Suecia, 2018: Europa sigue girando a la derecha

Artículo de Mario del Rosal

El próximo domingo 9 de septiembre se celebran elecciones generales en Suecia. Y todos deberíamos estar interesados en su resultado. No lo digo porque vayan a gobernar los neonazis o porque este país vaya a abandonar la Unión Europea o cosas así. No se trata de eso. Por mucho que lo prediquen diversos analistas demasiado apegados al sensacionalismo, la política sueca no se caracteriza precisamente por este tipo de sorpresas explosivas, sino por un proverbial pragmatismo.

El líder del partido de ultraderecha sueco SD, Jimmie Akesson, dando un discurso el pasado 31 de agosto. JOHAN NILSSON

En mi opinión, el interés de estos comicios no radica en posibles escenarios catastróficos o rupturistas, sino en que van a suponer la confirmación de una tendencia aparentemente imparable, no sólo en Suecia, sino en toda Europa Occidental. En realidad, no una, sino hasta cuatro tendencias íntimamente interrelacionadas pueden observarse.

La primera tendencia tiene que ver, claro, con el declive paulatino, pero quizá imparable, de la socialdemocracia. Y no en cualquier sitio, sino en el país donde la izquierda reformista ha conseguido cotas jamás igualadas de hegemonía política. Recordemos que, desde 1917, el Partido Socialdemócrata Sueco (SAP) no ha perdido jamás unas elecciones al Riksdag (Parlamento). Esto significa que lleva 30 comicios ganados consecutivamente a lo largo de más de cien años. Gracias a ello, este partido ha gobernado, tanto en solitario como, más habitualmente, en coalición, durante más de tres cuartas partes del último siglo en este país.

Como se puede observar en la gráfica, este dominio ha ido menguando claramente a partir de finales de los sesenta, hasta el punto de que el SAP estuvo a punto de perder las elecciones de 2010 ante los conservadores del Partido Moderado. No obstante, a trancas y barrancas, ha logrado mantener su posición como partido dominante[1].

SAP: Partido Socialdemócrata; M: Partido Moderado; FP: Partido Liberal Popular; C: Partido del Centro; V: Partido de la Izquierda; KD: Partido Democristiano; MP: Partido Verde; SD: Demócratas de Suecia.

Las razones por las que la socialdemocracia sueca se acerca cada vez más al fin de su hegemonía política son múltiples y no tengo espacio para desarrollarlas aquí. En todo caso, están muy relacionadas con su creciente incapacidad para mantener dos de los más importante cimientos de su proyecto político y social: el pleno empleo y la igualdad distributiva. Ambas están íntimamente relacionadas con las verdaderas posibilidades y los límites evidentes de una gestión reformista del capitalismo, pero esa es otra historia. Las cuestiones migratorias, por su parte, aunque parecen lo más importante en la actualidad, no explican más que una parte  superficial del fenómeno.

La segunda tendencia es la que más fácilmente salta a la vista: el fuerte crecimiento de la ultraderecha. En el caso de Suecia, la extrema derecha xenófoba y nacionalista toma forma actualmente en el partido de los Demócratas de Suecia (SD), fundado en 1988. Esta tendencia política, sin embargo, no es tan nueva como parece. Por un lado, el SD tiene representación parlamentaria desde 2010. Por otro, este partido releva en cierto sentido a Nueva Democracia (Ny Demokrati), formación que ya logró escaños (aunque pocos y efímeros) en el Riksdag en 1991. Pero, además, se puede rastrear la historia oculta del fascismo en Suecia desde mucho más atrás. Incluso es posible poner en duda el papel del gobierno socialdemócrata sueco en relación con el régimen nazi, tanto respecto a su dudosa neutralidad como a los vínculos financieros y comerciales que unieron a Suecia con Alemania durante la Segunda Guerra Mundial[2].

En cualquier caso, los Demócratas de Suecia cuentan a día de hoy con 49 de los 349 escaños del Riksdag merced al 12,9% de votos obtenidos en las elecciones de 2014, lo que convierte a este partido en la tercera fuerza política del país. Las encuestas más recientes le otorgan entre un 15 y un 20% de los votos, en dura liza con el Partido Moderado por ser el segundo mayor grupo parlamentario tras el SAP. Incluso algunos estudios de semanas anteriores han llegado a colocarlo como ganador, con alrededor de una cuarta parte de las papeletas.

En realidad, parece muy remota una victoria del SD, pero eso no es lo importante. Lo verdaderamente preocupante, a mi juicio, es que este partido ha adquirido, definitivamente, carta de naturaleza como fuerza política legítima e influyente, a pesar de que, como veremos, el establishment político sueco aún lo mantiene como paria tras un cordón sanitario parlamentario. Veremos hasta cuándo.

La tercera tendencia, directamente relacionada con lo anterior, es la incipiente ruptura del sistema político tradicional sueco. Desde la instauración del sufragio universal, allá por 1918, en este país se ha ido construyendo lo que se ha dado en llamar, en palabras de Lijphart, una democracia de consenso. Este sistema reúne tres características principales: un elevado grado de proporcionalidad, que lo dota de un marcado carácter pluripartidista; una notable estabilidad parlamentaria; y, como consecuencia de ambos factores, una marcada tendencia a formar gobiernos de coalición.

El pluripartidismo del sistema sueco ha hecho que, tradicionalmente, hayan existido cinco partidos políticos con representación continuada en el Riksdag: el ya mencionado Partido Socialdemócrata (SAP); el Partido de la Izquierda, antiguo Partido Comunista que habitualmente ha tenido una representación marginal y ha actuado como muleta parlamentaria del SAP, sin formar jamás parte de ningún gobierno; el Partido Moderado, básicamente conservador que, hasta hace pocos años, aglutinaba la mayoría del voto de derechas; el Partido Liberal Popular, una formación liberal clásica en horas bajas situado ideológicamente a medio camino entre el SAP y el Partido Moderado; y el Partido del Centro, tradicional partido agrario escandinavo que ha actuado como bisagra en coaliciones de distinto pelaje durante muchos años. A estos cinco clásicos se han unido, en las últimas décadas, otros tres, el Partido Verde, fundado en 1981 y actualmente en el gobierno de coalición junto al SAP; el Paritido Democristiano, bastante minoritario; y, por supuesto, los Demócratas de Suecia.

Todos estos partidos, excepto uno, se engloban en dos bloques tradicionales que han dotado de una gran estabilidad al sistema político sueco: el bloque socialista (socialistiska) y el bloque burgués (borgerliga). El primero lo forman el Partido Socialdemócrata, el Partido de la Izquierda y, desde que obtuviera su primera representación parlamentaria en 1988, el Partido Verde[3]. El bloque burgués, por su parte, lo conforman el Partido Moderado, el Partido Liberal Popular, el Partido del Centro y, desde 1991, los democristianos. La excepción es, como supondrás, la de los Demócratas de Suecia, rechazados por ambos bloques.

A día de hoy, la estabilidad basada en la gran igualdad tradicional entre los dos grandes bloques parece estar en cuestión. Como puedes ver en la gráfica 2, el SD ya no es una excepción tan marginal y, si se cumplen los pronósticos, su presencia como elemento extraño al sistema va a volverse aún más incómoda para el statu quo tradicional.

Por último, la cuarta tendencia es la clarísima derechización general que está sufriendo el electorado y el parlamento sueco en los últimos tiempos. Aunque la exclusión del SD de la dinámica tradicional de bloques pueda disimular un tanto este hecho, al mantener una apariencia de igualdad entre azules y rojos, lo cierto es que las opciones electorales de derechas superan con creces, y cada vez en mayor medida, a los partidos de izquierdas. Como puede observarse en la gráfica siguiente, se trata de un fenómeno inédito en Suecia desde los años treinta, ya que, desde entonces y hasta 2006, la hegemonía de la izquierda (basada en el poder del SAP) ha sido la norma, y la preeminencia de la derecha, la excepción.

En definitiva, ¿qué va a pasar en estas elecciones? ¿Qué consecuencias tendrá para Suecia y para el resto de Europa?

Como ya he comentado, más que suponer una catástrofe, estos comicios van a evidenciar aún más el progreso paulatino que la derecha, tanto ultra como institucionalizada, está experimentando en Europa. Y, en mi opinión, esto es incluso más inquietante que el ascenso del neofascismo en otros lugares del continente o el resurgir del franquismo en España, porque ocurre en un país que combina la democracia burguesa representativa más vetusta y estable de la Europa continental con la socialdemocracia más longeva y resistente de todo el mundo.

Sin duda, las cosas están cambiando rápidamente en el escenario político europeo y, lamentablemente, las izquierdas no están reaccionando con la decisión necesaria. La socialdemocracia, moribunda y definitivamente socioliberal, se empeña en mantener la ficción de que el capitalismo puede gestionarse en favor de las mayorías. El autodenominado socialismo democrático, por su parte, sigue en un limbo de ambigüedades, incapaz de tomar una postura de clase, ora apoyando la Unión Europea y el euro, ora criticando su tendencia neoliberal. Y más allá, minorías más próximas al anticapitalismo, se empeñan en abjurar de la cada vez más necesaria radicalidad, sin espacios de poder y abrumadas por todo tipo de transversalidades e identidades líquidas alejadas de la lucha de clases que la realidad impone.

[1]      Esto no significa que haya conseguido mantenerse en el gobierno. El sistema electoral sueco es enormemente proporcional y esto significa que, incluso ganando las elecciones, es muy posible no conseguir formar gobierno si no se cuenta con suficientes apoyos parlamentarios. De hecho, en el siglo XXI, los socialdemócratas sólo han gobernado en dos ocasiones, mientras que la derecha lo ha hecho en otras dos.

[2]     Por un lado, las exportaciones a Alemania representaron más del 40% de sus ventas totales al extranjero durante esta época. Por otro, el hierro sueco fue determinante para el rearme nazi. Además, el gobierno socialdemócrata permitió el paso de tropas nazis por las regiones septentrionales del país, lo que está evidentemente relacionado con que Suecia fuera el único país escandinavo al que no atacó el III Reich. Incluso, como puso en evidencia una investigación de 2009, el gobierno sueco concedió préstamos al gobierno nazi destinados a favorecer las exportaciones suecas a Alemania durante su carrera armamentística previa al conflicto.

[3]     Existe, además, un Partido Feminista (Feministiskt initiativ), con cargos públicos en municipios y en el Parlamento Europeo, que presumiblemente formaría parte de este bloque. Sin embargo, aún no ha logrado representación parlamentaria y no parece que vaya a hacerlo en estas elecciones.

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