«¿Se puede decir que somos libres cuando cualquier empleo nos vale y elegimos el que nuestro entorno económico nos impone?».
Por Iván Batista
La libertad es ese concepto que todas las personas defendemos sin ponernos de acuerdo en qué significa realmente. Los señores de bandera en balcón usan el término de manera restrictiva, es decir, libertad es todo aquello que no tenga impedimento o regulación. En este artículo hablaremos desde la percepción republicana de la libertad como la de ser o, en este caso, hacer; una visión más expansiva que define que es libre todo el que tiene múltiples elecciones, lo que los expertos llaman libertad positiva.
Continuemos sin ponernos muy teóricos, o espero no demasiado. El trabajo es un derecho reconocido. Lejos de mí está el entrar en debates sobre el incumplimiento sistemático del mismo, o el uso opresor que hace la burguesía de él. Los sofás del país se han hundido con el peso de académicos dados a analizar sin proponer soluciones. No debatiré con estos eruditos.
Entrando en materia, liguemos ambos conceptos. La libertad de trabajo es, pues, la libertad de las personas para elegir un empleo digno. Para otras generaciones esto es un dado, quizás, pero, para las hijas de la Crisis del 08, esta idea suena utópica. Recordemos, esta es una generación que ya está más que incorporada al mundo laboral. Dicha entrada al trabajo para la clase obrera joven supone un mendigar constante a cualquier empleador. ¿Se puede decir que somos libres si tenemos que mendigar un derecho? ¿Se puede decir que somos libres cuando cualquier empleo nos vale y elegimos el que nuestro entorno económico nos impone? Hay una falta de libertad de hacer clara en todo nuestro país.
Canarias es una comunidad autónoma que se puede usar de ejemplo paradigmático en cuanto a la falta de libertad de trabajo. Turismo o plátanos. No hay gran elección para las obreras canarias que tendemos a decantarnos por el sector servicios a falta de otras opciones. Artistas, juristas, científicas… toda disciplina está representada detrás de la barra de un bar o la recepción de un hotel.
Mientras tanto, el ámbito rural queda olvidado por la falta de ayudas a pesar de la necesidad que tenemos los canarios de ser capaces de autoabastecerse, tal y como demostró la crisis del Coronavirus. Todo sea dicho, el Gobierno Canario ha prometido una inversión de 150 millones de euros para la reactivación de este sector, aunque por lo pronto no parece traducirse en puestos de trabajo dignos. Los recursos para la diversificación existen, pero se emplean de maneras dudosas. La transición energética se está decantando por el capitalismo verde que tan bien esconde Nueva Canarias. La investigación, aunque vivimos en un lugar único medioambiental y geológicamente, deja mucho que desear.
Es tan mínima la libertad de hacer que se calcula que la emigración de Canarias ha subido un 81%, casi el doble, en la última década, siendo aproximadamente 170,000 canarias -según el INE- las que deciden buscarse la vida fuera con las dificultades que ello conlleva.
Hemos de abrir el abanico de la libertad del trabajo, empezando por sectores ya asentados en las islas y creando nuevos. Por ejemplo, uniendo la idea de un plan de trabajo garantizado y un plan de retorno digno podemos expandir un poco más las opciones a la hora de trabajar. Recordemos que la emigración es heterogénea; hay muchas trabajadoras del campo y hostelería empleadas en países como Alemania o Reino Unido que no tienen la libertad de retornar.
Crear un plan de retorno que incluya una oficina reintegradora que haga funciones de repoblación en el archipiélago y garantice trabajo suena utópico y a la vez insuficiente. Roma no se construyó en un día y esta idea podría ser un buen proyecto de prueba para la población emigrada del Archipiélago, que de ser una isla sería la tercera en población.
En este proyecto, una persona emigrada idealmente se apuntaría en el registro autonómico y, ya sea mediante la creación de empleos públicos o colaboración público-privada, se le asignaría un trabajo en municipios o islas menos pobladas que esté relacionado con su experiencia. También sería provista de cualquier información pertinente que desconozca al retornar.
En cualquier caso, eso sería avivar un poco el ascua de la libertad de hacer, que se va haciendo más tenue. Hemos de innovar y crear nuevos sectores, quizás navieras, quizás un ecologismo social, tecnología… Eso se lo dejo a los teóricos de sillón, si a ellos les place. Yo me limito a resumir que el camino a la autosuficiencia e igualdad pasa por la libertad republicana. Una libertad de hacer.
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