Por Angelo Nero
Al poco tiempo se acercaron varios veleros con compas de la Europa insumisa, para dar la bienvenida… o para comprobar si eran ciertos los rumores que corren por los barrios, campos y montañas del mundo: “los zapatistas han invadido Europa”.
En tierra, al pie de lo que parece un faro, otro grupo gritaba algo como “¡Nos rendimos!”… Nah, es broma. Gritan que Zapata Vive, que Bienvenid@s, que… no se entiende bien. Portan pancartas y dibujos. Hasta donde se alcanza a ver, no hay señales obscenas –lo que puede indicar que no nos han repudiado… todavía-.
El cielo europeo llora conmovido. Sus lágrimas se confunden con las que humedecen las mejillas –curtidas a sol, mar, angustias y adrenalina-, del intrépido Escuadrón 421. En sus pasos, en sus miradas, en sus latidos, los pueblos mayas -así dirá la leyenda-, cruzaron el Atlántico en 50 días con sus noches, en su larga y accidentada travesía por la vida.
Afuera hace frío, pero dentro, en la geografía del corazón, algo como un sentimiento entibia el alma. En las montañas del sureste mexicano el sol sonríe y, del equipo de sonido, salen alegres las primeras notas de una cumbia.
Claro, falta el desembarco, el traslado de la delegación aérea, la organización de la agenda, los encuentros,… y la fiesta de la palabra.
Es decir, falta todo.
Desde hacía días en la costa gallega no se hablaba de otra cosa, si, claro, quizás sea exagerar un poquito, unos días antes habíamos estado a punto de saltar los muros del Pazo de Meirás, lástima! Quizás para la próxima se abrirán las puertas para nosotros, para el pueblo libre, y serán los fantasmas del franquismo los que tengan que saltar por las ventanas. Pero sí, había mucha expectación, en las redes los que saltaban eran los peces de colores gritándonos que una Montaña estaba cruzando el mar, y que sobre esa montaña venía un comando zapatista, dispuesto a despertarnos.
Quizás llevemos quinientos años dormidos, y en nuestros sueños sea posible otro mundo, otra Europa, no esa que justificó la esclavitud y el espolio, la que se enriqueció con la sangre de los pueblos indígenas, a golpe de cruz y de espada. Quizás necesitábamos que fueran ellos, los descendientes de aquel genocidio todavía no reconocido sean los que ahora vengan a señalarnos las cadenas y a hurgarnos en la geografía del corazón para que los veamos como hermanos.
Tal vez en nuestro sueño ignorábamos que la rebeldía seguía latiendo, como los volcanes, en Chiapas, y que durante largo tiempo se fraguó una travesía inédita por el mar: la de una Montaña. Y que sobre ella surcarían el Atlántico las compañeras zapatistas, con los puños en alto, desafiando a las corrientes y a los vientos adversos de la historia.
Y por fin, hicieron temblar el continente.
Dicen que el cielo lloró, conmovido, cuando entraron en uno de los finisterres de Europa, en Galicia, de donde, no hace muchas décadas, partieron también barcos cargados de otra suerte de esclavos: los emigrantes. Forzados por el fascismo y por la pobreza, soñando también montañas como las de Chiapas, donde poder soñar en libertad.
Dos días tuvo que esperar la tripulación de la Montaña para desembarcar, por los trámites de la burocracia y el protocolo de la pandemia, mientras por la ciudad los callejones se llenaban de ecos: Zapata Vive! Hasta que finalmente el pueblo fue convocado a la Praia de Carril, en Vigo, para dar una calurosa bienvenida al Escuadrón 421, compuesto por Marijose, Lupita, Carolina, Ximena, Yuli, Bernal y Darío.
A las seis de la tarde, en una balsa neumática, llegaban al muelle del Museo del Mar, que en otros tiempos fue matadero y teñía las aguas de sangre, la delegación zapatista, mientras una multitud se extendía por las praias de Santa Baia y Carril. Muchas banderas zapatistas, también alguna wiphala, varias enseñas antifascistas y republicanas, y, como no, también la estreleira, la bandera de la Patria Galega, ondeando con orgullo mientras la gente gritaba: ¡Zapata vive, la lucha sigue!, ¡Viva el EZLN!.
Un grupo de mujeres, vestidas con la ropa tradicional, tocaban gaitas y tambores entonando las músicas que salen, como los sueños, de la sal y de la tierra, mientras un cordón de voluntarias abría paso entre los solidarios y las activistas, llegados de lugares tan diversos como Irán, Grecia, Colombia, Suiza, Brasil, Alemania o Euskalherria, que se había subido al espigón para mezclarse con los gallegos para recibir al Escuadrón 421: “Bienvenidas a despertarnos por una sociedad equitativa, solidaria y digna, por un mundo sin fronteras.”
Una larga comitiva cruzó la Praia de Carril, quizás sin saber que, en sentido contrario, en 1936 caminaban los “paseados” por los fascistas, hasta la vecina Praia das Fontes, donde eran asesinados y arrojados al mar, ese mar de Vigo que es, sin duda, la mayor fosa común del franquismo.
En la Praia de Carril, finalmente, las zapatistas recibieron la bienvenida por parte de representantes de diversos colectivos de Galicia y de Europa, luchadoras por la defensa de sus tierras y de sus lenguas, de la soberanía alimentaria, de su cultura o de su patrimonio natural, feministas, sindicalistas, ecologistas, sabedores de que la lucha de una es la lucha de todos.
En la explanada recuperada por los vecinos al Pazo de Sensat, las zapatistas subieron a un palco para hablarnos en nombre del movimiento zapatista: “En nombre de las mujeres, niños, hombres, ancianos y otroas zapatistas, declaro que el nombre de esta tierra, a la que llaman ahora Europa, de aquí en adelante se llamará: SLUMIL K´AJXEMK´OP, que quiere decir “Tierra Insumisa”. Y así será conocida por propios y extraños mientras haya aquí alguien que no se rinda, que no se venda y que no claudique”, declaró Marijose, mujer trans tojolabal, “atrás vienen y llegarán muchos más”.
Otra de las delegadas zapatistas, Carolina, habló en tsotsil; Bernal ofreció su mensaje en tojolabal; Felipe en tzeltal… los pueblos indígenas se hicieron oír en el barrio de Alcabre, agradeciendo que “las recibieran para compartir nuestra rabia, nuestros dolores, nuestros modos, nuestras geografías, nuestras formas de lucha y también compartir modos de resistencia y rebeldía. Estamos aquí para demostrarle al sistema capitalista que otro mundo es posible. Nunca más un mundo sin nosotras, sin nosotros, sin nosotroas”.
Representantes de la Asamblea galega XirA pola VidA les dieron también la bienvenida, agradeciendo a los zapatistas por habernos despertado: “Estamos felices de compartir con ustedes nuestras realidades, nuestros dolores, nuestras esperanzas. Nos gustaría aprender caminando, fortalecer puentes y tejer sueños en esta tierra insumisa. Una vez más las zapatistas nos demuestran que para vencer al sistema capitalista hay que soñar a lo grande, como soñar una montaña cruzando el mar. Reconociendo nuestras diferencias y también las luchas que nos unen. En esta gira por la vida, nos invitan a crear lazos de solidaridad rebelde, los haremos crecer.”
Este es solo el comienzo, la caravana zapatista tiene previsto despertar a más de treinta países, a lo largo de los cinco continentes, donde tendrá encuentros con diversos movimientos sociales, que sostienen luchas también diversas, contra la explotación de sus tierras y de sus gentes, de sus culturas y de sus tradiciones, por el derecho a la educación, a la salud y a la vivienda.
Como afirma el EZLN en su Declaración por la vida: “Nos une el que hacemos nuestros los dolores de la tierra: la violencia contra las mujeres; la persecución y desprecio a los diferentes en su identidad afectiva, emocional, sexual; el aniquilamiento de la niñez; el genocidio contra los originarios; el racismo; el militarismo; la explotación; el despojo; la destrucción de la naturaleza, el entendimiento de que es un sistema el responsable de estos dolores. El verdugo es un sistema explotador, patriarcal, piramidal, racista, ladrón y criminal: el capitalismo.”
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