Ropa sostenible y “campaña ropa limpia”

Por Manuel López Arrabal

La moda y la industria textil en general son fuente de gran preocupación para los ecologistas, puesto que los diseños actuales son efímeros y los contaminantes que sueltan las fábricas y las propias prendas cuando son abandonadas en los vertederos, resultan muy tóxicos. Estos terminan acumulándose en nuestros cuerpos a través de la piel, o bien afectan directamente a los seres vivos que toman el agua o alimentos contaminados por la industria textil. Una prenda de ropa lleva un proceso que no visualizamos pero que debemos empezar a ser conscientes de que existe: la ocupación de tierra necesaria para el cultivo de la planta, el agua para su riego, los agroquímicos empleados, la energía utilizada en su transporte a fábrica, el uso de tinturas y otras sustancias químicas, los desechos textiles y, por último su transporte y distribución a los puntos de venta.

Para producir sólo una camiseta de algodón se consumen unos 2.700 litros de agua, además de que se necesita una gran cantidad de energía para llevarla desde los campos de algodón hasta tus manos. Y si comparamos la cifra, para producir un pantalón vaquero se necesitan unos 11.800 litros de agua.

Por otra parte, esta industria es una de las principales empleadoras de trabajadores en condiciones indignas e incluso inhumanas, incluyendo también mucha mano de obra infantil. Como botón de muestra, todos recordaremos el derrumbe del edificio Rana-Plaza de ocho pisos en Bangladesh que se cobró la vida de más de 1.100 trabajadores textiles el día 24 de abril de 2013, dejando al descubierto el lado oscuro de la moda. Ese edificio albergaba cuatro fábricas de ropa con más de 5.000 trabajadores que producían para firmas tan conocidas como Benetton, Mango, Inditex y El Corte Inglés, entre otras.

Vestirse de manera ecológica significa reducir la cantidad de prendas que se adquieren, usarlas todo el tiempo que sea posible y eliminarlas de manera responsable. Pero al adquirirlas, también hay que tener en cuenta la gran importancia de elegir a fabricantes responsables tanto social como ambientalmente. La compra responsable y consciente es la única forma de reducir el impacto negativo de la industria textil sobre el entorno, a la vez que se protege la salud y se evita, o al menos se consigue disminuir, la explotación de mano de obra adulta e infantil. La primera pregunta que debemos hacernos cuando admiramos una bonita camisa, vestido o pantalón, es si realmente los necesitamos. No es una pregunta sin sentido, ya que el ciudadano medio occidental desecha o acumula cada año unos 20 kilos de ropa que no usa.

Para evitar las tentaciones, cuando salgamos a comprar ropa conviene hacerlo con un plan como, por ejemplo, elaborar antes de salir de casa una lista de las prendas que de verdad nos hacen falta, disponiendo luego de más tiempo para probarnos los modelos que más nos gusten. De esta manera ahorraremos tiempo, dinero y recursos naturales. Por otra parte, si adquirimos un estilo personal que no esté fuera de moda a los pocos meses, hará mucho más por nuestra imagen que vestir igual que la mayoría, diferenciándonos del resto. También conviene pensar en si las prendas nos servirán después de su vida útil, ya sea como retales para nuevas prendas, como trapos para la limpieza o como material para crear de forma artesanal, objetos útiles o de arte reciclado. Cualquier destino de reutilización será mejor que el contenedor, existiendo siempre el solidario recurso de regalarlas, si no están muy estropeadas, a personas u organizaciones que recogen ropa usada para quienes no pueden comprarlas.

Lo importante es que sea cual sea la prenda elegida, debemos comprometernos a cuidarla durante el mayor tiempo posible. Trataremos de no exponerlas a riesgos que puedan estropearlas, como mancharlas de grasa en la cocina, de pintura, desgarrarlas jugando con animales o dañarlas en pequeños arreglos caseros o haciendo deporte. Para ello, deberíamos tener prendas resistentes reservadas para tales usos. Otro aspecto loable sería el que las arreglemos cuando sea necesario o reconvertirlas en otras prendas. Para ello, si nosotros no sabemos, también tenemos la opción de buscar sastres y costureros de barrio especializados en repararlas, adaptarlas a nuevas tallas o reconvertirlas en nuevas prendas.

El lavado es la principal amenaza para la integridad de cualquier prenda. Requiere mucha agua, energía y detergentes que perjudican el medio ambiente, teniendo en cuenta que si no se trabaja en el campo o en un taller, en muchos casos bastaría con un enjuague rápido o simplemente airear la prenda. Cuando de verdad haga falta el paso por la lavadora, esperaremos a que la carga sea completa, programaremos la temperatura mínima y utilizaremos la mitad de la cantidad de detergente (ecológico a ser posible) recomendada por el fabricante. En el caso de que la suciedad sea difícil de quitar, se puede elaborar una pasta fina con agua y sal para aplicarla sobre la zona afectada una media hora antes de su lavado.

Una alternativa muy poco tenida en cuenta y de nulo impacto ambiental es la compra de ropa usada. Hay muchas personas que se deshacen de ropa en perfectas condiciones por distintas razones. Por eso, cuando nos acercamos a una tienda de ropa de segunda mano, muchas veces descubrimos prendas en apariencia nuevas y en perfecto estado de conservación, que se adaptan totalmente a nuestra talla y a nuestros gustos personales. Los prejuicios y la resistencia a utilizar ropa usada no es muy razonable. Además, si la tienda pertenece a una organización no gubernamental solidaria, estaremos realizando una buena obra social con nuestro dinero.

En cuanto a la calidad de la ropa de algodón hay que tener en cuenta que, aunque se etiqueten como prendas de algodón natural, están lejos de serlo puesto que contienen, en la mayoría de los casos, una carga enorme de agentes químicos. Siete de los 15 pesticidas utilizados en el algodón son agentes cancerígenos muy conocidos que pueden afectar seriamente la salud de las personas. Además, esta clase de textil suele impregnarse de unas sustancias que facilitan su planchado, como es el caso del polialgodón. Esto supone una alta exposición de los trabajadores, consumidores y del medio ambiente a una ingente cantidad de contaminantes. Del mismo modo, también encontramos en las tiendas gran cantidad de prendas con poliéster, tintes y otros productos similares obtenidos del petróleo. Éstas, además de no ser biodegradables, irritan y provocan reacciones alérgicas en la piel y/o no la dejan transpirar.

Por fortuna, cada vez es más fácil encontrar ropa ecológica. Se pueden hallar en pequeñas tiendas especializadas de comercio justo, pero también en grandes cadenas de hipermercados o importantes firmas textiles, aunque siempre trataremos de dar prioridad a los pequeños comercios y si son de comercio justo, mejor. La ropa ecológica se confecciona con materias primas naturales en las que no se han empleado plaguicidas ni fungicidas, ni tampoco tintes que contengan plomo. Pero hoy día casi no existen avales, como ocurre en la alimentación, que garantice el cumplimiento de los criterios de producción ecológica en todo el proceso, desde el cultivo hasta la tienda. Aunque deben existir más, los únicos avales que he conseguido encontrar son: Global Organic Textile Standard y OEKO-TEX.

Hoy día se puede hacer ropa con multitud de fibras naturales, o bien sintéticas derivadas del petróleo. Por supuesto, la principal opción será siempre la primera, buscando como componente único o principal de la prenda la lana, el lino, el algodón, la seda, el cáñamo o los diferentes tipos de pelo como son la alpaca, la angora o la cachemira. En cuanto a las artificiales, se puede justificar su uso para determinadas prendas y siempre que nos preocupemos de su correcto reciclaje. Así el nailon, el Gore-tex o el Polartec, aunque son fibras sintéticas, tienen la peculiaridad de ser impermeables y al mismo tiempo transpirables, por lo que resultan muy convenientes ante las inclemencias atmosféricas y para determinadas actividades deportivas.

Actualmente SETEM (federación internacional de ONGs nacida en 1968 que centra su trabajo en informar a la sociedad sobre las desigualdades Norte/Sur, en denunciar sus causas y en promover acciones individuales y colectivas para lograr un mundo más justo) lidera la Campaña Ropa Limpia, creada para informar a los ciudadanos sobre las actividades de la gigantesca industria textil, así como de los abusos y avances de este sector en relación a los recursos materiales que precisa y a las condiciones de la mano de obra que emplea. En su página https://ropalimpia.org/ nos informan de cuáles son las firmas de ropa que están iniciando acuerdos sobre la sostenibilidad ambiental y la dignidad laboral en cuanto a la fabricación, distribución y venta de productos textiles. En este sentido, supervisan a las principales multinacionales de este sector y presionan a los poderes públicos para que hagan cumplir los acuerdos firmados, así como que se respeten los derechos laborales de los trabajadores. La Campaña Ropa Limpia propone en su sección Participa: Acciones Urgentes, varias cartas-modelos para ser firmadas por los “ciberactivistas” y de esta manera ser enviadas masivamente a las grandes compañías y gobiernos para que tomen las medidas necesarias para solucionar los problemas de un modo constructivo.

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