Shireen Abu Akleh, o el peligroso oficio de informar

Pese a estar identificada como prensa, y portar chaleco antibalas y casco, Shireen, de 51 años, recibió un disparo en la cara, en lo que solo se podría calificar como una ejecución

Por Angelo Nero

Este pasado domingo comentaba Juan Teixeira, el compañero de nuestro medio aliado Eulixe, que eran malos tiempos para el periodismo de trinchera, para ese periodismo incómodo que pone el foco donde los grandes poderes, también los mediáticos, quieren que se mantenga la oscuridad, y en el retroceso tan grande, otro más, que ya está suponiendo la guerra de Ucrania, donde uno de los frentes de guerra también es el informativo. Y si no que se lo digan a su compañero Pablo González, que lleva detenido más de dos meses en una prisión polaca, por el delito de informar sin someterse a la historia oficial -otra vez me viene el sabor intenso de la novela de Jonathan Martínez-, mientras el gobierno español mira hacia otro lado. Malos tiempos para la lírica, como decían los Golpes Bajos, pero el golpe más bajo es que un gobierno de progreso, como el de Pedro Sánchez, que siempre está con la palabra libertad en los labios, permita que se vulneren los derechos de un periodista español de una forma tan flagrante, hasta el punto de que ni su abogado, Gonzalo Boyé, ha podido asistir a su cliente, ni su familia ha podido visitarlo.

Esta mes pasado conocíamos la noticia de otros tres periodistas asesinados en México: Luís Ramirez, del portal de noticias Fuentes Fidedignas; Yessenia Mollinedo, de El Veraz; y la reportera Sheila Johana García, con lo que, solo desde el año 2000, ya suman mas de 150 los compañeros que han sido asesinados por ejercer este peligroso oficio. Aunque México no es una excepción, en todos los países del mundo parece que la caza del periodista es un deporte muy popular en las cloacas del estado, las mafias de la corrupción y los grupos paramilitares. En 2017, mientras me encontraba disfrutando de unas vacaciones familiares en la apacible isla de Malta, estallaba una bomba adosada al coche de la periodista Daphne Caruana Galizia, que había señalado al primer ministro, el laborista Joseph Muscat, por su implicación en una red de corrupción en el sector energético. Por no hablar de Turquía, “la cárcel para periodistas más grande del mundo” como ha denunciado en un informe Amnistía Internacional, que merece un artículo aparte por las dimensiones de su sistema represivo.

Este pasado 11 de mayo se producía otro crimen atroz de una compañera, Shireen Abu Akleh, periodista palestina de la cadena Al Jazeera, que llevaba veinte años informando sobre la ocupación sionista, mientras cubría una de las frecuentes incursiones del ejército israelí en Yenin, una ciudad del norte de Cisjordania. Pese a estar identificada como prensa, y portar chaleco antibalas y casco, Shireen, de 51 años, recibió un disparo en la cara, en lo que solo se podría calificar como una ejecución, mientras que su compañera Ali al-Samoudi fue herida de gravedad en la espalda. “Íbamos a filmar la operación del ejército israelí y de repente nos dispararon sin decirnos que nos fuéramos o que dejáramos de filmar. El primer disparo me alcanzó a mí y el segundo a Shireen. Ellos la mataron a sangre fría.” Declaró Ali, una vez que se estabilizó y su vida estuvo fuera de peligro.

La comunidad internacional, una vez más, mira hacia otro lado, como en Turquía, Malta, México, Polonia… cómo mucho algunas tibias peticiones para que se abra una investigación independiente. ¿Una investigación independiente en Israel, dónde los derechos de los palestinos son vulnerados cada día, dónde son encarcelados y asesinados incluso niños, donde el derecho internacional no existe, y se pasan por el forro hasta las resoluciones de la ONU?

Hace poco más de dos años, la aviación israelí bombardeaba en Gaza un edificio de 14 plantas que albergaba las sedes de la cadena qatarí Al Jazeera, donde trabajaba Shireen Abu Akleh, y también las oficinas de la agencia norteamericana Associated Press, y de otros medios internacionales, quedando demolido el edificio tras el impacto de cuatro misiles. ¿Cuales fueron las sanciones internacionales, las rupturas de relaciones diplomáticas, las condenas de la ONU? Atacar a la prensa, cuando no se pliega a los intereses de los estados o de los poderes económicos, siempre sale gratis.

Mañana nos despertaremos con la noticia de otro periodista encarcelado o asesinado por ejercer el peligroso oficio de informar. Apuraremos el café y echaremos un vistazo al bonoloto, antes de entrar en el trabajo, y al final del día nos habremos olvidado de que en la trinchera de la información hay una nueva víctima.

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