Aquí la equidistancia no cabe y es éticamente protectora de un genocidio ya que borra las diferencias entre víctimas y verdugos.
Por Lucio Martínez Pereda | 12/05/2024
El genocidio de uno sirve de excusa histórica para el genocidio del otro. A Hitler no le gustaba la Sociedad de la Naciones. A Netanyahu tampoco le gusta la Organización de Naciones Unidas.
Hamas y Netanyahu. No cabe simetría posible ni en responsabilidades ni en la dimensión del mal causado. Palestina es un país ocupado e Israel es un país ocupante y explotador. Hay un claro dominado y un claro dominante. Aquí la equidistancia no cabe y es éticamente protectora de un genocidio ya que borra las diferencias entre víctimas y verdugos.
Netanyahu es un pésimo alumno hacedor de brujo de EEUU. La administración norteamericana creó en la década de los 70 los muyahidínes en Afganistán para debilitar a la URSS. La horrorosa criatura se les fué de las manos e incubó todos los terrorismos islamistas siguientes. Posteriormente Hamás fue amparada y financiada por Netanyahu. Potenciada para dividir el movimiento de Liberación Palestino y hacer inviable la solución de los dos estados: la horrorosa criatura se les fue de las manos.
El genocidio cometido por Netanyahu es el peor cometido por las democracias después de la II Guerra Mundial. Algunos historiadores se refieren a textos vetero testamentarios para explicar el componente sionista que está detrás de él: la culpabilidad genealógica transmitida de padres a hijos. Pero esta explicación es únicamente una excusa que oculta una motivación mucho más actuante: Netanyahu sabe que mientras ese genocidio dure, él conseguirá mantenerse en el poder. Esa es la oscura y criminal pasión que está detrás de su actuar.
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