Manuel López Arrabal
Mi hermano de Latinoamérica, Robinson Devia, y yo, nos hemos atrevido a lanzar la hipótesis del cercano final del sistema capitalista tal y como lo conocemos, debido principalmente a la observación de los signos o señales que nos muestran nuestras economías locales, regionales o continentales y que, bien podríamos extrapolarlas a lo que está ocurriendo a nivel global.
Cuando hablamos de la “cercana desaparición del capitalismo”, no nos estamos refiriendo al sistema económico que se desarrolla dentro de un determinado punto o región del planeta en función de las dinámicas de intercambio de bienes y servicios por dinero. Este sistema de intercambio, mientras no encontremos otro mejor, seguirá siendo muy útil para satisfacer las necesidades materiales de los seres humanos, siempre y cuando decidamos usarlo correctamente para el beneficio de todos.
En el primer artículo de esta serie hablé de cómo la especie humana se ha convertido en una “raza de deudores”, según las afirmaciones de Zigmunt Bauman. Asimismo, expliqué cómo será la señal de aviso del comienzo de la última gran crisis económica global y, por último, también expliqué a grosso modo en qué clase de modelo socioeconómico de control global viviremos temporalmente, hasta que por fin emerja victorioso el Nuevo Sistema de Relaciones Humanas que libere a la Humanidad. Aunque realmente, este Nuevo Sistema más justo y sostenible realmente ya está aquí, y cualquiera lo podría experimentar, aunque sea de manera temporal y en territorios o ámbitos más o menos aislados.
Valga como ejemplo, el corralito de Argentina que azotó al país durante varios años a partir del 2001 y que, sin embargo, permitió que afloraran por doquier numerosos proyectos de economías alternativas que ayudaron a sobrevivir a cientos de miles de argentinos. Con los bancos del tiempo, las monedas sociales, los mercados de trueque, las donaciones a los más pobres más los millones de gestos generosos y solidarios entre los propios conciudadanos, mostraron al mundo cómo es posible aprovechar la ocasión en tales circunstancias para sacar lo mejor de nosotros mismos, a pesar del sufrimiento y dolor que provocó aquella cruenta crisis a otros muchos, quizás a los menos informados y peor preparados para afrontar este tipo de situaciones.
El venidero sistema económico-financiero mundial seguirá estando provisionalmente al servicio de unos pocos y, por tanto, en detrimento de la gran mayoría. Una reducida élite global, desde hace décadas, incluso siglos, está preparando poco a poco el panorama económico-financiero mundial para, llegado el momento, dar el “zarpazo” definitivo para el control total de la economía global.
Y ahora, veamos muy resumidamente cuáles son los más graves síntomas que padece el sistema económico-financiero global que, a modo de símil con la salud humana, se encontraría muy cerca de la muerte, en fase terminal, y dentro de lo que podríamos llamar la Unidad de Cuidados Intensivos de las Finanzas Globales. Por tal motivo, existirían los que podríamos llamar “enfermeros financieros” (economistas que trabajan para las más poderosas corporaciones capitalistas) quienes están tratando de maquillar al moribundo sistema neoliberal, para dar la sensación de que no pasa nada. Que no hay nada que temer. Sin embargo, sí que pasa. Y, además, es muy grave, puesto que, aparte del gravísimo síntoma del endeudamiento desorbitado que no para de crecer para la “raza de deudores” en la que se ha convertido la Humanidad, hay otros muchos síntomas que podemos observar. Veamos algunos de ellos:
Ya no se habla de si habrá o no recesión económica en los próximos meses o años. En cualquier medio de comunicación o periódico que consultemos encontraremos que la próxima gran crisis llegará sí o sí. Por tanto, a nadie debería pillarle por sorpresa. Las cuestiones que ahora se plantean ante la misma simplemente tratan sobre su alcance, su duración y de si será más o menos cruenta que la del 2008.
La mayoría de los analistas y expertos sobre economía que hasta ahora he escuchado o leído hablan sobre la dura recesión económica en EEUU, Europa y en todo el mundo para el próximo año 2020 o principios del 2021. Sin embargo, las circunstancias actuales de España, a nivel político y económico, presagian que en el país donde vivo podría llegar incluso antes.
Actualmente, los grandes inversores están huyendo de la renta variable para pasar a la renta fija, a los llamados fondos soberanos o al refugio del metal oro. La frecuente caída de las bolsas internacionales nos lo están mostrando. El enfriamiento de las economías más importante del planeta y la desaceleración económica es un hecho innegable. Las exportaciones en Europa están cayendo aceleradamente. La producción industrial de Alemania ha bajado un 8% en el último año. El conglomerado industrial norteamericano General Electric encadena caída tras caída en Wall Street, sobre todo desde que ha sido acusada de fraude por descubrirse el “maquillaje” de sus cuentas de resultados. La guerra comercial entre China y EEUU está teniendo graves repercusiones en las principales bolsas de valores y en la cotización de sus respectivas divisas, con repercusión generalizada para el resto de las economías y monedas más importantes. Ante la imposibilidad de poder hacer frente a las deudas y a los intereses de las mismas por parte de las naciones, las empresas y los particulares, y para intentar seguir estimulando las economías, los bancos centrales continúan inyectando liquidez a base de mantener muy bajos o bajar aún más el precio del dinero; y así lo seguirán haciendo, por ejemplo, el Banco Central Europeo y la Reserva Federal de los EEUU, al menos hasta el año próximo y, en el caso de EEUU, posiblemente hasta que se celebren las elecciones presidenciales.
Todo lo anterior, no son más que indicadores de la gran fragilidad económica y financiera que se percibe a nivel internacional. Y si nos centramos un poco en la economía española, veremos que ésta no se queda atrás. Por ejemplo, la caída acelerada de la venta de vehículos en los últimos 10 meses es un signo más que evidente de la crisis que se avecina. Así ha ocurrido en otras ocasiones. Las inversiones en renta fija están superando a las de renta variable, debido al fenómeno pre-crisis de la inversión de la curva de interés, es decir, las rentabilidades a corto plazo en renta fija están superando a las del mismo tipo a largo plazo. Y, por si fuera poco, la deuda nacional muy pronto superará el 100% del PIB anual, lo que la hace, a mi modo de ver, totalmente impagable.
Y si pasamos ahora a EEUU, en relación a la inversión de la curva de los tipos de interés antes mencionados, habría que resaltar que en las 7 últimas recesiones económicas que este país ha sufrido siempre ha ocurrido lo mismo. Es decir, cuando los intereses de la renta fija a corto plazo han superado durante tres meses consecutivos a los intereses de la renta fija a largo plazo, entonces siempre llegó la recesión entre los 12 y 24 meses posteriores. Por tanto, si en este mes de agosto de 2019 ha vuelto a ocurrir este fenómeno, esto quiere decir que a partir del verano de 2020 y antes de agosto de 2021 ocurrirá la que yo llamaría “la última gran recesión” de los EEUU y, por ende, la del mundo entero. De todos modos, la inversión de la curva de las rentabilidades, no solo está ocurriendo en España y EEUU, sino también en otros importantes países, como por ejemplo en Alemania.
Y si a todo esto le sumamos, la previsible salida del Reino Unido de la Unión Europea el próximo 31 de octubre, pues tendremos lo que muchos analistas están llamando la “tormenta perfecta”.
Por otro lado, en relación a la desaparición progresiva del dinero en metálico, está el evidente síntoma de la acelerada reducción de oficinas bancarias y de cajeros automáticos. Lo que está provocando un mayor trasvase de clientes hacia la banca electrónica y un menor acceso a los lugares físicos donde poder obtener los clásicos billetes y monedas, incentivándose de este modo el uso del dinero digital o dinero electrónico.
En relación al cierre de oficinas bancarias, el caso de España es paradigmático. Los datos del Banco Central Europeo ponen de manifiesto que, de las 51.000 sucursales bancarias que han cerrado sus puertas en la zona euro entre 2008 y 2018, al menos una de cada tres, estaba en España. Y es que nuestro país ha concentrado el 39% del total de los cierres de sucursales, con unas 20.000 clausuradas en los últimos diez años, es decir, cinco al día, más que ningún otro país de la zona euro y más que Francia e Italia juntas. Además, en la última década, todas las entidades financieras de España han planteado Expedientes de Regulación de Empleo para poder absorber las más de 40 cajas de ahorros existentes en el año 2008, lo que se ha traducido en casi 100.000 despidos y la pérdida del 47% de las sucursales bancarias, junto a una disminución del 20% de los cajeros automáticos. A estos datos, no obstante, hay que sumar las cerca de 2.000 oficinas que tienen previsto cerrar el Banco Santander y CaixaBank durante este año 2019, junto al despido colectivo de casi 6.000 trabajadores.
Del mismo modo, Deutsche Bank, el mayor banco alemán, ha venido cerrando en los últimos años multitud de oficinas en 5 países de Latinoamérica y en otros tantos como España, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Malta y Nueva Zelanda. Y más recientemente, ha anunciado un ajuste drástico de su plantilla con unos 18.000 trabajadores menos de aquí al 2022, todo ello después de reconocer la pérdida de 2.800 millones de euros durante el segundo trimestre de este año, lo que, entre otros motivos, está alarmando a la comunidad financiera internacional que se teme lo peor. En caso de que este gigante con pies de barro se desplomara próximamente, podría provocar unos efectos incluso más devastadores que los acaecidos por la quiebra del famoso banco de inversión Lehman Brothers en el año 2008, momento crítico que sirvió de pistoletazo de salida a la mayor crisis financiera global conocida desde el crack de 1929.
Por último, como signo de pre-crisis global, también muy grave, tenemos la gran burbuja económica que se está creando con los combustibles fósiles. Esto mismo, que he leído y escuchado en varios medios de comunicación, coincide con lo publicado por la Agencia EFE en junio del año pasado: “un grupo de científicos alerta, que la continua inversión en combustibles fósiles frente a una decreciente demanda, está creando una burbuja que puede reventar con graves consecuencias macroeconómicas y geopolíticas. Los científicos confirman la existencia de una burbuja de carbono que, si no se desinfla pronto, podría llevar a una pérdida de riqueza global de entre 1 y 4 billones de dólares.”
Todos los síntomas del moribundo capitalismo que acabo de mencionar y, sobre todos ellos, el sobreendeudamiento de la raza humana, no son más que unos pocos entre otros muchos que se podrían mencionar. En próximos artículos, Robinson y yo, compartiremos más cuestiones relacionadas con la Última Gran Crisis y, sobre todo, las posibles soluciones a nuestro alcance para poder ponerlas en práctica. A modo de ejemplo, para quienes aún no las conozcan, os remito de nuevo a mi artículo publicado en enero de este año sobre las “Economías sociales”. Muy importante, al menos, saber que existen tales alternativas.
Ni la visteis venir en 2008 ni ahora veis lo positivo. Sois agoreros demagogos al servicio de la prensa económica-amarillista. Lo peor con tal de vender que es lo que críticas, basura….!