Por María Torres
Ricardo Zamora, «el divino», fue el gran portero del futbol español, el primer futbolista profesional y el primer ídolo de masas del deporte español. Tras su paso por el F.C. Barcelona y el Español, fichó por el Real Madrid tras el pago de 100.000 pesetas de la época.
Recibió «La Orden de la República» de manos de Niceto Alcalá Zamora el 20 de noviembre de 1934, en un partido homenaje a su figura disputado en el Estadio de Chamartín entre las Selecciones de España y Hungría. El resultado fue de 6-1.
En febrero de 1936, en Montjuic, se enfrentaron en un encuentro amistoso las Selecciones de España y Alemania. Al sonar el himno del III Reich, («Canción de Horst Wessel»), los jugadores de Joseph Goebbels quien decía que “ganar un partido de fútbol es más importante para la gente que capturar una ciudad del Este”, extendieron el brazo y cuadraron el saludo nazi. Zamora, molesto e indignado con el proceder de los alemanes y como capitán del equipo español, cuando empezaron los acordes del himno de Riego, levantó con rabia su puño izquierdo.
Unos meses más tarde, en junio de 1936, el republicano Madrid Futbol Club, venció la Copa de la República (Campeonato de España de 1936) tras imponerse por 2-1 al FC Barcelona en el campo de Mestalla, y Ricardo Zamora comunicó que concluía su carrera como futbolista. Tenía entonces 35 años. En la cena de celebración de la victoria «el divino» terminó su alocución con un «Viva Valencia, el Madrid y España». Un periodista añadió «y viva la República también». Pero Zamora permaneció en silencio.
El golpe de estado contra la República le sorprendió en Madrid, cuando trabajaba como redactor de deportes en el diario Ya, un medio ligado a la Iglesia. En esos convulsos días en el Madrid de julio de 1936, Ricardo Zamora fue perseguido, detenido y trasladado a la cárcel Modelo. Parece ser que iba a ser sacado de la cárcel con un grupo de presos, cuando fue reconocido por un miliciano que le salvó la vida (Pedro Luis Gálvez). «Le dijo que se fuera con él y consiguió abandonar el camión que le hubiera llevado a una muerte segura”, según relataba su hijo años después. Corrió incluso el rumor de que había sido fusilado, y distintos medios se hicieron eco de su supuesta muerte, pero al descubrirse su encarcelamiento, el mundo del futbol se movilizó para solicitar su libertad. Gracias a la ayuda del anarquista Pedro Luis Gálvez (que sería ejecutado en 1940) y a la Embajada de Argentina, consiguió salir en libertad en noviembre de 1936 y viajar a Valencia para reunirse con su familia, emprendiendo después su marcha a Francia.
Los franquistas le invitaron a regresar a España. La respuesta, que les enfureció, llegó a través de una entrevista en el periódico francés Sport, órgano oficial de la Federación Deportiva y Gimnástica de los Trabajadores: «Entiéndanlo bien, jamás iré a Burgos. Si hiciera política sería siempre a servicio del pueblo, a su favor». En otra entrevista publicada en la Correspondencia de Valencia señalaba: «Decid en España que yo no soy fascista, que mi único deseo es regresar allí, trabajar para mi patria con total seguridad».
En Burgos se le señaló y se le puso en la lista de la Ley de Responsabilidades Políticas. Sancionada el 9 de febrero de 1939, en su punto N establecía penas por: «Haber salido de la zona roja después del Movimiento y permanecido en el extranjero más de dos meses, retrasando, indebidamente su entrada en el territorio nacional». Mientras, la República le denominada el «ex-muerto» y le acusaba de jugar a dos bandas en sus discursos y de no existir impedimento alguno para que regresara y “trabaje, como dice, a favor del pueblo”.
Y regresó a España a través de San Sebastián en 1938. Instalado en «zona nacional», participó en partidos en beneficio del “aguinaldo del soldado” con una selección de jugadores sublevados y la Real Sociedad. También colaboró con organizaciones juveniles de Falange, jugando con viejas glorias del FC Barcelona frente a jugadores del Europa en beneficio de las Organizaciones Juveniles de las FET de la JONS, pero esta actuación tampoco le libró de ser procesado y encarcelado por los franquistas. El Consejo Nacional de Deportes le inhabilitó durante seis meses. Más tarde decidió aceptar el cargo de entrenador del Atlético de Aviación. Así reanudó su carrera deportiva que le condujo a ocupar el cargo de Seleccionador Nacional en 1952.
El portero que el 5 de junio de 1934, al regreso del Mundial de Italia, era la estrella en el paseo en autobús desde el puerto de Barcelona hasta los Jardines de la Exposición entre banderas republicanas, sería años después condecorado por Franco con la Gran Cruz de la Orden de Cisneros.
Falleció el 8 de septiembre de 1978.
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