Semana Santa y propaganda de victimismo religioso anti republicano

La propaganda del victimismo sirvió para presentar las leyes secularizadoras como ataques contra la religión y no contra el poder político de las instituciones eclesiásticas en España.

Por Lucio Martínez Pereda

La derecha española durante la República manipuló a las cofradías para impedir que la Semana Santa se celebrase y así culpabilizar a las autoridades republicanas y montar una estrategia de propaganda victimista. Esta propaganda fue especialmente intensa en Andalucía y Castilla y León. Fue un elemento propagandístico importante para conseguir la victoria en las elecciones de 1933. En este objetivo no sólo intervinieron las cofradías dirigidas por consiliarios de la iglesia en Castilla y León, y Andalucía, sino también los sacerdotes en sus homilías dominicales, el amplio tejido de asociaciones religiosas seglares, la Asociación Nacional de Propagandistas Católicos, las Asociaciones de Padres Católicos,la prensa controlada por la Iglesia, y los propios prelados católicos.

“ Hubo una utilización política de las hermandades, a las que usaron como arma de conspiración contra la República(…) La derecha no dudó en instrumentalizar y rentabilizar políticamente el tema de la Semana Santa”, sobre todo en 1933, señalaba días atrás en Diario.es Leandro Álvarez Rey, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla.

La conjunción de teologismo político, propaganda sobre la decadencia de la patria, y sufrimiento victimista, articularon parte de los elementos de la propaganda religiosa antirrepublicana.  Este dispositivo buscaba producir una “comunidad emocional” victimista. El teologismo político ponía los asuntos políticos en una posición de consideración por debajo de la religión. La soberanía de Dios era perpetua y no podía aceptar limitaciones, ni mucho menos sometimientos a marcos legislativos que no tuvieran como fundamento la moral religiosa.  Dios tenia que ser el “corpus morale et politicum” del estado y lo que contribuyera a impedirlo o limitarlo se consideraba un ataque a la religión. El patriotismo y la nación contemplados desde este punto de vista respondían a una obligación defensiva entendida como un compromiso moral que el individuo adquiría con una esencia situada por encima de su visicitud personal.

La Republica- como representación política del Mal, era explicada como resultado de un proceso histórico de desnaturalización y sometimiento a influencias ajenas y contrarias a la tradición de lo español. Para enfrentarse a ello era necesario activar el espíritu de lucha. La propaganda del victimismo sirvió para presentar las leyes secularizadoras como ataques contra la religión y no contra el poder político de las instituciones eclesiásticas en España. Así fue como se puso en circulación una motivación emocional con gran potencialidad para activar el compromiso católico en la lucha contra la republica. Este discurso propagandístico de la persecución después será empleado durante la Guerra Civil

Desde la llegada de la República el calendario litúrgico fue una oportunidad para interpretar los acontecimientos políticos en clave de resistencia al nuevo marco legal. Dentro de ese calendario litúrgico las celebraciones de Semana Santa se prestaron a ser empleadas en estas campañas antirrepublicanas para activar la idea de la persecución llevada a cabo por enemigos históricos de la Fe. Las procesiones de Semana Santa se convirtieron en ocasiones para crear lazos comunitarios entorno a esta narrativa victimista y crear una comunidad emocional de individuos vinculados por los lazos de un sentimiento de ultraje a la religión.

Analicemos casos concretos. Las cofradías se negaron a sacar sus pasos en la Semana Santa sevillana de 1932. Las negociaciones entre ayuntamiento y cofrades para preparar las celebraciones terminaron en fracaso. La prensa conservadora hispalense alentó rumores, desde abril de 1931, de una posible prohibición de las procesiones. La alcaldía, el gobernador civil y la mayoría de grupos políticos de la ciudad desmintieron los rumores y garantizaron la celebración de la Semana Santa. El alcalde, consciente de la posibilidad de un boicot, se reunió con los hermanos mayores para tratar el asunto de la Semana Santa de 1932. El gobernador intento evitar el boicot visitando al cardenal Eustaquio Ilundain para pedirle intercesión con las cofradías, proposición que este rechazó. El cardenal fue más lejos y publicó una carta pastoral apoyando el boicot cofradiero.

La campaña electoral de finales de 1933 estuvo protagonizada por los debates sobre la continuidad de la Semana Santa. Las derechas repartieron octavillas con mensajes que incidían en una supuesta prohibición de las cofradías: « Por causa de laicos y masones no salen las cofradías. Votad contra laicos y masones, enemigos del bien espiritual y material de Sevilla» Esta instrumentacion como mecanismo de propaganda antirepublicana se intensifico en Sevilla, un cartel propagandístico de las elecciones de 1933 llevaba el siguiente texto” hace dos años que no salen las Cofradias Sevilllanas. Piensa en tu Cofradia, sevillano, antes de votar. Y piensa todo lo que tiene que cambiar antes de que puedan salir”.

En Castilla tambien se produjeron los mismos episodios. En Zamora las procesiones de Semana Santa se celebraron en 1932 sin ningún problema de orden publico, pero fueron suspendidas por decisión del propio obispo en 1933, la excusa fue el temor eclesiástico a que se produjeran altercados, ya que la festividad de Viernes Santo ese año coincidia con el 14 de abril. La izquierda provincial se empeño en evitar su suspensión sospechando que todo se debía a una maniobra obispal para asegurarse el voto femenino en las próximas elecciones municipales. Lo cierto es que el gobierno había tomado la decisión de no hacer actos públicos de ninguna clase ese dia para que la iglesia pudiera celebrar sin temor las tradicionales procesiones. Algunos cofrades que no participan en el boicot tienen la impresión de que todo obedece a una maniobra ante la proximidad de las elecciones y piensan que “no sería nada extraño oír en los mítines de propaganda que la república había llegado incluso a suprimir las procesiones de Semana Santa, y que ese gobierno en su afán sectario y de persecución religiosa, no había tolerado que los sentimientos católicos se manifestasen por las calles. El diario republicano provincial, La Mañana, hace campaña a favor de la celebración de la Semana Santa: “una comisión de cofrades que visita la redacción del periódico vino a visitarnos para felicitarnos por nuestra campaña a favor de que no se rompa la tradicional costumbre de la Semana Santa zamorana

En 1934, con la llegada al poder del gobierno de derechas, los boicots desaparecen y las procesiones empiezan a celebrarse sin ningún problema ese año y el siguiente. No había excusa en una República de derechas y de orden para no salir en procesión. En Málaga, en 1935, volvieron a hacerse procesiones. La Semana Santa granadina  volvió a celebrarse en 1935, pero en 1936, las cofradías decidieron no salir por la victoria del Frente Popular. A partir de febrero de 1936 por primera vez la alcaldía de Sevilla recayó en un político de izquierda y El diario tradicionalista «La Unión» propuso retomar el boicot de años precedentes. Las cofradías onubenses suspendieron sus salidas desde 1932 hasta 1935, año en que se reanudaron. Sin embargo, a principios de 1936, la situación cambió con la subida al poder del gobierno del Frente Popular  y decidieron no realizar la salida procesional de ese año.

La reanudación de las ceremonias de Semana Santa y las procesiones llevadas a cabo  en los territorios donde triunfaron los nacionales durante la Guerra Civil se transformaron en oportunidades  para reactivar propagandísticamente la religiosidad popular andaluza, muy ligada al culto de la vírgenes. La gran receptividad de esta piedad fue aprovechadq para señalar la culpabilidad de los “ enemigos de Dios. Durante las semanas santas de 1937 y 1939,las procesiones tuvieron carácter de rogativas, pidiendo a Dios y a la Virgen la victoria franquista y la concesión de gracias espirituales para el Caudillo y el ejército del bando nacional.  En huelva :” Empieza la Semana Santa en las rogativas a Dios por la victoria final y definitiva de los ejércitos del Caudillo Franco, confiados a la protección del Señor de los Ejércitos”. La ocupación franquista de Málaga en febrero de 1937 se acompañó con una intensa actividad devocional puesta a servicio de la recatolización de la ciudad “ liberada” y redimida de la “ garra marxista”. La Agrupación de las cofradías malagueñas opto por hacer una única procesión de Viernes Santo con todas las cofradias. Fue elegida la Santa Virgen de los Dolores. La prensa local señalaba así el efecto producido por la unidad de todos los cofrades :” cuando la procesión recorria las calles de Malaga, en las que la barbarie soviética imprimió su huella terrible, parecía cosa de milagro. El 21 de mayo de 1937, días antes de la celebración de la procesión del Corpus Christi por las calles de Granada el Ayuntamiento decidió reanudar una “vieja costumbre interrumpida durante los años anteriores”

La reactivación de estas ceremonias religiosas en los territorios controlados por los alzados sirvió durante la Guerra Civil- como acabamos de comprobar- para reforzar la propaganda que anteriormente había presentado a la Republica como un régimen hostil a la libre practica de las costumbres religiosas, pero ahora la clave ya no era victimista, ahora la lectura se hacía en términos de triunfalismo belicista

 

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