan a superar el récord ya establecido de los 300 mil muertos.
El 20 de octubre, en la ciudad costera de Sirte, una turba envalentonada por la acción previa de la OTAN linchó a Muammar Gadafi sin que hubiese un juicio de por medio y para regocijo de la mayoría de lideres occidentales.
Libia es un territorio de donde pueden emergen hasta cuatro regiones diferentes, incluso países independientes, a los que los históricos Tripolitania, Cirenaica y el Fezan, a lo que se le podría sumar, Tobruk, la última guarida del general Khalifa Hafther.
Para seguir obstaculizando el viaje de emigrantes, la Unión Europea, ha establecido un Fondo Fiduciario, que ha invertido decenas de millones de dólares para convertir a la Guardia Costera en una fuerza efectiva.
El pasado fin de semana el Ministerio del Interior libio detuvo en una macroredada en la ciudad de Gargaresh a 4.000 migrantes. Desde la intervención de la OTAN en 2011, el país se ha convertido en epicentro de mafias de tráfico de migrantes y esclavismo.