«¿Qué hacer entre dos jornadas de movilización? ¿Paralizar Francia? Lo social se hace política»

París, 19 de enero, manifestación intersindical por las jubilaciones [Jean-Paul Romani phototeque.org]

Construir la huelga significa multiplicar los debates en los centros de trabajo. De ahí la existencia de asambleas generales que reúnen a los trabajadores y trabajadoras de un mismo centro, donde se encuentran todos los días. 

Por CHRISTIAN MAHIEUX / Viento Sur

Desde mediados de enero de 2034, varias jornadas de huelgas y manifestaciones han reunido a millones de personas. El movimiento continúa; en perspectiva, huelgas renovables en varios sectores, una huelga general en marzo. Desde hace semanas, una intersindical nacional reúne a CFDT, CGT, FO, CGC, CFTC, UNSA, Solidaires y FSU[1]; una intersindical no revolucionaria, con un fuerte componente de «diálogo social». Es el proyecto de ley del gobierno sobre las pensiones lo que motiva esta unidad de acción sindical poco conocida.

El proyecto de ley del gobierno y la patronal
Durante 30 años, ha habido muchos ataques a las pensiones: 1993, 1995, 2003, 2007, 2010, 2013, 2018, 2019, 2023. Sus objetivos comunes han sido hacernos trabajar más, hacernos ganar menos y destruir un sistema público de pensiones que, aunque no sea perfecto desde nuestro punto de vista, sin embargo, la burguesía lo considera una anomalía dentro del sistema capitalista. En cada ocasión, las medidas de ataque se repiten: cálculo de la pensión en función de un mayor número de años de salario [y no de los mejores años, al final de la carrera], alargamiento de la duración de las cotizaciones necesarias para una pensión completa, descuento [reducción del importe por trimestre faltante], aplazamiento de la edad legal, supresión de regímenes más ventajosos que el régimen general [«regímenes especiales» de jubilación en ciertos sectores como la SNCF, EDF, con una larga historia – nota del editor], desposesión del control de las y los trabajadores sobre la caja de las pensiones en beneficio del Estado [véase más adelante], etc. En cuanto a la situación actual, son muchos los artículos que han diseccionado el proyecto de ley. Las cuestiones fundamentales se pueden resumir del siguiente modo:

  • Aplazamiento de la edad legal de jubilación a los 64 años. Si bien hace 40 años se redujo la edad legal de jubilación de 65 a 60 años, las sucesivas contrarreformas corren el riesgo de provocar un retroceso social de medio siglo.
  • Aumento de la duración de las cotizaciones necesarias para percibir una pensión completa a 43 años. Este es el otro parámetro decisivo, porque no basta con tener 64 años, hay que haber trabajado ininterrumpidamente toda la vida. Esto es imposible si tenemos en cuenta los posibles años de estudio, la precariedad de los contratos, los trabajos en negro que se están generalizando y que no dan lugar a cotizaciones a la Seguridad Social [por no hablar de la política de bonificaciones que no incluyen ninguna cotización a la Seguridad Social y que servirán como sustituto de los aumentos salariales – ed. -].
  • Mantenimiento o incluso agravamiento de las desigualdades de entre mujeres y hombres, ya que las personas con más recursos podrán acogerse a regímenes de pensiones complementarios.
  • Supresión de los pocos regímenes de pensiones que siguen siendo más favorables que el régimen general: industria eléctrica y del gas, RATP, Banque de France. Uno de estos regímenes emblemáticos era el de los ferroviarios (SNCF); su fin ya está programado por una ley de 2018.

¿El fin de los regímenes especiales, de verdad?
En Francia, son la Asamblea Nacional y el Senado quienes deciden las leyes que se aplican a la población. ¿A toda la población? No. ¡No necesariamente a quienes las imponen a los demás! Así, los senadores reciben una pensión neta de unos 2.190 euros tras… un único mandato de 6 años. Los servicios del Senado estiman la pensión media de estos pilares de la República (¡!) en 3.856 euros netos. «Nuestra contribución equivale aproximadamente al 15% de nuestra asignación parlamentaria», intentan justificar los senadores. Pero la realidad es que se quedan con una asignación mensual neta de 5.569 euros… que suele sumarse a otras remuneraciones. Desde la Asamblea Nacional, muchos diputados dan lecciones al Senado: «nosotros hemos reformado nuestro sistema, vosotros debéis hacer lo mismo». Pero estos representantes de la República olvidan dar los detalles de su reforma: según la página web de la Asamblea Nacional, un diputado o diputada que haya cumplido un mandato de cinco años recibe una pensión mensual neta de 684,38 euros a los 62 años. Tras dos legislaturas, percibirá por tanto una pensión de 1.368 euros netos, equivalente a la que pueden reclamar el resto de las y los asalariados registrados por el organismo oficial de estadística, que indica que la pensión media actual es de 1.400 euros netos.

Apuntar a los «representantes electos de la República» puede ser calificado de populismo, o incluso de proporcionar el caldo de cultivo a la extrema derecha. Sin embargo, no podemos olvidar que la llamada extrema derecha se beneficia sin ningún rubor de las ventajas del sistema de la llamada democracia representativa, a través de sus diputados, tanto en la Asamblea Nacional como en el Parlamento Europeo. No hay razón para rechazar esta crítica al enriquecimiento y la hipocresía de quienes dictan sus leyes en el Parlamento. El asunto de las pensiones de las y los parlamentarios es una manifestación del odio de clase, del desprecio de clase. ¡Esto es lo que hay que destacar! La minoría de explotadores y sus sirvientes no sólo se atiborran cada vez más, sino que nos desprecian hasta el extremo. Hablan de trabajadores y trabajadoras que se jubilan tras más de cuatro décadas de explotación, fatiga, desgaste, salarios miserables, pero se embolsan una pensión equivalente a la nuestra tras uno o dos mandatos para los que… sólo se les pidió que nos representaran.

Las grandes movilizaciones
La intersindical nacional ha convocado varias jornadas de movilización: 19 de enero, 31 de enero, 7 de febrero, 11 de febrero, 16 de febrero. Superemos la batalla de cifras que tradicionalmente enfrenta a la policía, los sindicatos y los medios de comunicación en torno al número de manifestantes. Sea cual sea la referencia tomada, la participación es excepcional, desconocida desde hace años. Es el caso de las metrópolis, pero también de multitud de ciudades -medianas y pequeñas-, en toda Francia. Encontramos aquí una característica del movimiento de los Chalecos Amarillos: un fuerte anclaje local, en todas las regiones. Así, el 31 de enero, el número de manifestantes en Tarbes, habría representado 6 millones de personas a escala de París: hubo 5.200 personas en las calles de Saint-Gaudens [departamento de Haute-Garonne, Ocitania], una ciudad de 11.500 habitantes. Podríamos multiplicar los ejemplos. En total, un millón, dos millones, dos millones y medio, no se trata de eso. Las manifestaciones son de una amplitud que no se veía desde hace mucho tiempo. Nadie lo niega.

Pero, ¿qué hacer entre dos jornadas de movilización?
Esta es la pregunta que se hacen sinceramente muchos equipos de activistas. De ahí las series de manifestaciones nocturnas, conocidas como «desfile de antorchas»; de ahí los debates y a veces las iniciativas sobre las cajas de resistencia[2] ; de ahí las asambleas generales (AG) en las ciudades que reúnen a militantes de diversas organizaciones. Una sucesión de manifestaciones no bastará para vencer. Porque no se bloquea la economía y, también, porque reúnen a personas que ya están movilizadas, en distintos grados.

Sin embargo, inclinar la relación de fuerzas a nuestro favor significa ganarse a quienes todavía no se han sumado al movimiento de protesta colectiva: las y los asalariados de empresas en las que la huelga aún no está al orden del día, los de sectores en los que piensan que no pueden hacer huelga; quienes necesitan sentir el apoyo concreto de los equipos sindicales de la gran empresa de al lado, a veces en la misma obra (subcontratación), la necesidad de contar con los equipos sindicales locales y su presencia para dialogar con ellos. La distribución de octavillas y debates organizados por las CGT locales/departamentales, Solidaires u otros sindicatos son esenciales para construir una huelga nacional interprofesional.

En el artículo «Comment s’occuper entre deux dates de mobilisation?», Baptiste desarrolla muy pertinentemente este tema en este mismo número de Révolution prolétarienne de marzo. Añadiremos que el apoyo a las huelgas ya existentes es evidente. En Île-de-France, por ejemplo, decenas de trabajadores de filiales de La Poste (Chronopost, en Alfortville en el Val-de-Marne; DPD en Coudray Montceaux, en Essonne) están en huelga desde hace más de quince meses. Han estado presentes en todas las manifestaciones de París desde el 19 de enero; por el contrario, muy pocos equipos sindicales están presentes en sus manifestaciones, y sus piquetes les invitan a sus propias empresas, o a las puertas de sus empresas, para popularizar la huelga. Quince meses de lucha no es habitual. Pero en todas las regiones hay huelgas que debemos apoyar y aprovechar.

Criticar el hueco entre dos fechas nacionales de movilización constituye también un tema recurrente para ciertas corrientes políticas, que quieren atraer a la gente utilizando discursos y escritos que imitan el radicalismo. Esto gira a menudo en torno a «hay que convocar una huelga general ya», «no esperemos a la intersindical». Pero, ¿qué hace la intersindical? Pues bien, desde el 12 de febrero, la intersindical llama «a los trabajadores, los jóvenes y los jubilados a intensificar el movimiento paralizando Francia en todos los sectores el 7 de marzo». La intersindical aprovechará el 8 de marzo, día internacional de lucha por los derechos de la mujer, para poner de relieve la gran injusticia social que supone esta reforma para las mujeres. ¿Qué más se puede pedir a una intersindical que reúne a CFDT, CGT, FO, CGC, CFTC, UNSA, FSU, Solidaires? Si la unidad de acción sindical es un factor determinante para la participación de masiva de las y los asalariados, ¿qué sentido tiene gastar tiempo y energía en criticar a una intersindical que propone tal perspectiva para principios de marzo? Sería mejor hacer de ello un punto de apoyo, como en los sectores profesionales donde, por ejemplo, en la SNCF, SUD-Rail y la CGT mantienen el marco intersindical con UNSA y la CFDT, sin que ello impida que hayan convocado huelga renovable a partir del 7 de marzo.

«Reforzar el movimiento paralizando todos los sectores en Francia”
La cuestión de la huelga renovable se debate en distintos colectivos sindicales. Está ampliamente presente más allá de los círculos que se contentan con llamarla sin organizarla nunca[3]. Pero es precisamente la organización de la huelga lo que está en juego. Por supuesto, la intersindical nacional no es unánime al respecto. Pero varias organizaciones están en esta posición y es un avance indiscutible respecto a lo que hemos conocido en el pasado, durante movimientos sociales similares. Debemos apoyarnos en la unidad intersindical de rechazo a la contrarreforma y hacer valer los llamamientos a la huelga, «renovable», «siempre que sea posible», «generalizada», de varias organizaciones interprofesionales nacionales. Tanto más cuanto que, ya el 11 de febrero, CGT, UNSA, FO, CGC, Solidaires convocaron una huelga renovable en la RATP, a partir del 7 de marzo; al igual que CGT y SUD-Rail en el sector ferroviario; y la CGT en el servicio de recogida de basuras y residuos domésticos, a lo que empiezan a sumarse otras convocatorias sectoriales del mismo tipo[4]. La intersindical de la enseñanza (FSU, UNSA, FO, CFDT, CGT, SNALC, SUD) convoca «huelgas masivas el 7 de marzo para cerrar completamente las escuelas, los institutos y los servicios». En la enseñanza superior y la investigación, todos los sindicatos convocan para el 7 de marzo «huelgas masivas que conduzcan al cierre total de las universidades y organismos de investigación. La intersindical llama al personal a movilizarse en masa el 8 de marzo».

En 2019, muchos limitaron su huelga a jornadas nacionales de acción, y en gran parte del sector privado (y no sólo) ni siquiera hubo un intento real de huelga. Hay que ir más allá, sin perder el tiempo discutiendo sobre la «huelga por delegación», sin organizarla como hacen los que anuncian cajas de resistencia en lugar de organizar la huelga. Al contrario, desde que se hizo pública la perspectiva del 7 de marzo y teniendo en cuenta el clima general, los equipos sindicales dedican su tiempo exclusivamente a construir la huelga: en primer lugar, en sus centros de trabajo, y también a su alrededor, en el marco interprofesional local. «Paramos todo, trabajamos todo lo posible (huelga, horas de delegación, descanso, …), reuniones de las autoridades, y organizamos asambleas generales, volanteo selectivo, reuniones informativas, cajas de resistencia, nos tomamos el tiempo de recorrer los sindicatos de las empresas cercanas, ofreciéndoles ayuda si es necesario, y de coordinarnos con los sindicatos del mismo sector profesional. Para ello utilizamos las herramientas sindicales (federaciones, sindicatos departamentales y locales), y los contactos horizontales les dan vida[5]. Si quieres una huelga general, no puedes limitarte a tu empresa o a tu sector profesional. Los vínculos locales intersectoriales son esenciales para ganar.

Pero aquí también está en juego el largo plazo: periodos como los que estamos viviendo desde enero acercan nuevas personas al movimiento sindical, los contactos son muy numerosos, la afiliación aumenta… Hay que estructurar todo esto, crear o revitalizar uniones locales interprofesionales; también aquí podemos citar lo que están haciendo diversos equipos de militantes: compartir el tentempié juntos, antes o después de las manifestaciones; establecer un calendario de reparto de octavillas en algunas empresas seleccionadas; formalizar el nombramiento de los representantes de las secciones sindicales; reforzar las oficinas sindicales interprofesionales… En resumen, hacer que en el futuro seamos más eficaces y, por tanto, más útiles a los trabajadores y trabajadoras para defender sus reivindicaciones inmediatas y crear las condiciones de la emancipación social.

Construir la huelga significa multiplicar los debates en los centros de trabajo. De ahí la existencia de asambleas generales que reúnen a los trabajadores y trabajadoras de un mismo centro, donde se encuentran todos los días. Es esencial que se oiga la voz de todos y todas y que se sientan seguros para expresarse. Las AG organizadas a una escala demasiado grande no instauran la democracia en la huelga.

De las pensiones a la lucha anticapitalista
El tema de las pensiones ilustra cómo vincular la defensa de las reivindicaciones inmediatas y las alternativas al sistema capitalista. La reivindicación inmediata es rechazar la contrarreforma. Está bien denunciar el aumento de la edad legal de jubilación, rechazar el aumento del número de años de servicio exigidos para una pensión completa, exigir que se tengan en cuenta las dificultades de la vida laboral, exigir medidas para establecer la igualdad entre mujeres y hombres, etc. Muchas de las pancartas, lemas, carteles y octavillas ponen de relieve los cientos de miles de millones otorgados a los accionistas, el fraude fiscal, etc. A partir de ahí, surgen dos preguntas: «¿Quién crea esta riqueza?» y «¿Cómo se distribuye?» que llevan a la siguiente conclusión: “Quienes la producen con su trabajo sólo obtienen una pequeña parte, mientras que «la riqueza es monopolizada por los accionistas, la patronal, es decir, quienes no la producen». No se trata de decir que los escandalosos beneficios capitalistas deben financiar nuestras pensiones, ya que son nuestras cotizaciones las que lo hacen, lo que significa que debemos gestionarlas nosotros mismos, sin la patronal, sin el Estado. En general, ¡los capitalistas nos cuestan mucho! Lo que refuerza la credibilidad de la búsqueda de alternativas.

El importe de las pensiones es otro ejemplo. El escándalo de las pensiones miserables es ampliamente denunciado, así como la falsa promesa de revalorización ligada a la contrarreforma. Y con razón. Otras preguntas surgen fácilmente: «La batalla para que la cuantía de la pensión se indexe a los mejores salarios percibidos anteriormente es bastante comprensible; pero una vez llega la jubilación, ¿qué justifica las diferencias de «remuneración» puesto que todo el mundo realizaa entonces el mismo trabajo (o, más exactamente, no realiza ninguno, si consideramos el trabajo como empleo asalariado)?) Por supuesto, esto nos permite volver a la noción de «salario diferido», y por tanto al escándalo de la estatalización del sistema de pensiones, la confiscación por el Estado de una parte de la remuneración de nuestro trabajo. Pero no hace falta mucho para que esta cuestión de las diferencias entre los niveles de las pensiones de jubilación vuelva a la discusión sobre la base real de la jerarquía salarial.

En las manifestaciones abundan las consignas que denuncian la naturaleza del trabajo subordinado, subrayan la pérdida de sentido del trabajo, la discrepancia entre esta contrarreforma y las cuestiones sociales y ecológicas, el papel que desempeñan los jubilados en la sociedad… Un número reciente de Cerises la coopérative se preguntaba: «¿No hay en estas múltiples expresiones algo más que el rechazo a la prolongación de un tiempo de trabajo que debe calificarse de subordinado? ¿No hay ya una expresión implícita del rechazo del papel de los accionistas, de la única valoración económica a través del mercado y, por último, del rechazo a considerar como único trabajo útil la actividad que valoriza el capital? Entre las condiciones que permiten pensar en la victoria del movimiento y el retroceso del gobierno, ¿no es la explicitación de todos estos elementos implícita o explícitamente contenidos en las movilizaciones y las expresiones de una de las más importantes? (…) ¿No es urgente y posible ampliar el estado de ánimo visiblemente sostenido por una mayoría de mujeres y hombres, explorando juntos otras perspectivas, otros intercambios sobre el trabajo y la actividad, sobre la urgencia de liberarnos de la valorización única del capital, de discutir la salida de la subordinación, de la urgencia de acabar con los accionistas y su omnipotencia, de volver a la diferencia entre cotizaciones e impuestos, sobre el salario socializado, sobre la organización y el control de todos nuestros tiempos de vida, etc.? »

«La Seguridad Social es nuestra», gritamos en las manifestaciones. Admitamos que nos la robaron hace mucho tiempo. Si esto fue así en el pasado, ¿quién piensa hoy que el sistema de Seguridad Social, y por tanto la jubilación, pero no sólo la jubilación, está gestionado por quienes, con sus cotizaciones, hacen que exista, es decir, las y los trabajadores? Y, sin embargo, ¿qué puede ser más sencillo de concebir? El informe presentado por Henri Raynaud al Comité Confederal Nacional de la CGT en enero de 1947[6] insistía en tres cuestiones: una caja única, un tipo de cotización interprofesional único y una gestión obrera sin jefes y sin tutela del Estado. Los tiempos de lucha son tiempos en los que se acelera la toma de conciencia de la explotación y la opresión. Es tanto más importante plantear reivindicaciones que saquen a la luz las contradicciones del sistema capitalista, su incapacidad para reformarse hasta el punto de satisfacer las necesidades colectivas y garantizar el futuro del planeta. Unas cuantas discusiones entre huelguistas, unos cuantos debates en asambleas generales bastan para sacar a la luz estas reflexiones y muchas otras. A partir de ahí, es más fácil compartir la idea de que el futuro de las pensiones no depende de cuestiones técnicas, sino que está ligado a la puesta en cuestión del sistema capitalista.

Lo social hace política
Otra lección del periodo: como en todos los momentos de fuertes luchas colectivas de nuestra clase social, la extrema derecha ya no está en el centro de los debates. Organizar la lucha de clases es la mejor manera de hacerla retroceder. De ahí los intentos de la Rassemblement National de volver al panorama mediático con la moción de censura en la Asamblea Nacional. En cuanto a la izquierda, corre detrás del movimiento; sus dirigentes retoman las consignas sindicales, pero todo el mundo sabe que no son ellos quienes han permitido la existencia del movimiento actual y sus perspectivas. Pero dejémosles que celebren la gran victoria parlamentaria de no aprobar el artículo 2 de la ley, es decir, la retirada del índice de antigüedad… ¡que a nadie le importa!

Hay que subrayar que el sindicalismo es político, y no debe estar al servicio de facciones partidistas y/o filosóficas, por otra parte, respetables. El sindicalismo reúne a quienes deciden organizarse juntos por el único motivo de pertenecer a la misma clase social. Juntos, actúan para defender sus reivindicaciones inmediatas y trabajar por una transformación radical de la sociedad. La opresión vinculada al sistema capitalista, la opresión económica resultante de las relaciones de producción y del derecho de propiedad, es común las y los de abajo. Es ahí donde se juega la confrontación de clases. Esto no impide, por el contrario, considerar que existen otras formas de opresión, que no deben ser jerarquizadas, ni entre ellas ni en relación con la opresión económica. Las luchas contra las opresiones y por la igualdad, la libertad, etc. también son política. La división de papeles según la cual el partido se ocupa de la política y el sindicalismo de las cuestiones sociales es un callejón sin salida. Los sindicatos son, o al menos deberían ser, la herramienta de organización autónoma de la clase trabajadora.

De la lucha anticapitalista y feminista a las pensiones
La contrarreforma ataca a nuestra clase social. Sirve a los intereses de los empresarios y de los accionistas. Casi todo el mundo lo ha entendido. No tiene sentido perder demasiado tiempo y energía discutiendo los detalles. Se trata de un proyecto social. Para muchos jóvenes, «la jubilación está muy lejos», algunos dicen «no tendremos jubilación». Pero lo que entienden es que después de la jubilación ¿por qué no [van a cargarse] el seguro de enfermedad o las vacaciones pagadas? ¿Y el contrato de trabajo? ¿Y el salario?…

Hay que establecer un vínculo entre las reivindicaciones más locales que se arrastran desde hace meses o años, el rechazo de la contrarreforma de las pensiones y la posibilidad de otro futuro. Si febrero está marcado por las vacaciones escolares y estudiantiles, hay que destacar la gran participación de los jóvenes en las manifestaciones interprofesionales, pero también algunas acciones dentro de los institutos y las universidades. Sobre el tema de la juventud, llama la atención que el presidente de la República prefiera aplazar el que es uno de sus temas favoritos desde hace años. Ya en enero, Macron quiso anunciar la generalización del Servicio Nacional Universal (SNU). Se echó atrás. Hoy, la prensa habla de marzo; el secretario de Estado encargado del expediente habla de una decisión en junio. El gobierno no abandona su proyecto militarista de esclavizar a las y los jóvenes[7]. Pero, dada la movilización de la juventud, en el marco del movimiento contra el proyecto de ley sobre las pensiones y también por la mejora de sus condiciones de estudio y de vida, ¡teme que este anuncio de generalización y/o de obligación del servicio nacional universal sea el detonante de un movimiento de protesta aún más fuerte!

¿El inicio de una huelga renovable el 7 de marzo pondrá en peligro el Día Internacional de los Derechos de la Mujer, el 8 de marzo? Al contrario, debería permitir situar claramente este día, pero más globalmente las luchas feministas, en un marco anticapitalista, en conexión con la lucha de clases. Esto no se dará de forma natural, incluso en los círculos sindicales; pero es un reto importante hacer muy visibles estos vínculos, no considerar los diferentes sistemas de opresión, incluido el patriarcado, como secundarios, sino por el contrario inscribir las luchas que se les oponen en la lucha por la emancipación total. También en este caso, el ejemplo lo dan los colectivos militantes que, desde ahora, organizan giras y reuniones sindicales en los sectores más feminizados. Desde un punto de vista histórico, recordemos que, si en el origen de la huelga de noviembre/diciembre de 1995 en Francia fueron las secciones sindicales las que lanzaron asambleas generales y una huelga renovable el 24 de noviembre, al día siguiente se celebró una manifestación feminista muy grande, por los derechos de las mujeres, sus reivindicaciones, sus libertades.

¡Que el 2023 mejore a 1995!
La huelga de 1995 es, desde hace un cuarto de siglo, un punto de referencia, utilizado al principio de cualquier movilización social que se espera adquiera una gran escala. Aquel movimiento fue importante en más de un aspecto, pero tengamos cuidado de no convertirla en un mito que acabe por asustar a la gente más joven, convencidos de que no pueden hacerlo tan bien. ¡La huelga de 2023 pertenece a quienes lo logren!

Christian Mahieux

(Artículo enviado por el autor el 16 de febrero de 2023)

http://alencontre.org/europe/france/greves-et-manifestations-en-france-que-faire-entre-deux-manifs-mettre-la-france-a-larret-le-social-fait-la-politique.html

Traducción: viento sur

Notas:

[1] Además de la intersindical nacional así definida, CNT-SO (Confederación Nacional de Trabajadores – Solidaridad Obrera) y CNT también convocan manifestaciones y huelgas. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con LAB (Langile Abertzaleen Batzordeak) en el País Vasco o STC (Sindicatu di i travagliadori corsi) en Córcega; también es el caso de todas las organizaciones sindicales establecidas en las últimas colonias francesas: USTKE (Union syndicale des travailleurs Kanak et des exploités) en Kanaky, UGTG (Union générale des travailleurs de Guadeloupe) en Guadalupe, CDMT (Centrale Démocratique Martiniquaise du Travail) en Martinica, etc.

[2] Sobre el tema de la caja de resistencia y la necesidad de no plantearse la cuestión cuando la huelga haya terminado, sino mucho antes y en una perspectiva a largo plazo: Christian Mahieux, «Faut-il en faire des caisses?», Les utopiques n°13, Editions Syllepse, primavera de 2020. Y también, el dossier disponible en el blog de la revista La Révolution prolétarienne.

[3] Algunas corrientes políticas se destacan en este ejercicio. Sus representantes desvían tiempo y recursos del sindicato para decir todo lo malo que piensan del sindicalismo.

[4] Hablamos aquí de verdaderos llamamientos: no de los lanzados por estructuras sindicales que no representan nada en las empresas, ni de los que hacen ostentación de ello. A este respecto, citemos el juego habitual de la federación de Puertos y Muelles de la CGT: «ninguna huelga ilimitada en los puertos» sino una «huelga de horas extraordinarias reconductibles», que explicó en una reunión de las federaciones de la CGT, mientras que desde hace semanas multiplica sus posturas «duras», llamando regularmente a la huelga reconductible en comunicados que no han circulado entre los asalariados.

[5] En el blog de la revista: Retours sur la grève pour les retraites (2019-2020).

[6] La defensa de la seguridad social. Informe presentado por Henri Raynaud, secretario de la CGT al comité confederal nacional los días 14 y 15 de enero de 1947, Editions syndicalistes, 2016.

[7] Extracto de un reciente comunicado de prensa del Collectif Non au SNU:

“¿Qué es el Servicio Nacional Universal que el gobierno quiere hacer obligatorio para los jóvenes de 15 a 17 años?

Una operación de sumisión de la juventud: uniforme, bandera, jerarquía, órdenes, … se trata de inculcar un espíritu de obediencia a las reglas, un respeto absoluto de las normas. Reglas y normas que, en su mayoría, sólo pretenden perpetuar las desigualdades y las injusticias inherentes a la organización actual de la sociedad.

Debilitamiento de los derechos de los trabajadores: con el SNU, cada año 800.000 jóvenes sin derechos serán utilizados para sustituir puestos de trabajo actualmente ocupados por asalariados que disponen de un salario, de la posibilidad de organizarse en sindicato y de derechos individuales y colectivos.

Gastos considerables: el Estado presupuestará un gasto anual suplementario de mil quinientos millones de euros para hacer obligatorio el SNU. El presupuesto del ejército asciende ya a 44.000 millones de euros para 2023. ¡Es mucho dinero que podría ser mucho más útil a la colectividad que en manos de los militares!

El refuerzo de la militarización: entrenamiento militar, izado de la bandera, canciones de guerra, uniformes, cursos de combate, etc. contribuirá al adoctrinamiento de los jóvenes.

La propaganda pretende banalizar el papel del ejército, mientras está en primera línea de la represión, en territorio francés, en las colonias y en diversas regiones del mundo.

El gobierno dice que los jóvenes deben implicarse. ¡Pero ya lo están haciendo! Contra el racismo, para frenar la destrucción de la Tierra, para defender su derecho a estudiar, por el reparto de la riqueza y contra la explotación, por el derecho a la vivienda, por la igualdad de derechos y contra la discriminación, etc. ¿Cómo podemos hablar de aprendizaje de la ciudadanía cuando confiamos la vigilancia al ejército?”

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