Su discurso no es franco y sí oportunista, no es aglutinador y si divisivo rebosado de un populismo rancio, mediocre e insustancial, al mejor estilo de Trump.
Tras el despido del jefe de los espías por parte de Roble, el presidente, ha recortado algunos de los poderes del primer ministro, acusándolo de “tomar medidas imprudentes que podrían conducir a una crisis política y de seguridad”, exigiendo la restitución en el cargo a Dahir.
El poder económico ha conseguido su modelo con poco esfuerzo; infundiendo miedo, aislando a los individuos, utilizando la corrupción política e institucional.
Es posible que la movilización masiva, la protesta en la calle caiga en desuso y ya no será la única acción política en la que emplear todos los esfuerzos, ni tampoco tiene por qué ser la forma más habitual de activismo político.
La comunidad internacional (el occidente preponderante) está observando con mucho detalle la cada vez más concreta presencia de Rusia en África, acusándola de violación a los derechos humanos.
Amnistía Internacional ya viene denunciando, a lo largo de todo este año que “soldados y milicianos sometieron a las mujeres y niñas de Tigray a violación, esclavitud sexual y otras formas de tortura».
