Los yazidíes que sobrevivieron al genocidio sufren ataques aéreos regulares de Turquía, así como los intentos de toma del poder por parte de otras fuerzas regionales.
Por Matt Broomfield / Medya News
Traducción y edición: Kurdistán América Latina
El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDH-ONU) recibió la semana pasada una queja formal por un ataque aéreo turco, que el 17 de agosto de 2021 golpeó un hospital civil en Sinjar (Shengal, norte de Irak), tierra natal de los yazidíes, causando ocho muertos y 20 heridos. La denuncia, presentada por cuatro supervivientes y testigos presenciales en vísperas del noveno aniversario del genocidio yazidí perpetrado por militantes de ISIS en 2014, pone de relieve la campaña de ataques aéreos que Turquía lleva a cabo desde hace años contra infraestructuras civiles y militares en Sinjar. La ocasión debería provocar un ajuste de cuentas por la mortífera campaña de Turquía, que impide a los yazidíes alcanzar un acuerdo político más justo, democrático y autónomo mientras luchan por reconstruir su comunidad.
Para Turquía, el ataque de 2021 fue una acción militar legítima contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Pero nadie niega el hecho de que el PKK participó en la creación de las Unidades de Resistencia Sinjar (YBŞ), la fuerza yazidí creada para defender al pueblo tras el genocidio de ISIS. Por el contrario, el PKK trabajó abiertamente en tándem con la aviación estadounidenses y las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo Sirio (YPG) para abrir un corredor humanitario y salvar al pueblo yazidí de un destino aún peor que el que sufrieron hace nueve años, cuando alrededor de 5.000 personas, principalmente hombres, fueron asesinados, y miles de mujeres y niños secuestrados para ser sometidos a la esclavitud sexual, muchos de ellos aún desaparecidos.
Los yazidíes que sobrevivieron al genocidio sufren ataques aéreos regulares de Turquía, así como los intentos de toma del poder por parte de otras fuerzas regionales.
La intervención del PKK en aquella época no era ningún secreto, como tampoco lo fue su continua presencia en la región durante toda la guerra para expulsar a ISIS. Desde entonces, dicen desde las YBŞ, el PKK -y en particular los miembros turcos del PKK- se han retirado de la región, entregándosela a los yazidíes locales. Y efectivamente, casi todas las víctimas recientes de los ataques turcos han sido yazidíes locales. Un análisis de 2021 reveló que el 60% de los ataques aéreos turcos contra yazidíes causaron víctimas civiles, mientras que las instalaciones educativas y los miembros de la Administración Autónoma de Sinjar también han sido blanco de los ataques. Según los denunciantes ante la ONU, ha habido unas 80 víctimas yazidíes por “daños colaterales” de ataques aéreos turcos desde 2017.
Con el ataque al hospital, Turquía mostró sus cartas, golpeando lo que los demandantes dicen que era un hospital civil improvisado sin protección militar y en el que no había miembros del PKK. Aunque esta distinción legal es vital para que Turquía rinda cuentas, es solo la mitad de la historia. Los yazidíes acogieron al PKK como su salvador mientras ISIS intentaba erradicar a esta minoría religiosa asediada, y posteriormente la administración autónoma, dirigida por los yazidíes, acogió con satisfacción el llamamiento del PKK a la devolución regional y la autonomía como una esperanza de un futuro más seguro, democrático y vibrante para Sinjar.
El PKK se retiró formalmente de la zona en un intento de reducir las tensiones en una región en la que tanto las autoridades federales iraquíes como el Gobierno Regional del Kurdistán buscan el dominio, junto con las milicias respaldadas por Irán, a pesar de que tanto las fuerzas iraquíes como las del Gobierno Regional del Kurdistán abandonaron a los yazidíes ante el genocidio de 2014. No obstante, su ideología laica y democrática se opone directamente a la visión de ISIS, y puede y debe contribuir a cualquier futuro acuerdo político en la región mediante su promoción de la autodeterminación de las comunidades y la tolerancia interétnica.
No sólo los ataques contra hospitales civiles, sino todos los ataques de Turquía contra Sinjar y las YBŞ, son destructivos, insensibles y motivo de indignación moral. Cientos de miles de yazidíes siguen viviendo en el exilio, sin poder regresar a sus hogares, en parte por temor a las continuas oleadas de violencia mortal, así como por la falta de infraestructuras básicas o de financiación para la reconstrucción tras la guerra contra ISIS. Tampoco hay que olvidar que Sinjar se encuentra a unos 100 kilómetros de la frontera turca, lo que hace aún más difícil entender cómo pueden justificarse las pretensiones de Turquía de proteger su seguridad nacional atacando la patria yazidí.
Este caso histórico en la ONU demuestra la inhumanidad de la campaña aérea turca contra los yazidíes. Nueve años después del genocidio, Turquía debe ser obligada a desistir de atacar a los supervivientes del genocidio, que se han quedado valientemente para seguir defendiendo su región. Los principios que impulsaron al PKK a salvar a los yazidíes del genocidio son los mismos que deben sustentar la reconstrucción de Sinjar, para evitar que una atrocidad semejante vuelva a repetirse.
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