¿Pueden los hombres ser feministas?

Por Daniel Seijo

Del fr. féminisme, y este del lat. femĭna ‘mujer’ e -isme ‘-ismo’.

  1. m. Ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres.
  2. m. Movimiento que se apoya en el feminismo.

Resultaría fútil discutir aquí acerca de esa parte de la sociedad que todavía ve en el feminismo algo así como una amenaza al “orden natural” de las cosas, aquellas capas sociales más reaccionarias y profundamente infectadas por el veneno del patriarcado, que no solo desprecian con absoluta ignorancia la justa y necesaria lucha del feminismo, sino que se muestran a su vez capaces de abogar abiertamente por la defensa del machismo. Uno no puede perder el valioso tiempo y esfuerzo que requiere la lucha que nos ocupa intentando despertar a los devotos, a poco que lo meditemos llegaremos a la a la conclusión de que no merecen tal atención quienes son capaces de defender enrocadamente una ideología que cada año le arrebata la vida a miles de mujeres en cada rincón del mundo. Por ello, doy por supuesto como base de partida para todos nosotros, el entender el feminismo como un movimiento social y político que lucha por la emancipación de las mujeres, y por el fin de la opresión y explotación que sobre este colectivo social ejerce el patriarcado. Quienes llegados a este punto comiencen a mostrar las primeras discrepancias, deberían plantearse el siguiente texto conscientes de pertenecer en mayor o menor medida a las filas del enemigo, entiéndase como tal el machismo y la estructura patriarcal que sustenta.

Como hombres, nuestro punto de partida en la lucha feminista parte con una serie de dificultades añadidas, dificultades que curiosamente tienen su origen en los privilegios que nos son otorgados por el sistema patriarcal, simplemente por nuestro sexo al nacer y la construcción social que el patriarcado ha cimentado sobre ese hecho. La ideología de género y las distinciones que en fundamento a ella nos impone la sociedad, no suponen una realidad biológica, sino simplemente una construcción social y cultural que los hombres han estructurado para poder perpetuar su dominio sobre la mujer. Una cruel imposición que fomenta la explotación directa y sin cortapisas de cerca de la mitad de la población mundial, basándose únicamente en premisas sin fundamento racional alguno. La más antigua y cruel de las injusticias sigue siendo hoy la dictadura de los hombres sobre las mujeres, por ello los hombres -pese a ser hoy más conscientes de lo pernicioso de la ideología patriarcal- continuamos todavía obviando por desconocimiento o costumbre muchas prácticas o situaciones que discriminan o directamente amenazan a las mujeres que con nosotros comparten nuestro entorno.

A la mayoría de los hombres nos cuesta especialmente adaptar nuestra perspectiva para localizar esos pequeños -y algunos no tan pequeños- machismos cotidianos que perpetúan casi inconscientemente el sistema patriarcal generación tras generación, son muchos los que todavía ríen ante los chistes machistas, los que comparten por redes sociales -o no denuncian- los vídeos de aquella chica borracha que se llevo algún “amigo” a casa, quienes nunca se han planteado el motivo por el que su compañera cobra menos pese a realizar exactamente el mismo trabajo, los que usan insultos machistas para atacar al rival político, los que cuestionan la sexualidad de las mujeres pese a no hacerlo nunca con la suya propia, los que no ven con malos ojos un bofetón a una novia pesada, los que pagan por sexo, los que no saben aceptar ordenes de mujeres, los que desprecian los deportes femeninos, los que frivolizan con el terrorismo machista, los que ven estúpido destinar dinero a igualdad, los que piensan que el feminismo está bien pero…

Las mujeres sufren en mayor o menor medida los diferentes efectos directos que el patriarcado ejerce sobre su persona, la violencia psicológica, la violencia sexual, la violencia patrimonial o económica, la violencia simbólica, el acoso u hostigamiento, la violencia doméstica, la discriminación laboral, la apropiación de sus cuerpos, la violencia mediática o la violencia institucional, suponen realidades palpables en la vida de las mujeres, no se trata para ellas por tanto el feminismo meramente una postura ideológica o política, sino una estrategia de autodefensa desarrollada bajo la experiencia de quienes ya conscientes de estar sufriendo una agresión despiadada contra sus propias personas -y una vez identificado claramente al agresor- deciden organizarse y pasar a la acción. El feminismo se basa en un compromiso firme contra una de las grandes injusticias presentes en nuestra sociedad, por tanto, ningún cambio estructural, ni ninguna alternativa social o política podrá declararse plenamente justa o democrática sin incluir en sus postulados la firme defensa de una sociedad feminista.

Atendiendo finalmente a la pregunta que origina este artículo, me atrevería aconsejar a los hombres que todavía nos acompañan -espero que no sean pocos- y que no sienten el patriarcado como algo que condicione su existencia, que afronten el feminismo como lo harían con una injusticia que les afectase directamente, puesto que esa es la verdadera y más linda cualidad de quienes realmente pretenden construir un mundo más justo, pero les aconsejaría además que abran los ojos, que comprendan que la discriminación social contra las mujeres y la férrea imposición patriarcal los atenazan también a ellos implantando modelos de masculinidad ficticios, dificultándoles  o directamente impidiéndoles desarrollar relaciones justas de igual a igual con sus compañeras y abocándolos por tanto a una realidad en donde la injusticia y el abuso son institucionalizados.

Ningún cambio estructural, ni ninguna alternativa social o política podrá declararse plenamente justa o democrática sin incluir en sus postulados la firme defensa de una sociedad feminista.

Finalizo no sugiriendo, sino asegurando rotundamente, que los hombres no solo pueden, sino que deben ser feministas.  Que el colectivo de los hombres comience a sumarse a la lucha feminista debe entenderse como el lento despertar de quienes aún sabiéndose mayormente beneficiados por un sistema injusto, deciden acompañar en su digna y justa batalla frente al patriarcado a las mujeres y a sus organizaciones,  la adhesión de cada vez más hombres a la lucha feminista debe suponer un motivo para la esperanza, debemos acoger y también visibilizar a los hombres que cada día aportan su grano de arena -en mayor o en menor medida- a la lucha contra la dictadura del género. Pero ojo, cuidémonos de aquellos a los que acompañan los focos y no “El segundo sexo”, el hombre feminista debe suponer una clara muestra de la superación de la lógica genital, un paso más cara una sociedad plenamente justa, en donde el valor de las personas nunca más lo otorguen falsos motivos biológicos.

Por todo esto compañero, usted debería abrazar ya el feminismo.

2 Comments

  1. Los hombres deber ser feministas, sobre todo, si tienen hijas. Yo no las tengo y sin embargo creo que lo soy. Verás, neno, a vosotros os hemos educado con un poco más de flexibilidad de género que la que nos tocó a nosotros, para los que la virilidad era un imperativo categórico. Bien está que seáis coherentes; pero sobran ademanes y retóricas, cabreo genital y postureo feminista. La ley es la ley y lo justo es lo justo: hay que luchar por una ley justa. Apertas.

  2. Comparto y compartiré textos de concienciación globalizada, totalmente de acuerdo que el cambio es en equilibrio con la mujer y añado Educacional… Daniel Seijo eres parte fundamental (como todas) del rompecabezas (puzle) de la inteligencia colectiva y extiendo la invitación a que pases por Granada (hay casa) para enlazar, difundir y acrecentar la Unidad Humana.

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