«Se sienten coño» capitolino y la supuesta democracia aspiracional

Por Ricard Jiménez

A través de Parler, la red social de moda entre la ultraderecha estadounidense, Enrique Tarrio, líder de los Proud Boys, explicaba que este pasado miércoles los Proud Boys saldrían a la calle «en número sin precedentes». Sin embargo, el no podría asistir puesto que fue detenido al llegar a Washington DC portando armamento, munición y cargadores modificados. De primeras, fue un buen indicio para que, sinuosamente, los medios fueran capaces de prever lo que podía ocurrir.

¿El motivo de la convocatoria? Million MAGA March, organizador oficial de la manifestación, instó a “tomar parte en el mayor acto político de Trump en la historia de Estados Unidos”.

Al llamado a las filas también se sumaron milicias como Three Percentes o Oath Keepers, que ya estaban movilizando, previamente, caravanas con estancias en varias ciudades de todo el país en su marcha hacia Washington DC. El grupo TheDonaldWin, para más inri, invitaba, a través de su portal de internet, a los participantes a portar sus armas.

Al respecto, sobre quienes fueron los partícipes, cabe matizar que el actor Jake Angeli, el Q-Shaman conocido como Yellowstone Wolf, sobre el que los medios han focalizado la atención en lo referente al asalto del Capitolio, no pertenece a QAnon, puesto que este no es un grupo centralizado, si no una teoría de la conspiración surgida en 4chan y extendida por las redes mayoritarias, aunque posteriormente limitadas y migradas a Parler o 8kun.

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Abby Ohlheiser definía para el MIT Technology Review, en este sentido, a QAnonomo una «teoría de la conspiración en constante evolución», pero también, más que una organización, lo tildó de ideología.

Sobre sus alborotos «contra la pedofilia», como el PizzaGate, sus acólitos surgieron como rastreadores de migajas de textos crípticos publicados por ‘Q’: «QAnon tiene su origen en una conversación en varias plataformas que comenzó en las redes sociales, en un entorno de seudónimos, donde no hay consecuencias para el discurso», explicaba el investigador principal del Proyecto de Tecnología y Cambio Social del Centro Shorenstein de la Universidad de Harvard (EE. UU.) Brian Friedberg para el MIT Technology Review.

¿Qué ha pasado en el Capitolio?

Tras esta breve introducción y un inciso, creo que relevantes, no es menester tratar de resumir lo acontecido en el Capitolio de Washington DC.

El Capitolio es el edificio que alberga el poder legislativo (Congreso y Senado) en Estados Unidos y durante unas horas ha sido asaltado por los manifestantes que se congregaban en los aledaños.

Esta situación obligó a suspender de forma momentánea la sesión de validación de la victoria de Joe Biden en las pasadas elecciones electorales.

Finalmente, a pesar y posterior al asalto del Capitolio, el Congreso de los Estados Unidos ratificó la victoria del binomio Biden – Harris.

Trump, ante la tesitura, aceptó la derrota y se comprometió a ser garante de una «transición ordenada», pese a que se mostró «completamente en desacuerdo con el resultado de las elecciones».

Trump, durante el discurso previo al asalto al Congreso. | Michael Reynolds (Efe)

¿Intento de Golpe de Estado?

El cosplay y el halo de teatralización que rodea todo suceso en paraje norteamericano, más que a los Golpes de Estado que, curiosamente, perpetra los Estados Unidos en paraje ajeno, nos evoca al «se sienten coño» de Tejero, que sirvió como fortín discursivo para cerrar a cal y canto el régimen del 78′.

De hecho, ahora se abre la posibilidad de la aplicabilidad de la 25ª enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que en su sección cuarta, recoge que «cuando el vicepresidente y una mayoría de funcionarios ejecutivos avalados por el Congreso transmitan por escrito al presidente del Senado y al portavoz de la Cámara de Representantes que el presidente está incapacitado para ejercer los poderes y obligaciones de su cargo, el vicepresidente podrá asumir el cargo de presidente».

De este modo, y siguiendo un orden lógico de los acontecimientos, la gobernabilidad, hasta el 20 de enero, quedaría en manos de Mike Pence. Un Mike Pence que parece haber ya tomado «el control de la situación«.

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No obstante, a pesar de que «algunos demócratas de la Cámara de Representantes han pedido a Pence que inicie el proceso», «mientras no tengan el apoyo de ningún republicano, la idea no va a ir a ningún sitio. La razón es que la decisión final estaría en manos del Congreso, y es muy improbable que un número suficiente de republicanos votaran a favor como para llevarla a cabo», aclara El Mundo.

De este modo, y en definitiva, la cuestión primordial que ahora deberá dilucidarse es si demócratas y republicanos pugnarán y cerrarán filas a cal y canto ante el desbosquejo de un supuesto consenso democrático, aunque quizá esto resultaría más gasolina ante la mecha prendida de la conspiración. De lo que no hay duda es que Estados Unidos, por si fuera necesaria la aclaración, ha vuelto a demostrar que no es el modelo democrático aspiracional al que tenerse como referente, pero si un estandarte que, incluso en lo más descabellado, realza y esgrime por bandera, en sus filias y sus fobias, el anticomunismo.

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