Casi en ninguna ciudad importante del país han quedado en pie centros de distribución de alimentos, ni organismos que pudieran administrar de alguna manera el caos, al que están siendo sometida la población.
Por Guadi Calvo / Línea Internacional
Mientras, en Abuja, la capital de Nigeria, el jueves diez, se ha vuelto a reunir la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), para discutir la cuestión de Níger, donde, al parecer, se han puesto paños fríos a las afiebradas voluntades de personajes cómo el presidente nigeriano Bola Tinubu, fervoroso partidario de la resolución militar a la crisis abierta tras el golpe de estado contra el ex presidente Mohamed Bazoum, del pasado 26 de julio. Aparentemente, se buscará una solución diplomática, con los militares nigerinos, que han seguido avanzando en la constitución de su gobierno, nombrando al economista, Ali Mahaman Lamine Zeine, como Primer Ministro, lo que da a entender que los coroneles del Consejo para la Salvaguardia de la Patria (CNSP), ya han diseñado una hoja de ruta, que no están dispuestos a modificar. (Ver: Níger: Esperando la guerra)
En el contexto general que vive África, es urgente volver a prestar atención a la guerra civil de Sudán, iniciada el pasado quince de abril, entre las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) a las órdenes del jefe del ejército, el general Abdel-Fattah Burhan y el grupo paramilitar conocido como Fuerza de Apoyo Rápido (FAR), lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemetti.
El conflicto sudanés, que parece haber estado corrido de la atención periodística, desde el golpe en Níger, no se ha detenido, sino todo lo contrario, y ya ha abrazado a todo el país, generando miles de muertos y cerca de cinco millones de desplazados, tanto internos, como quienes han buscado refugio más allá de las fronteras nacionales, esencialmente en Chad, desde Darfur, otro de los grandes focos del conflicto, donde campos cómo el de Adre, ya han superado por mucho sus posibilidades de contención. En menor medida, Egipto, Etiopía y Sudán del Sur también están recibiendo sudaneses que escapan del fuego de la guerra.
A medida que estos desplazados van llegando a sus destinos, se conoce el padecimiento de muchos, que ha debido cubrir a pie cientos de kilómetros, llevando apenas lo puesto, después de dejar todo atrás. En más de un caso, incluso, se vieron obligados a abandonar el cuerpo de algún familiar, en un arcén del camino, urgidos por la necesidad de escapar de las patrullas que intentan darles caza.
En este contexto de guerra total, mientras se siguen abriendo frentes en diferentes lugares de Sudán, se han concentrado los mayores esfuerzos y recursos de ambos bandos en la batalla por Jartum, la capital del país, sobre la que las FAS, han mantenido el control desde el inició de la guerra, a pesar de que las fuerzas de Hemetti, han centrado como objetivo principal el de arrebatarle al enemigo el control. Mientras se conoce que ya se han producido cientos de muertes por desnutrición y una incipiente epidemia de sarampión, principalmente en niños menores de cinco años. Casi en ninguna ciudad importante del país han quedado en pie centros de distribución de alimentos, ni organismos que pudieran administrar de alguna manera el caos, al que están siendo sometida la población. Que cuenta con escasas horas al día de electricidad y el agua potable se ha convertido en una quimera.
La intensidad de los combates en Jartum, desde el mismo comienzo de la guerra, que ya ha provocado miles de muertos, dar cualquier cifra sería absolutamente temerario, ya que, dado el desborde de las acciones, no existe ninguna organización con capacidad para ni siquiera estimar un número cercano. Si se sabe, que, en las calles de la capital, están regadas de cadáveres, en diferentes estados de descomposición, que permanecen a la intemperie donde quiera que hayan caído, ya que en muchos sectores es imposible la recolección de cuerpos.
Mientras que las morgues, de los pocos hospitales que hoy siguen funcionando, se estima unos diez de ochenta que había al inicio de la guerra, están saturadas de cuerpos, que nadie reconoce, ni reclama.
A mediados del mes pasado, un ataque de la aviación de las FAS, sobre la ciudad gemela de Jartum, Omdurmán, al oeste de la capital, apenas separadas por el Nilo, provocó decenas de muertos y heridos.
El pasado lunes siete se libró una intensa batalla por el control de uno de los puentes sobre el Nilo, utilizado por las FAR, para abastecerse de insumos y armas desde Omdurmán, a sus hombres tanto en Jartum, como en el populoso distrito de Bahri, al norte de la capital.
Al calor del conflicto sudanés, diferentes países de la región, parecen estar ajustando, las cuentas pendientes, entre ellos, por ejemplo, el príncipe heredero de Abu Dabi, Mohamed bin Zayed al-Nayhan, que preside los Emiratos Árabes Unidos (EAU) apoya a las Fuerzas de Apoyo Rápido. Mientras que el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi, después de llegar a un punto de coincidencia con el presidente turco, Recip Tayyip Erdogan, en la cuestión de los Hermanos Musulmanes, a los que el primero reprime y el segundo apoya, se han alineado junto a las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS).
La ciudad muerta
Otro de los focos más caliente, es la región de Darfur, al oeste del país, donde se reedita el genocidio, que con intermitencia se extendió desde 2003 hasta el 2020, y que dejó al menos medio millón de muertos.
Desde abril en Darfur, la histórica base de operaciones de las Fuerzas de Apoyo Rápido, junto a milicias étnicamente árabes conocidas como Janjaweed (Jinetes armados) embrión de las actuales FAR, están ejecutando una nueva limpieza étnica, contra el pueblo masalit en Darfur Occidental y los fur de Darfur Central, etnias negras nativas, sufriendo exactamente el mismo lo mismo que afrontaron desde 2003.
En torno a ciudades de El-Geneina, capital de Darfur Occidental, y otras poblaciones se han encontrado fosas comunes, producto de los asesinatos selectivos de francotiradores árabes, distribuidos en los barrios masalit, que sorprenden a quien salen de sus casas en busca de víveres. Se refieren, muchos episodios, de las familias que han visto morir a uno de los suyos, frente a su mirada, sin poder asistirlo, sabiendo que apenas abandonan su refugió, se convertirán en una nueva víctima.
También se han conocido denuncias acerca de que las FAR, utilizan artillería pesada, para demoler edificios, en los que se sabe, están siendo ocupados por civiles, que se han refugiado en ellos. Mientras que otras denuncias hablan de qué efectivos de las FAR, buscan casa por casa, hombres masalit, los que son ejecutados de manera inmediata, mientras muchas de sus mujeres son víctimas de violaciones masivas. Se estima que ya son más de diez mil los muertos, que el conflicto ha generado solo en Darfur Occidental.
Aunque los crímenes, contra los civiles, no han sido monopolio de las fuerzas de Hemetti, también se ha conocido, que el ejército sudanés, bombardea en procura de dar con efectivos de las FAR, lo que ha dejado, también, una gran cantidad de muertos y heridos después de cada una de esas operaciones. A medida que se prolongan los combates en la región de Darfur, se conocen la aparición de fosas comunes y enterramientos clandestinos.
Ya el ochenta por ciento de la población de El-Geneina, se estima, ha abandonado la ciudad, que, hasta el quince de abril, contaba con cerca de 500 mil residentes. Convertida en uno de los primeros grandes objetivos de las FAR, fue atacada con una fuerza de 16 mil milicianos, que produjeron saqueos, incendios y un desconocido número de muertes. Al igual que Jartum, y otras ciudades del país, carece de agua, alimentos y electricidad y asistencia médica han devastado a las comunidades locales.
La toma de la región de Sriba, donde se asienta la tribu Eringa, otra de las tribus negras de Darfur, por parte de los milicianos de las FAR y los Janjaweed que llegaron fuertemente pertrechados, conduciendo camionetas que llevaban montadas armas pesadas. Ingresaron a la ciudad por tres flancos (sur, este y norte) impidiendo así que los pobladores pudieran escapar, provocando idénticos efectos de las acciones anteriores: matanzas, saqueos, violaciones y destrucción generalizada de propiedades y bienes. Particularmente se ha arrasado los sembradíos. Los pocos que alcanzaron a huir, han quedado varados por las fuertes lluvias, que se dan a esta altura del año, sin ningún tipo de refugio.
Los más de 45 millones de sudaneses, están siendo sometidos una pesadilla, que parece no tener fin, con un cercano eco a genocidio.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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