Me subí sobre una silla y decidí comenzar con un remedo de monólogo de Darío Fo, aquel en el que Francesco giullare di Dio, se dirige al pueblo de Bolonia.
Por Francisco Javier López Martín | 30/11/2023
Es lo que tiene dar clases en un Centro de Educación de Personas Adultas, que participa en programas europeos de intercambio de profesionales y alumnos. A veces te toca dirigir unas palabras a algunos compañeros venidos de otras partes de Europa, en este caso de Italia.
Tres profesoras y dos profesores llegados desde los Centros Provinciales de Instrucción de Adultos de Varese, un hermoso lugar al Norte de Milán, en mitad de la hermosa zona de los lagos que juntan y separan Italia y Suiza. El Lago Maggiore, el de Varese, el de Como y otros muchos.
Ya puestos a la faena, mientras los colegas italianos disfrutaban de las variadas y maravillosas comidas que las alumnas marroquíes, o ucranianas, habían preparado, una profesora les dirigió un magnífico saludo en italiano, un alumno de Español les leyó una intervención en español y en árabe además de otros idiomas como el francés, o el inglés.
Así las cosas tenía que hacer algo distinto. Me subí sobre una silla y decidí comenzar con un remedo de monólogo de Darío Fo, aquel en el que Francesco giullare di Dio, se dirige al pueblo de Bolonia. Ahí lo dejo, por si de algo sirve:
-¡Qué placer estar aquí con vosotros napolitanos!
Es maravilloso porque sois gente de coraje y de corazón.
Claro que lo sois. Hay cosas que sólo vosotros sois capaces de hacer.
Cuando emprendéis una tarea, cuando os lanzáis a cualquier batalla, cuando os sacrificáis y lucháis sin descanso.
¡Bravo napolitanos!
(larga pausa interlocutoria)
¿Que no sois napolitanos?
(breve pausa)
¿Y de dónde sois?
¿De Varese? ¿Todos? ¿Hasta las mujeres?
¿Y qué hacéis aquí, en Nápoles?
(breve pausa)
¿No? ¿Qué esto no es Nápoles? ¿Qué esto es Parla? ¿Parla en Madrid? ¿Parla en España? ¿Parla? ¿Estáis seguros?
¡Dios, por eso no veía el Vesubio! ¡No veo ni siquiera el mar!
Me preguntaba: ¿Quién sabe dónde está el mar?
Así que estamos en Parla y vosotros sois de Varese… Jajaja, esta sí que es buena.
¡Qué desastre! Mañana y pasado tengo que viajar a Nápoles… Y me he equivocado.
Traigo el discurso preparado en napolitano y resulta que estoy en Parla con unos profesores de Varese, al Norte de Italia. Y ahora… ¿Cómo me hago entender?
¿Vosotros entendéis el napolitano? No, no lo entendéis.
No puedo andar cambiando mi discurso así, de forma tan inesperada. No puedo.
Por favor, haced un esfuerzo. Tened un poco de paciencia y de fantasía, escuchadme bien y prestadme atención, miradme, veréis cómo lo entendéis todo.
(cambio de tono)
Así es como comienza el discurso de San Francisco en Bolonia, ese monólogo que nos regaló vuestro compatriota Darío Fo, nacido en Sangiano, junto al Lago Magiore, a menos de 20 kilómetros de Varese.
San Francisco en Bolonia me parece uno de los mejores alegatos contra la guerra. Debería ser de lectura y representación obligatoria en las escuelas, sobre todo ahora que atruenan tambores de guerra. Los maestros, las maestras son barreras, barricadas humanas, contra la guerra, contra todas las guerras.
Ha dicho mi compañera Sole, en un perfecto italiano,
Buen día a todas y todos. Estudiantes, colegas, italianos, españoles.
Todos nosotros, los miembros de la comunidad educativa del Centro de Educación de Personas Adultas Ramón y Cajal de Parla, nos hemos sentido muy felices por la visita de los profesores y profesoras italianos a nuestra escuela.
Hoy es vuestro último día con nosotras y nosotros. Deseamos que hayan sido cinco días interesantes y ricos en experiencias.
Os recordaremos siempre. Recordaremos los momentos profesionales y humanos que hemos vivido.
Buen retorno a vuestras casas y a vuestro trabajo.
Me sumo a ese deseo. Gracias a vosotras y a vosotros. Gracias a estas alumnas y alumnos que han llenado nuestras mesas de manjares para celebrar unidos este encuentro.
Quienes comen juntos permanecen juntos, dice Ken Loach en su reciente película El viejo roble (La vecchia quercia, en italiano).
Quiero recordar al hijo de aquellos emigrantes italianos llegados a Argentina, Francesco y Giovannina, al que llamaron Ernesto, Esnesto Sábato. Nos enseñó que,
-Nos salvaremos por los afectos.
Desde hoy, nuestro afecto va con vosotros, os acompaña, os refueza, os arropa.
Hace poco una serie de televisión que aquí se llamaba La casa de papel y en Italia La casa di Carta nos enseñó a unos, nos recordó a otros, esta hermosa canción de esfuerzo, lucha, resistencia, vida y muerte, una canción que nos hace sentirnos hermanos en la defensa de la libertad, la igualdad y la solidaridad, una canción que os picdo que cantemos juntos:
Bella ciao
Una mattina mi son svegliato
O bella, ciao, bella, ciao, bella, ciao, ciao, ciao
Una mattina mi son svegliato
E ho trovato l’invasor
O partigiano, portami via
O bella, ciao, bella, ciao, bella, ciao, ciao, ciao
O partigiano, portami via
Ché mi sento di morir
E se io muoio da partigiano,
O bella, ciao, bella, ciao, bella, ciao, ciao, ciao
E se io muoio da partigiano
Tu mi devi seppellir
E seppellire lassù in montagna
O bella, ciao, bella, ciao, bella, ciao, ciao, ciao
E seppellire lassù in montagna
Sotto l’ombra di un bel fior
E le genti che passeranno
O bella, ciao, bella, ciao, bella, ciao, ciao, ciao
E le genti che passeranno
Mi diranno: «Che bel fior»
E questo è il fiore del partigiano
O bella, ciao, bella, ciao, bella, ciao, ciao, ciao
E questo è il fiore del partigiano
Morto per la libertà
E questo è il fiore del partigiano
Morto per la libertà.
Lo dicho, por si a alguien le vale, por si a alguien le sirve y lo puede aprovechar.
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