los impulsores de la integración con el sistema son bienvenidos en la política institucional. En cambio, a quienes militan en EHBildu (y luchan por la independencia y el socialismo) se les exige que paguen un peaje especial
Por Joxe Iriarte, Bikila / Viento Sur
Tuve la tentación de publicar en la última campaña electoral las reflexiones que se exponen en estas líneas. Pero decidí dejarlo para más adelante, para tratar el tema en frío. Sin embargo, estamos otra vez a las puertas de las elecciones y es de suponer que de nuevo se intentará (es tan recurrente) relacionar a EH Bildu con ETA y, cómo no, salpicarnos con sangre. Por tanto ahí van estas observaciones.
Hace tiempo que ETA desapareció de la escena política. Pero para partidos y medios de comunicación, cual Cid Campeón después de muerto, ETA sigue siendo utilizable en la disputa política, y en este caso contra EH Bildu.
Y sin embargo EH Bildu nació después de desaparecer ETA y justamente por ese motivo. De sus tres componentes políticos, Sortu, EA y Alternatiba, los dos últimos bastante críticos con ETA. Con ETA en activo tal coalición habría sido imposible. Desde su nacimiento EH Bildu ha desarrollado en pueblos e instituciones una labor encomiable por restañar las heridas creadas por el uso de la violencia en la época anterior. Cosa que apenas se le reconoce, cuando no se oculta y se desfigura
En la época del Todo es ETA un gran número de personas sufrieron el rigor de esa absurda calificación (inventada por el juez Garzón y aplicada por Marlaska); en consecuencia, se les sancionó injustamente. En la actualidad, pese a considerar probado que aquellas acusaciones eran falsas, han vuelto a calificarlas como si fueran miembros de ETA sin escrúpulo alguno (Teresa Toda, por ejemplo, quien en toda su vida no ha utilizado otra cosa que la pluma o el ordenador como herramienta de lucha). Además, niegan a los ex miembros de ETA que han cumplido su condena y no tienen obstáculos legales para dedicarse a la política su legitimidad para dedicarse a ella.
Aquellos que se llenan la boca de la palabra o concepto “reinserción”, están demostrando que no creen en ello. Es decir, parece que quienes una vez fueron condenados por ser terroristas deben ser reprobados para siempre si no se ajustan a unos parámetros marcados por el sistema y sus adláteres.
Si un ex miembro de ETA desembarca en la filas del PSE-EE o en el PP son aceptados, pero si el ex miembro de ETA actúa en EH Bildu será objeto de sospecha cuando no reprobado. Del mismo modo que el Papa condenó a Teodosio de Goñi a vivir encadenado en el monte Aralar para arrepentirse del pecado cometido asesinando a sus padres; así piden a esos militantes a que se arrastren de rodillas y reciten el mea culpa hasta que sean perdonados.
Es inútil aclarar que en todo el mundo ha habido muchos políticos que practicaron la resistencia armada, incluso terrorismo, y han terminado siendo políticos de renombre.
Algunos incluso se han convertido en jefes de Estado con el beneplácito de sus conciudadanos. Por ejemplo, ahí tenemos a parlamentarios, alcaldes o concejales republicanos y unionistas de Irlanda del Norte que fueron terroristas. Ahí también tenemos a importantes políticos israelíes (Yitzhak Rabin y Menahen Begin, el primero del Hagana y el segundo del Irgun entre ellos) o a Nelson Mandela, que ha sido alabado internacionalmente. Y claro, en el Estado español, el que fuera ministro de la dictadura criminal, Fraga Iribarne, menos elogiado, pero sí aceptado. Para el defensor de la patria española, todo es perdón y comprensión. En cambio, para los demás, para los enemigos (que así son los considerados), el odio y la abominación. Nos basta con analizar la política penitenciaria para entender qué es la venganza política.
¿Qué podemos decir de tantos y tantos que han tenido algo que ver con ETA pero que se han refugiado en el seno del sistema? Ahí tenemos a quienes fueron tan elogiados como Mario Onaindia o Teo Uriarte. Ambos considerados en su día terroristas (y liberados por la Ley de Amnistía pero extraditados al extranjero acusados de delitos de sangre y retornados gracias a las movilizaciones populares). Otro ex ETA. Andoni Unzalu, tertuliano hasta hace poco, dirigente del PSOE-PSE y parlamentario. También José Antonio Urbiola, del PNV; José Manuel Bujanda e Iñaki Gurrutxaga -jefe de gabinete de Goiena, y más que no conozco. El PNV ya no recuerda que dos jóvenes de EGI (organización juvenil de PNV), Artaso y Azurmendi, murieron por la explosión del artefacto que portaban.
No se puede olvidar a Xabier Zumalde “El Cabra”, el personaje más militarista de ETA, que con el beneplácito del PNV estuvo organizando el grupo Berrozi que precedió a la Ertzantza. En las filas de Podemos tenemos al ex ETA-pm, el senador José Ramón Arrieta. Claro que también los hay en el PP: entre otros, Mikel Azurmendi y Jon Juaristi. Todos ellos fueron aceptados con los brazos abiertos y convertidos en ejemplares.
¿Cuál es el quid de la cuestión, entonces? Pues que algunos al abandonar ETA se refugiaron en el seno del sistema, con lo que eso supone, y no sólo fueron perdonados, sino aceptados. Los otros, en cambio, no. ¿Por qué? Aunque rechacen la lucha armada, se siguen considerando revolucionarios, alternativos, abertzales de izquierda o, por lo menos, contrarios al régimen del 78.
Yo creo que ahí está la clave. Es decir, los impulsores de la integración con el sistema son bienvenidos en la política institucional. En cambio, a quienes militan en EHBildu (y luchan por la independencia y el socialismo) se les exige que paguen un peaje especial. Claro que no pueden explicarlo tan claramente, y se buscan la excusa de su no arrepentimiento «por delitos de sangre», y los convierten en leprosos sociales, al igual que en la edad media en enemigos de la salud… democrática.
Las cosas claras. Todos los que militamos dentro de EH Bildu, de una manera u otra, rechazamos el uso de la violencia como arma política. Por supuesto, mientras no seamos atacados violentamente (por ejemplo, fascistas o agresores machistas). Y es que, empezando por el movimiento obrero y siguiendo por el feminismo, todos tenemos derecho a la autodefensa si es proporcional. En cambio, todos los partidos políticos que ejercen el poder han utilizado y siguen ejerciendo la violencia para defender el Estado y el capital. Claro que eso es legal y constitucional…
Nota: En recuerdo de Joan Mari Irigoien (recién fallecido) quien mediante metáforas y juegos de palabras nos dio algo de luz en este tema. Así, definió a ETA como Potronides (equivalente a cojonides o el exceso de testosterona, en castellano) y de Poltronides el resto, los que una vez se apropian del sillón hacen lo imposible por mantenerse sentado. Potronides ha desaparecido, pero Poltronides (en su diversidad) permanece en su sillón, exprimiendo Potronides.
Joxe Iriarte, «Bikila», es miembro de Alternatiba
Todo es hiprokesia ETA ha ejekutado a los aparatos del estado fascista español,me pregunto cuantas muertes ha habido en los ultmos diez años por la violencia matxista