El problema es que la izquierda tiende a una dualidad medio esquizofrénica. La mayoría de las veces se siente más cómoda en una posición y estética de derrota y barricada.
La secuencia de resistencias en el último trienio, confirma la persistencia en América Latina de un prolongado contexto de luchas, sujeto al patrón habitual de ascensos y reflujos. Los éxitos y los retrocesos son limitados.
Si se mantiene el contexto de un sistema capitalista hiperconcentrado y financiarizado, son pocas –o ninguna-, en este esquema, las válvulas de escape para los pueblos latinoamericanos.
La derecha política, representante del poder establecido y de los intereses geopolíticos de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, no respeta ni respetará ninguna norma si esta allana el camino para modificaciones del esquema capitalista de asfixia y depredación.
Estados Unidos intenta, por todos los medios, detener la nivelación de poder mundial y seguir intentando ser potencia única, apoyado, sobre todo, en el desperdicio de miles de millones de dólares en pertrechos militares.
El éxito de «la nueva nueva izquierda» dependerá, entre otras cosas, de la capacidad de coordinación entre las diferentes tribus y de la posibilidad de aprovechar la oportunidad geopolítica abierta por la disputa entre China y Estados Unidos.
El rechazo al imperialismo por parte de los movimientos progresistas de izquierda en América Latina sugiere la meta de un camino independiente y el fortalecimiento de las voces de las clases trabajadoras contra el neoliberalismo.