PSOE: Del ‘OTAN de entrada No’ a la plena subordinación a la alianza y a EEUU

La integración de España en la OTAN marcó el inicio de una relación de dependencia con Estados Unidos, materializada en el establecimiento y mantenimiento de bases militares estadounidenses en territorio español.

Por Gabriela Rojas | 17/03/2025

El ingreso de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es un capítulo controvertido en la historia reciente del país, marcado por la ambigüedad, el cambio de postura y la traición a principios iniciales por parte del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) bajo el liderazgo de Felipe González. Lo que comenzó formalmente como una ‘oposición contundente’ a la alianza militar, simbolizada en el famoso lema ‘OTAN de entrada No’, terminó en una integración plena que subordinó los intereses nacionales a los designios de Estados Unidos y la OTAN, consolidando una relación de dependencia que persiste hasta hoy.

De la oposición al referéndum: El giro del PSOE

España entró formalmente en la OTAN el 30 de mayo de 1982, bajo el gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo de la Unión de Centro Democrático (UCD). Sin embargo, el PSOE, entonces en la oposición y liderado por Felipe González, se opuso ferozmente a esta decisión. Durante la campaña electoral de 1982, el partido hizo del ‘OTAN de entrada No’ uno de sus eslóganes más reconocibles, prometiendo que, de llegar al poder, convocaría un referéndum para decidir la permanencia de España en la alianza. Esta postura resonó en un amplio sector de la población que veía en la OTAN una amenaza a la soberanía nacional y un alineamiento peligroso con los intereses estadounidenses en plena Guerra Fría.

Tras la victoria electoral del PSOE en octubre de 1982, Felipe González asumió la presidencia del gobierno y mantuvo su promesa de someter la cuestión a consulta popular. Sin embargo, lo que inicialmente parecía una oposición ideológica comenzó a transformarse en un giro oportunista. En 1984, el gobierno socialista presentó el ‘Decálogo sobre la Defensa Nacional’, donde ya se vislumbraba un cambio de rumbo: se abogaba por permanecer en la OTAN, aunque sin integrarse en su estructura militar, prohibiendo armas nucleares en territorio español y reduciendo la presencia militar estadounidense.

El referéndum finalmente se celebró el 12 de marzo de 1986, pero la pregunta planteada fue ambigua y manipuladora:

‘¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?’.

Con una campaña intensa a favor del ‘Sí’ liderada por el propio González, el resultado fue ajustado: un 52,54% votó a favor, frente a un 39,84% en contra, con una abstención significativa del 40,27%. Este resultado, lejos de reflejar un apoyo abrumador, evidenció el desconcierto y la desconfianza de la ciudadanía ante el viraje del PSOE. Lo que González presentó como una decisión ‘por el bien de España’ fue percibido por muchos como una traición a los ideales pacifistas y soberanistas que el partido había defendido.

Subordinación, bases militares y pérdida de soberanía

La integración de España en la OTAN marcó el inicio de una relación de dependencia con Estados Unidos, materializada en el establecimiento y mantenimiento de bases militares estadounidenses en territorio español. Aunque el PSOE prometió reducir la presencia militar extranjera, esta se consolidó con el tiempo. Actualmente, las principales bases con presencia de soldados estadounidenses son:

Base Naval de Rota (Cádiz): Compartida entre España y Estados Unidos, alberga destructores estadounidenses equipados con el sistema Aegis, parte del escudo antimisiles de la OTAN. Miles de militares estadounidenses están desplegados aquí, junto con sus familias, en una instalación clave para las operaciones en el Mediterráneo y el Atlántico.

Base Aérea de Morón (Sevilla): Utilizada por el Cuerpo de Marines de Estados Unidos, esta base ha sido un punto estratégico para operaciones en África y Oriente Medio. Su uso se intensificó tras los acuerdos bilaterales post-1986, y sigue siendo un enclave fundamental para las fuerzas aéreas estadounidenses.

Estas bases, establecidas bajo acuerdos bilaterales renovados periódicamente (como el Convenio de Cooperación para la Defensa de 1988), representan una cesión de soberanía nacional. España no tiene control pleno sobre las actividades que se desarrollan en ellas, y su uso está supeditado a los intereses estratégicos de Washington y la OTAN. La presencia de soldados extranjeros en suelo español, lejos de ser una garantía de seguridad, convierte al país en un objetivo potencial en conflictos que no le son propios, como demuestra la participación activa de estas bases en operaciones como la Guerra de Irak o el apoyo táctico al genocidio llevado a cabo por el régimen de ocupación israelí en Gaza.

De González a Sánchez: un sometimiento continuado

Desde Felipe González, los sucesivos gobiernos del PSOE han mantenido y profundizado esta subordinación. José Luis Rodríguez Zapatero, pese a su retórica inicial de alejarse del atlantismo de Aznar y regresar al ‘corazón de Europa’, no cuestionó la pertenencia a la OTAN ni la presencia de bases estadounidenses. Durante su mandato (2004-2011), España se integró plenamente en la estructura militar de la OTAN (1999, bajo Aznar, pero consolidada bajo su gobierno) y participó en misiones como la de Afganistán, alineándose con las prioridades de la alianza.

Con Pedro Sánchez, esta tendencia se ha acentuado. Desde el comienzo de la guerra en Ucrania en 2022, el gobierno PSOE-Sumar ha redoblado su compromiso con la OTAN, enviando armamento ofensivo (como carros de combate y sistemas antiaéreos) y apoyo financiero a Kiev, además de desplegar tropas españolas en el flanco este de Europa (Letonia, Eslovaquia, Rumanía). La base de Bétera (Valencia), sede de un cuartel general de la OTAN, se ha convertido en un nodo clave para coordinar operaciones en caso de escalada bélica. Esta implicación no solo alimenta un conflicto en Europa, sino que expone a España a riesgos innecesarios, siguiendo la línea de Washington y Bruselas sin cuestionar si estos intereses coinciden con los nacionales.

Salir de la OTAN y recuperar la soberanía

La trayectoria del PSOE desde Felipe González hasta Pedro Sánchez demuestra que la integración en la OTAN no ha sido una decisión soberana, sino una imposición a través de la mentira y la manipulación de la opinión pública española. Una decisión que se traduce en una pérdida de autonomía estratégica, la presencia permanente de soldados extranjeros y la implicación en guerras ajenas. La OTAN no garantiza la seguridad de España frente a amenazas específicas (como las tensiones con Marruecos o la cuestión de Gibraltar), sino que la somete a los intereses geopolíticos de Estados Unidos y sus aliados.

Salir de la OTAN, cerrar las bases militares de Rota y Morón y expulsar a los soldados estadounidenses de suelo español es una medida imprescindible para recuperar la soberanía nacional y adoptar una postura de neutralidad. España, por su posición geoestratégica y su historia, no necesita ser un peón en el tablero de la OTAN, sino un actor independiente capaz de defender sus propios intereses. La neutralidad no implica aislamiento, sino la libertad de elegir alianzas y políticas sin compromisos militares impuestos desde el exterior. Solo así podrá España dejar de alimentar conflictos como el de Ucrania y priorizar la paz y el bienestar de su pueblo.

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