El 12 de mayo de 1977 la Guardia Civil disparó con fuego real contra una manifestación en Errenteria que reclamaba la amnistía total. Hubo cinco heridos de bala y uno de ellos falleció. Las protestas se extendieron a todo Euskal Herria, la represión se recrudeció y en los días siguientes hubo otros seis muertos.
Por Iñaki Vigor / Gara
Fue la semana más trágica en Euskal Herria tras la muerte de Franco. Y su primera víctima mortal, Rafael Gómez Jauregi, de 78 años. Se demandaba la amnistía para todos los presos encarcelados por motivaciones políticas, incluidos los llamados «delitos de sangre». La Guardia Civil había cargado con pelotas de goma contra una manifestación de miles de personas que se dirigían a la empresa Orbegozo para que los trabajadores se sumaran a la huelga general convocada para aquel 12 de mayo. Cientos de manifestantes optaron entonces por ir directamente al cuartel de la Guardia Civil de Errenteria para protestar contra aquella carga. Primero fueron recibidos con disparos de pelotas de goma, y después con fuego real. Cinco personas resultaron heridas de bala, y Gómez murió poco después. El Gobierno Civil de Gipuzkoa lo justificó diciendo que el cuartel había sido atacado con piedras y cócteles molotov.
El ambiente político en aquel mes de mayo de hace 40 años era extremadamente tenso. Juan Carlos I había sucedido a Franco en noviembre de 1975 y había promulgado un indulto parcial. Dos meses más tarde se constituyó en Donostia la primera Gestora pro-Amnistía, a la que siguieron otras muchas por todo el territorio vasco. Su objetivo era conseguir que todos los presos por motivos políticos quedasen en libertad. En julio de 1976 hubo una amnistía parcial, pero tampoco incluyó a los acusados de «terrorismo».
Entre el 26 de febrero y el 6 de marzo las Gestoras convocaron una primera Semana pro-Amnistía en Hego Euskal Herria, que fue reprimida por la Guardia Civil y la Policía Armada. Solo una semana después, el Gobierno español amplió la amnistía a decenas de presos vascos, pero otros muchos siguieron encarcelados.
El propio Gobierno había convocado para el 15 de junio de 1977 las primeras elecciones generales en el Estado español tras el final de la dictadura. Dos meses y medio antes de esa fecha, el 30 de abril, Telesforo Monzón logró reunir en Txiberta a representantes de todas las organizaciones políticas vascas. También acudió a la cita un grupo de alcaldes de varias localidades vascas y miembros de las organizaciones ETA-m y ETA-pm.
La representación de ETA-m expuso que, sin la amnistía total, las elecciones del 15 de junio no se podían considerar legítimas. Una delegación de los grupos representados en Txiberta se reunió el 10 de mayo con el presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez, para plantearle la exigencia de amnistía antes del 24 de mayo, día en que comenzaba la campaña electoral, así como plenas libertades democráticas. Suárez replicó que no podía hacerlo porque estaba presionado por el Ejército. La cúpula militar seguía controlada por los generales franquistas.
Disparos de fuego real
Las Gestoras pro-Amnistía convocaron una semana de movilizaciones entre el 8 y el 15 de mayo, que comenzó con numerosos encierros y manifestaciones en gran número de localidades vascas. Los cuerpos policiales españoles reprimieron estas movilizaciones, lo que generó la convocatoria de una jornada de lucha para el día 12.
Fue en aquella jornada cuando se produjo la muerte por disparos de Rafael Gómez en Errenteria, mientras que en el barrio donostiarra de Gros una mujer eraherida de gravedad tras ser alcanzada por una bala disparada desde la calle. Un día después, el viernes 13, la huelga se había generalizado en Euskal Herria y fue secundada incluso por los tres periódicos donostiarras que se editaban entonces. La Vuelta Ciclista a España ni siquiera entró en Gipuzkoa, a pesar de que el final de etapa estaba previsto en el velódromo de Anoeta, y 83 candidatos a diputados y senadores por Bizkaia y Gipuzkoa se encerraron en la iglesia San Antón de Bilbo.
La Guardia Civil volvió a usar fuego real para reprimir las protestas, provocando al menos cuatro heridos de bala en Errenteria y otros dos más en Tolosa.
Esa misma noche murió Clemente del Caño Ibáñez, trabajador de la autopista Bilbo-Behobia que fue atropellado por un vehículo cuando retiraba una barricada cerca de Errenteria. Según los testimonios de la época, había sido obligado por la Guardia Civil a desmontarla.
La noticia de las dos muertes, junto a las agresiones de grupos parapoliciales conocidos como «incontrolados», todavía tensionó más el ambiente de la calle aquel 13 de mayo. En Iruñea, donde la huelga había sido secundada por miles de trabajadores, fue prohibido un acto pro-amnistía en el frontón Labrit y ello originó protestas en Alde Zaharra.
En la confluencia de las calles Calderería y Bajada de Xabier agentes de la Policía Armada detuvieron a José Luis Cano y lo introdujeron en el bar Manuel (en la actualidad se llama bar Gunea), donde fue golpeado. El disparo de un agente impactó en la cabeza de Cano y le causó la muerte. El entonces alcalde de Antsoain, Alfredo García, fue testigo de los hechos pero no supo precisar si el disparo fue fortuito o intencionado, aunque sí aseguró que los policías le siguieron golpeando tras escucharse el disparo. «Continuaron pisoteándole en la cabeza, en los testículos, en todo», relató el alcalde del PSOE.
Conmoción social y huelga general
José Luis Cano, de 28 años de edad, era vecino de Errenteria y se encontraba de vacaciones desde el 4 de mayo en Iruñea porque tenía familiares en la capital navarra. Tras conocerse la noticia de su muerte, los enfrentamientos se generalizaron por el Casco Antiguo y esa misma tarde murió de un infarto Luis Santamaría, de 72 años, tras el impacto de una pelota de goma en la pared de su balcón mientras era testigo del apaleamiento de un joven por parte de la Policía Armada en la calle San Nicolás.
Otro joven de 15 años resultó herido grave por el impacto de una pelota de goma cuando estaba en el balcón de su casa, en la calle Estafeta. Los disparos de botes de humo y gases lacrimógenos contra viviendas fueron indiscriminados, y los bomberos tuvieron que intervenir para apagar incendios y rescatar a personas impedidas. La Policía ni siquiera respetó las ambulancias que acudían a recoger a los heridos, lo que generó encierros de médicos y enfermeros en numerosos centros sanitarios. Ese mismo viernes, por la tarde, una bala le impactó en el pecho a Gregorio Marichalar Aiestaran cuando estaba en el balcón de su casa, en el polígono Beraun de Errenteria. Fallecería al mes siguiente tras convalecer en el hospital.
Las dos nuevas muertes causaron una fuerte conmoción social. El día 14, sábado, la huelga se había generalizado en Iruñea, que amaneció tomada por las FOP (Fuerzas de Orden Público). Las tres emisoras navarras, Radio Popular de San Sebastián y Radio Popular de Bilbao solo emitieron música y noticias. El Ayuntamiento de Iruñea condenó «con toda energía» la actuación policial del día anterior, mientras miles de personas levantaban barricadas en diversos barrios. Las manifestaciones y encierros de protesta se extendieron a numerosas localidades.
Aquel mismo día la Guardia Civil mató de un tiro en la cabeza a Manuel Fuentes Mesa, de 31 años, después de disparar contra un grupo de amigos que se dirigían andando por carretera al centro de Ortuella tras celebrar una despedida de soltero. «Tenía el cráneo totalmente arrancado de cuajo y los sesos fuera», declaró uno de los amigos que iba con Manuel Fuentes.
En solo tres días había habido cuatro muertos y la tensión en las calles era cada vez mayor. El domingo 15 de mayo la Policía Armada atacó a unas 2.000 personas que acudieron al entierro de José Luis Cano en el cementerio de Iruñea y volvió a cargar por la tarde contra los asistentes a su funeral en el barrio de Arrotxapea, oficiado por once sacerdotes presididos por Jesús Lezaun. Hubo lanzamiento de pelotas de goma y ráfagas de ametralladora, resultando herido de gravedad un médico de la residencia Virgen del Camino. Más de un centenar de personas hubieron de ser atendidas ese día en centros asistenciales de Nafarroa a consecuencia de las heridas sufridas. En Bilbo, Ortuella y Barakaldo se registraron enfrentamientos y heridos de bala, y en Gipuzkoa se suspendieron los espectáculos deportivos, incluidos los partidos de fútbol.
El lunes 16 se convocó una huelga general en Hego Euskal Herria, en protesta por las actuaciones policiales, y el paro fue generalizado. Un día después murió Francisco Javier Fernández Núñez, vecino de Bilbo que había sido golpeado el día 15 por la Policía Armada. Cuando el día 17 acudió a comisaría a interponer una denuncia, fue agredido por «incontrolados», que además le obligaron a beber coñac y aceite de ricino. Fue hospitalizado pero falleció poco después a consecuencia de una cirrosis.
Una semana «pasada por las armas»
«La semana pro amnistía convocada por las Gestoras del País Vasco ha sido pasada por las armas». Así comenzaba la crónica de once páginas que la revista ‘‘Punto y Hora de Euskal Herria’’ dedicó a aquellos hechos en su número 36, que salió a la calle el 19 de mayo de 1977. La portada de este semanario estaba dedicada íntegramente a los trágicos sucesos, bajo el título «AMNISTÍA. A sangre y fuego», y en páginas interiores hacía un relato detallado, día a día, de las numerosas movilizaciones por la libertad de los presos políticos y la forma en que fueron reprimidas.
Aquel número recogía las identidades de cinco muertos. No incluía a Gregorio Marichalar Aiestaran, que murió un mes después a consecuencia del disparo que recibió cuando estaba en el balcón de su casa junto a su hijo, en el polígono Beraun de Errenteria. Tampoco a Francisco Javier Fernández Núñez, que había sido golpeado el día 15 por la Policía Armada y agredido el día 17 por «incontrolados». Murió cuando la revista ya estaba en la rotativa.
‘‘Punto y Hora’’ también recogía el comunicado textual sobre «la gravísima situación política de Euskadi» suscrito por «todos los partidos políticos abertzales y representantes del grupo de alcaldes y de grupos armados».I.V.
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