Un solo hombre bastó para humillar la política nazi de superioridad racial que la maquinaria propagandística alemana proclamó previamente como la gran ganadora de los XI Juegos Olímpicos de Berlín 1936.
Artículo de Virginia Mota San Máximo. En Cuelgamuros se estilaba eso de la tortura, se apaleaba hasta perder el conocimiento, como le ocurrió a Alejandro Pacheco en el 46