Espíritus libres de Ámsterdam
Un millón de estacas de madera, de entre siete y treinta metros de altura, tuvieron que enterrar en el suelo para construir diques y presas. Todos los brazos eran pocos: hombres y mujeres trabajaron durante años, ayudados por animales de carga. Hay pinturas que reflejan el descomunal esfuerzo realizado, pero la prueba más tangible es un zapato recuperado entre el fango. En el corazón de la ciudad, en la Plaza de Dam, desemboca el primero. Y llamaron Amstel-Dam (dique de Amstel) al poblado.