Salud mental líquida

No creo, tal y como dicen algunos, que la pandemia nos haya aislado más, lo que creo es que nos hemos vuelto mucho más conscientes de ese aislamiento y que esto nos duele hasta puntos insoportables.

Por Iria Bouzas

Hoy he querido decirle a un amigo: «Siento estar tan pesada contándote tonterías, pero es que me estoy ahogando y no sé con quién puedo hablar para sacarme las tripas y poder hacer algo de limpieza ahí dentro. «

Pero tras estar masticando durante un rato esas palabras, al final me he callado. Le he dado las buenas noches, me he acostado y he llorado hasta que he podido reducir a algo manejable el dolor que te produce la vida cuando se hace bola y llevarlo al punto lo suficientemente soportable como para coger el móvil y ponerme a escribir este artículo.

Ahora mismo yo no soy una persona que esté sola. 

Pero soy una persona, como tantas, que cada vez se siente más sola.

Y ya no sé qué es lo peor del mundo en el que vivimos, porque es cierto que hay mucha gente sola y eso es algo terrible, pero también hay muchas personas que viven aisladas en medio de un montón de gente.

No creo, tal y como dicen algunos, que la pandemia nos haya aislado más, lo que creo es que nos hemos vuelto mucho más conscientes de ese aislamiento y que esto nos duele hasta puntos insoportables.

En los últimos tiempos se habla mucho de la salud mental pero ningún poder público o mediático abre un espacio de debate en el que abordar cuales son las causas del incremento en el diagnóstico de enfermedades mentales y en el consumo de ansiolíticos y antidepresivos.

El otro día leía que, en España, este aumento se sitúa en casi un 250% desde que empezó el siglo, y este dato es una maldita barbaridad.

Nos ahogamos en vidas que nos entierran en la depresión o que nos dejan en garras de la ansiedad y hay quienes pretenden fingir que eso es algo que se arregla simplemente dotando con más medios la Sanidad Pública.

La solución del problema no es contratar más psiquiatras y más psicólogos, esa es la forma en la que podremos lidiar con las consecuencias. Limitar el asunto de la salud mental a la necesidad de incorporar más personal para atenderla es como pretender curar una herida infectada solo poniendo una venda. La venda es necesaria, pero no cura la infección. 

La única vía de mejora solo la encontraremos cuando definamos y entendamos con claridad meridiana cuál es el problema porque solo entendiendo sus causas podremos encontrar las soluciones correctas.

Lamentablemente, hace años que en tengo la terrible sospecha, tanto en este tema como en otros, de que hay debates que no interesa iniciar porque nos llevarían a conclusiones de que hay que cambiar un número inmenso de cosas que no hay absolutamente ninguna voluntad de cambiar.

Probablemente la primera de esas cosas que requieren un cambio, o incluso la destrucción, son nuestros sistemas económico y social.

Vivimos agotados y sin apenas márgenes. Siempre paseando por el filo del abismo, cambiando vida y salud por mera supervivencia.

Enganchamos nuestros cerebros a cualquier mierda, legal o ilegal, que nos evada de una realidad que no nos deja más roles disponibles que los de ser máquinas de producción y de consumo.

Consumimos compulsivamente alcohol, ansiolíticos, drogas, series, comida rápida, sexo y cualquier cosa que nos saque un rato la cabeza de dentro del agua que nos deja sin aire.

Y esas máquinas de producción y consumo, ya no pueden permitirse ni por un momento demostrar que son humanas porque eso te convierte en débil, y todos sabemos que la debilidad en la jungla se paga muy cara. Y casi nadie duda a estas alturas de que este sistema es una jungla.

Y así nos encontramos viviendo como las madres son devueltas abruptamente al mercado laboral mientras dejan a sus bebés a cargo del cuidado de otros para que la maquinaria no se detenga.

Nos encontramos obligados a ser y parecer perfectos porque cualquier cosa que nos sitúe ante el mundo como personas vulnerables e imperfectas parece que debe ser erradicado u ocultado.

El amor se ha vuelto líquido. La familia y los amigos también.

Todo es líquido.

No he sido capaz de decirle a una persona que me quiere: «Amigo, me estoy ahogando» 

¿Por qué?

Pues porque no solo se han vuelto líquidas las relaciones, ha ocurrido lo mismo con la confianza en los demás y en nosotros mismos y es obvio que en un mundo líquido, no pueden sobrevivir las partes de nosotros que necesitan de principios sólidos y afectos estables. No podemos agarrarnos a nada en un mundo líquido porque los asideros se nos escapan entre los dedos de las manos.

No me cansaré nunca de decirlo, aislados y solos somos presas infinitamente más vulnerables. Así que habría que pensar quienes están de caza y a quien le ha interesado tanto convertirnos en sus presas débiles y vulnerables.

La salud mental de la población no va a empezar a mejorar significativamente hasta que cambie nuestra forma de vivir y esto no va a suceder hasta que empecemos a tomar conciencia de que la forma en que vivimos no tiene nada que ver con lo que es de verdad la vida.

Desde luego, tal y como estamos ahora mismo es para volvernos todos verdaderamente locos. ¡Poco nos pasa!

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