¿Cómo salvar la Corona?

Por Filosofía Perdida | Ilustración de ElKoko

Es difícil adivinar cómo se verá nuestra situación en los libros de historia dentro de cien años, pero es innegable que, desde que el rey fuera cazado en su safari de Botswana, y el Gobierno no supiese justificar qué hacía allí aquel que perdía el sueño con el paro y la precariedad en el país que mantiene su vida de lujo, se ha sucedido una concatenación de manifestaciones que dejan en evidencia un ocaso de la monarquía que, más allá de la minoría nostálgica y algunxs adeptxs al régimen del 78, además de las empresas que forman parte de la maquinaria económica que engrasa la institución, ya casi nadie cree en que un hipotético elegido divino deba representar en nuestro Estado a toda la gente sin haber sido votado. No se trata de ser de izquierdas o de derechas, se trata de ser demócrata o súbditx, más cuando el sentir popular rechaza, y las redes lo muestran, al heredero de la jefatura de estado que lo es porque Franco eligió a su padre.

¿Por qué Felipe VI es rey? Todo el mundo sabe que la monarquía es una institución hereditaria y antidemocrática que pretende representar al pueblo sin contar con él, y cuyo papel se decide por ser el primer hijo (o hija si no hubiera varón) de un rey. Sin embargo el hijo mayor de Alfonso XIII no fue heredero de la corona por casarse con alguien que no fuera noble, como Felipe VI hizo. Tampoco fue heredero de la Corona Jaime, el segundo hijo, porque era sordo; y así llegamos a Juan, que por no hacerle la pelota a Franco tan bien como su hijo Juan Carlos, no llegó a ser rey por designio del dictador. El dictador, al dar la sucesión como quien lega a su hijo una empresa o le da la paga (que en las dictaduras todo se hace sin contar con el pueblo, y por eso tenemos hoy rey sin haberlo votado), nos volvió a imponer lo que la democracia había expulsado, y Juan Carlos impuso una Constitución en la que él estuviese como único posible rey, con una sucesión en la que prevalece el varón sobre la mujer, para que Elena nunca fuese reina antes que Felipe y su descendencia. No es ninguna novedad lo que digo: sabedor de que media España era republicana (incluyendo parte de la derecha) y que gran parte del franquismo prefería un militar a un Borbón, diseñaron con Suárez un referéndum en que, saliera lo que saliera, seríamos una monarquía, ya con corte franquista autoritario, ya con la Constitución redactada bajo la bota militar. Solo nos faltaba esa entrevista que ha silenciado tanto tiempo Victoria Prego, en que un recién masajeado Suárez le confiesa, tapando el micrófono, que nunca se preguntó al pueblo qué modelo de estado quería, porque entonces no sabrían dónde meter al rey.

Pero el tiempo nos ha llevado hasta hoy, cuando, tras una crisis del PSOE de la que parecen empeñadxs en no salir nunca, con su obsesión de obedecer la agenda que le redacta el PP, un rey que debía su vida tranquila a un PSOE que le juró lealtad y protección, se percató que tras la caída de Rubalcaba podía caer él, y abdicó en un supuesto “preparado” que parece empeñado en no mejorar la institución monárquica, si bien con la ayuda de su cuñado y sus juicios. Es cierto que la crisis económica, o estafa, que sirvió de coartada para bajar drásticamente el nivel de vida del pueblo hasta empobrecernos a todxs, da pie a que la gente que pasa necesidades se rebele contra el rey que vive de lujo a su costa, pero también es verdad que la campechanía y la imagen de bobo simpaticón que la prensa nos había dado de Juan Carlos I para que lo aceptásemos (¿quién sabe cuánto nos costaría toda esa publicidad encubierta?) ha dado paso a un monarca que no tiene muy claro cuál es su rol y qué personaje ser para seguir viviendo de este cuento: tan pronto se pasea por Chueca como se reviste de toda la pompa, tan pronto finge ser una familia normal como cae en el peor de los lujos dando un discurso desde el Palacio Real en Navidad, tan pronto habla catalán y euskera, como aplaude las cargas policiales y la violencia el 1-O con el cuadro de Carlos III blandiendo una porra detrás de su mesa de despacho… Felipe VI no sabe qué guión seguir para poder llevar una vida de lujo a nuestra costa, a pesar de que la prensa todavía hoy siga tratándonos de ignorantes y defendiéndolo frente a todos sus errores.

La irrupción de la República catalana ha vislumbrado una gran parte del pueblo a favor de la independencia pero, sobretodo, a favor de una República, una forma de estado en la que la ciudadanía elige a sus representantes, puede controlar sus gastos y excesos y, llegado el caso, expulsar del lugar más importante a quien cobra de sus bolsillos y actúa -dice- en su nombre. Y así como el republicanismo no es una postura exclusiva de la izquierda, sino de lxs demócratas, así también la demanda republicana no será exclusiva del independentismo catalán, sino que va a prender, cual mecha, un polvorín a todo el Estado que, si bien ya latente, cada día se extiende más y más. Ya no sirve el control de los principales diarios y televisiones, porque la gente opina y se informa de maneras muy diferentes a las de los años 70; ya no sirve el mantra de lo que diga la Constitución a un pueblo que ni la votó ni se cree que sea inviolable, máxime cuando no tuvimos al salir de la dictadura un referéndum que nos preguntase entre monarquía y República, como ocurrió en Italia. De poco sirven los mantras repetidos de que la monarquía es barata, cuando las cuentas que se muestran son opacas y con trampas; de nada sirve hablarnos de monarquías actuales como la sueca y la inglesa, olvidando repúblicas como Francia y Portugal, porque ninguna monarquía europea la impuso un dictador, ni el hecho de tener un sistema monárquico como Lesoto, Marruecos o Camboya (único país con más desaparecidos que España) nos convierte en modernxs. Los tiempos están cambiando, y mientras pedimos más democracia y deseamos un país más acorde al momento actual, el representante de la institución anacrónica se reviste cada vez más de oropel, se encierra cada vez más en sí mismo, y se queda sin argumentos para defender la supuesta utilidad de su caro modo de vida. Por mucho que el partido más corrupto de Europa y su filial naranja se empeñen en salvar al rey, como aquellos súbditos que tiraron su dinero para que los reyes en el exilio no trabajaran y siguieran viviendo bien, hasta lxs votantes más fieles de la derecha son conscientes de que el cuento que podría haber escrito Perrault parece próximo a su fin, sin felicidad ni perdices.

El último número que ha mostrado soberbio el representante no electo, tras la muestra democrática de rechazo a su figura en Barcelona, ha sido decir que él está para defender la Constitución; sin embargo, yendo a la tan mencionada Constitución, que parece haber sido redactada para Moisés en el Sinaí, tanto en su artículo 62 como en el 63 no aparece nada de la función que atribuyó, por lo que el mismo rey, en esa defensa de las palizas policiales, en realidad, está saltándose las propias atribuciones que le da la propia Carta Magna. Con ello pretendió callar a la alcaldesa de Barcelona, una mujer elegida, a diferencia de él, para el cargo, que solo le pedía rectificar la posición que mantuvo con respecto a Catalunya, y se negaba al medieval “besamanos”. Quizás el papel del rey es tan absurdo que el mismo rey tiene que atribuirse funciones para poder legitimar lo caro que nos cuesta, pero a un pueblo que viaja, lee y se comunica, ya no le sirve el argumento de autoridad como excusa para los errores, por mucho que en la edad Media, y en las instituciones que siguen jugando a esa época, haya servido.

¿Por qué Felipe VI es rey? Todo el mundo sabe que la monarquía es una institución hereditaria y antidemocrática que pretende representar al pueblo sin contar con él, y cuyo papel se decide por ser el primer hijo (o hija si no hubiera varón) de un rey. Sin embargo el hijo mayor de Alfonso XIII no fue heredero de la corona por casarse con alguien que no fuera noble, como Felipe VI hizo. Tampoco fue heredero de la Corona Jaime, el segundo hijo, porque era sordo; y así llegamos a Juan, que por no hacerle la pelota a Franco tan bien como su hijo Juan Carlos, no llegó a ser rey por designio del dictador.

Es ya una evidencia que la Corona ya no tiene un discurso dominante, sino defensivo frente a quienes defendemos la República, y el ocaso con que comenzó su mandato Felipe VI está dando paso a una demanda republicana cada vez más fuerte, que terminará en algo irremediable: la voz del pueblo. Si el rey quiere ser aceptado, solo podrá convocar un referéndum entre monarquía y república, que permita saber no solo nuestra opinión, sino qué jefe de Estado es legítimo, si el que nos impuso Franco o el que la ciudadanía puede votar, poner y quitar, revalidar o expulsar. Sabemos que la derecha, aún con su gran republicanismo oculto, nunca apoyará esta medida democrática, así como el PSOE (al que me cuesta llamar de izquierdas) debe reivindicar, comenzando por la exigencia de la propia militancia al aparato y a la cúpula, sus raíces republicanas; por último, los restantes partidos deben situar la demanda republicana en primera fila, tanto en su trato a la corona como en sus programas y trabajos políticos, para dar voz a un pueblo al que se le viene negando demasiado tiempo. La corona no tiene otra salida, y el país, para salir de la situación actual, solo podrá mediante una república federal, con respeto a sus diversas nacionalidades y con respeto al pueblo, a lo que diga, que en democracia no es la voz principal, sino la única válida.

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