«Antonia Arrogante Carretero está enterrada en una fosa común en el cementerio de Toledo, mientras el golpista Moscardó, junto con Milans del Bosch, continúan en el Alcázar».
Por Víctor Arrogante
Tras el asedio del Alcázar de Toledo, Franco fusiló a mi abuela Antonia Arrogante. Cada año rindo homenaje al luctuoso y trágico acontecimiento que causó un trauma histórico a mi familia y que yo sigo en mi recuerdo. Pero no es ésta la historia a la que hoy quiero referirme. Tampoco al asedio al que fue sometido su Alcázar durante la guerra en España, provocada por el golpe de Estado fascista; aunque algo tuvo que ver con los sucesos de aquel 28 de septiembre de 1936.
Durante el 19 y el 20 de julio, el Ministerio de Guerra del Gobierno republicano hizo varios intentos para obtener munición en la Fábrica de Armas de Toledo; ante cada requerimiento el coronel José Moscardó, director de la Escuela Militar de Gimnasia y oficial más caracterizado de la plaza, rehusaba la entrega. Finalmente se sublevó el martes 21 de julio y proclamó el estado de guerra controlando rápidamente la ciudad. Al día siguiente una columna leal procedente de Madrid al mando del general Riquelme llegó a Toledo y obligó a los militares sublevados a encerrarse en el edificio del Alcázar de Toledo, sede de la Academia de Infantería.
No he tenido confirmación documental, hasta que me la facilitó la organización Víctimas de la dictadura de Castilla-La Mancha: Antonia Arrogante Carretero (de profesión sus labores) era natural de Cebolla y murió por asesinato el día 28/9/36. Lugar de muerte: Toledo. Franco fusiló a mi abuela al día siguiente en el que liberaron a los sublevados encerrados en el Alcázar, que ciegos de odio y de venganza, salieron matando sin contemplación ni miramientos.
Antonia Arrogante Carretero, está enterrada en una fosa común en el cementerio de Toledo, mientras el golpista Moscardó, junto con Milans del Bosch, continúan en el Alcázar. Hace un par de años el PSOE y el Partido Popular se unieron en el Parlamento castellano-manchego para votar en contra de calificar la proposición no de ley planteada desde Podemos instando a la exhumación de los golpistas, impidiendo así su tramitación parlamentaria. El PSOE, continúa con sus contradicciones. «No entendemos ni comprendemos cómo el PSOE vuelve a pactar con el PP para no dar cumplimiento a la ley de Memoria Histórica en la región», señalaba María Díaz, que calificaba el asunto como «una cuestión de humanidad, de cumplimiento de la ley y de derechos humanos».
Toledo, ciudad Imperial, sede principal de la Corte de Carlos I. Toledo, la Ciudad de las Tres Culturas y de la tolerancia, por haber sabido convivir en armonía y durante varios siglos, cristianos, judíos y musulmanes, en 1936 se rompió la convivencia. Su historia se remonta a la edad del Bronce. Tras las invasiones germánicas, Toledo se convierte con Teovigildo en capital y en la principal sede eclesiástica del Reino visigodo. En el año 711, Toledo fue conquistada por Táriq ibn Ziyad y fue dominada por los musulmanes hasta que Alfonso VI reconquistó la ciudad en 1085. Durante la Edad Moderna la ciudad destacó como sede de los Reyes Católicos. Al trasladarse la corte a Madrid en 1561 la ciudad entró en decadencia. En 1983 se convirtió en capital de Castilla-La Mancha. Pero estamos en 1936.
Nos cuenta Julio Martín Alarcón en Sin novedad en el Alcázar de Toledo, que «A las 5.30 rompen el fuego las piezas de 15.5 emplazadas en Pinedo, y entre las 30 detonaciones que disparan se oye una de mayor intensidad que llena de polvo y humo muy negro todas las dependencias del Alcázar». El 27 de septiembre de 1936 es la última entrada del diario del asedio del coronel Moscardó, que dirige a los sitiados en el Alcázar, para entonces, un amasijo de hierro y ruinas.
El asedio del Alcázar de Toledo fue una batalla altamente simbólica que ocurrió en los comienzos de la Guerra en España. Se enfrentaron fuerzas compuestas por milicianos del Frente Popular y de Guardias de Asalto, contra las fuerzas sublevadas de la guarnición. Las fuerzas republicanas empezaron el asedio el 21 de julio de 1936 y lo levantaron el 27 de septiembre, con la llegada del Ejército de África al mando del general Varela, que había hecho un alto en el camino hacia Madrid. Franco entró en la ciudad al día siguiente y empezó la represión.
Las fuerzas republicanas asentadas en Toledo estaban formadas aproximadamente por 5.000 milicianos de la CNT-FAI y la UGT, además de Guardias de Asalto. Tenían varias piezas de artillería, unos pocos vehículos blindados y dos o tres tanquetas. Las Fuerzas Aéreas de la República realizaron tareas de reconocimiento, apoyados por la artillería y bombardearon el Alcázar en 35 ocasiones.
Aproximadamente 670 civiles (500 mujeres y 50 niños) vivieron en el alcázar durante el asedio. Muchos de éstos eran familiares de los miembros de la Guardia Civil, mientras que otros se habían refugiado allí desde diversas partes de la ciudad para salvar sus vidas. Las mujeres no participaron en la defensa del Alcázar, por su seguridad no se les permitía ni siquiera cocinar o curar a enfermos y heridos. Las cinco muertes de civiles afines a los sublevados que hubo fueron por causas naturales.
Franco convirtió la liberación de Toledo en un valioso golpe de efecto internacional, llegando a recrearlo, recorriendo los escombros, para las cámaras de los noticiarios que se proyectaron en salas de cine de todo el mundo. Toledo ha sido un lugar de enorme importancia simbólica y patriótica desde la Reconquista. (Helen Graham, Breve historia de la guerra civil). Luis Quintanilla Isasi afirma que «no hubo tal heroísmo de los sitiados y solo la espera que les sacase de su autoencierro, el absurdo de la amenaza telefónica sin relación con la muerte del hijo del héroe y los rehenes, motivos estos de haber divulgado al mundo la leyenda del Alcázar». El 1 de octubre habiendo triunfado en Toledo, Franco asumiría el mando supremo. Exigió la Jefatura del Estado, la del Gobierno y el mando absoluto sobre todo el Ejército. (Franco y el Tercer Reich, de Luis Suárez). Ya no era rebelde, sino Jefe del Ejército Nacional.
A las 5 de la mañana del 23 de septiembre, los republicanos asaltaron las brechas del norte del Alcázar y sorprendieron a los defensores lanzando granadas y dinamita. Los sublevados fueron forzados a retirarse al patio del Alcázar pero contraatacaron para hacer retroceder el asalto. Un nuevo asalto al alcázar se intentó por la mañana.
El día 24 de septiembre las tropas rebeldes al mando del general Varela estaban ya en los suburbios de Toledo y las milicias frentepopulistas debieron enfrentar sucesivamente a estos refuerzos del bando sublevado junto a los rebeldes dentro del Alcázar, lo cual hizo insostenibles las posiciones republicanas. Algunas milicias opusieron resistencia a los sublevados en Toledo, pero la mayoría de los milicianos prefirió retirarse hacia Aranjuez temiendo ser atrapadas en un nuevo cerco, facilitando que las tropas de Varela dominaran por completo la ciudad de Toledo y enlazaran con los sitiados del Alcázar el 27 de septiembre de 1936, terminando así el asedio.
No tengo noticias de que mis abuelos fueran unos peligrosos rojos. Mi padre sería quien hubiera podido contarme la historia, murió cuando yo tenía ocho años y mi madre, ya fallecida, en raras ocasiones habló del tema. Sí parece que mi abuela Antonia Arrogante tenía un carácter fuerte y poco dado a componendas. Mujer de mediana estatura, fuerte, guapetona, con moño bajo, saya larga y pañoleta negra sobre los hombros.
Vivían en Toledo, en el Callejón de los Niños Hermosos, callejón sin salida de la judería toledana, del que les sacaron para nunca volver. Oigo las botas contra el empedrado, los gritos y empujones, los culatazos de los fusiles sobre su espalda. Veo la cara perpleja y asustada de mi abuela Antonia, embarazada, y las caras descompuestas por el odio de los sacadores. Oigo el sonido seco de las descargas de los fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia junto a un paredón a la vera del Tajo.
La decisión de Franco de rescatar a los defensores del Alcázar fue muy controvertida. La ofensiva de Juan Yagüe apuntaba hacia Madrid, pero ocupó antes el valle del Tajo. El día siguiente a la caída de Talavera, los sublevados tomaron Irún, después de un cerco muy duro, lo que impedía todo contacto con Francia de la zona vasca leal al Gobierno. El 8 de septiembre se unieron a las tropas de África las de las montañas de Gredos. Todo parecía inclinarse en favor del bando sublevado.
Franco no forzó la marcha hacia Madrid aprovechando el ímpetu del ataque y la inadecuada defensa que entonces oponía la ciudad. En vez de ello, hizo girar las tropas hacia Toledo para acudir en auxilio de los sitiados del Alcázar. Como Yagüe protestó (enfadado) contra esta decisión, Franco le sustituyó por Varela, que acababa de tomar la localidad malagueña de Ronda. La ambición política llevó a Franco, entonces un primus inter pares, a convertirse en el salvador del Alcázar y jefe indiscutible de la sublevación. Se ha dicho que podía conseguirlo también con la toma de Madrid, pero Toledo suponía un riesgo muchísimo menor.
Transcurridos ochenta y cinco años, la historia sigue siendo muy emotiva para mí. Siento dolor y desprecio hacia quienes cometieron el crimen y por aquellos que hoy justifican el asesinato de las decenas de miles de hombres y mujeres que murieron y sufrieron persecución victimas de la barbarie y que hoy, todavía, siguen sin reconocer el genocidio franquista.
No conozco las razones que arguyeron los asesinos para matarlos. No se celebró juicio, por lo que no existió sentencia de muerte, les dieron el paseo criminal. Reivindico mi memoria histórica, por lo que ni olvido ni perdono.
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