Por José Antonio Martín Acosta

Salir a la batalla
Como un enjambre
Después de abrir de par en par
Las puertas del metro
Subir las escaleras con mascarilla
Esperando receloso
Que nadie te reconozca
En el doloso recorrido de tu destrucción
Salir a la batalla
Como un soldado universal
Versado en conflictos
Entre polvo y vísceras de plomo
Cavar la fosa de la esperanza
Y plantar un sueño
En lugar de un árbol
En lugar de un cuerpo plantado
En la oficina
Donde salieran pronombres
Y circuncisiones
Alambiques y sustantivos
Para resistir a la guerra
Absurda y ridícula de la existencia laboral
Salir a la batalla
Distinguir la luna en el horizonte
Y cogerla en tus manos
Para que tu jefe la rompa
En tu cabeza de ajedrez
En mil goces diáfanos
Salir a la batalla
Confundir una bandera
Con una manzana
Ser devorado por los ultras
Obedecer al suelo
Tras tu propia caída
Y aludir siempre a los dioses
Para que te escriban algo bello
En el oscuro libro de tu triste vida
Porque la constancia de lo mejor
Es siempre buena
Salir
Salir a la batalla
Como si al día siguiente
Realmente existieras
Y tu sentido no se difuminara
Como un corazón de tiza
Regado con la sangre de los otros
Eludir los mandobles del desierto
Que existe al lado de tu casa
Driblar las dudas del sendero
Cavilar sobre la belleza
Leyendo el secreto libro de tu mente
Y tener siempre claro
Que el alma
Es más salvaje que las avispas
Y que el vuelo más flamígero
Viene dado con los ojos
Porque mirar sin miedo
Este mundo obsceno e injusto
Es persuadir a la muerte
Para que deje de mirarte
Al menos de ocho a cinco
O mientras suspiro en mi mascarilla
En un tren sin alma.
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